Alta tecnología en alta mar
El dramático naufragio del crucero Costa Concordia, que ocurrió el pasado 13 de enero a orillas de la isla italiana de Giglio y costó la vida a más de 30 personas, impactó al mundo entero. Apenas seis semanas después de este trágico incidente, otro barco de la misma compañía naviera sufre un grave percance técnico. Este buque se encuentra aún en el océano índico. Pero, por suerte, en este caso no hubo víctimas que lamentar. Sin embargo, ambos accidentes hacen dudar sobre la seguridad en la navegación moderna.
Piloto fiable
Martin Finnberg trabaja diariamente en cuestiones relacionadas con la seguridad marítima. En su profesión de práctico o piloto en la bahía de Kiel, se encarga de conducir grandes barcos por el canal de Kiel, que conecta el mar Báltico con el mar del Norte. Según él, la técnica moderna no sólo facilita su tarea, sino que la hace en efecto más segura. Hoy le toca dirigir al carguero “A La Marine” hacia el mar. Este barco de 180 metros de largo se encarga de distribuidores unos 1700 contenedores, provenientes de Asia, en los puertos del mar Báltico.
Finnberg trabaja desde una cabina, ubicada a unos cuarenta metros por encima de la cubierta. Además de una mesa de trabajo y la indispensable máquina de café, no hay mucho para ver allí. El cerebro del barco se encuentra en el puente de mando, es allí donde converge todo, explica Finnberg: “Esencialmente hay dos ejemplares de cada dispositivo en el barco: timón o bomba de timón hidráulico, respectivamente; brújula; equipo de radar; receptor GPS y una carta náutica electrónica.”
La razón por la cual los barcos viajan siempre con el doble de equipo técnico es tan simple como lógica: si falla un aparato, se puede utilizar el de reserva para seguir viajando y en el ínterin reparar el averiado.
Mayor seguridad
Pero, incluso cuando no hay ningún peligro inminente y el mar está límpido y calmo, Finnberg sigue constantemente con la mirada las imágenes del radar. Allí se ve el fiordo de Kiel fraccionado en una multitud de pequeños puntos y se puede ver también la ruta prevista para el barco.
El piloto es quien determina cuántas millas hacia delante quiere ver e ingresa la cifra deseada en el radar. Así ve, por ejemplo, 1,5 millas del trayecto a recorrer y reconoce los otros barcos que se encuentran en el fiordo, las boyas y la costa. Todos estos datos también se encuentran en la carta náutica en papel, pero ésta se utiliza únicamente como seguridad adicional, ya que se trabaja sobre todo con la carta digital. La versión electrónica, además de mostrar hasta el más pequeño detalle, le brinda a Finnberg un pequeño y merecido descanso.
“Atravesamos la esclusa manualmente porque así nos podemos deslizar mejor por las curvas. Pero a partir de ahora cambiamos el curso, ingresamos los datos necesarios y todo funciona presionando un botón,”comenta Martin Finnberg.
Experiencia indispensable
Si bien un carguero moderno se vale en primer lugar de la alta tecnología, los elementos clásicos de la navegación, como el sextante o la boya, no han perdido por completo su razón de ser, destaca Martin Finnberg: “Si se navega a lo largo de la costa no se necesita el sextante. Pero cuando se atraviesan aguas peligrosas o limitadas son muy útiles los elementos terrestres de ayuda, como la boya o el faro. Así podemos continuamente verificar que la información que leemos en las cartas coincide con la realidad.”
Pero, más allá de todos los elementos de ayuda disponibles, ya sean digitales o análogos, lo más importante sigue siendo la experiencia. Eso al menos es lo que opina Mihail Bambui, el capitán rumano de este carguero en Kiel: “Es tan importante como en cualquier otra profesión. Es verdad que hoy en día navegar un barco es muy fácil – gracias a toda la electrónica. Pero en situaciones difíciles o cuando el tiempo empeora, ¡lo que cuenta es la experiencia!”
Autor: Frank Hajasch / Valeria Risi
Editor: Enrique López Magallón