La enfermedad del alma
La Organización Mundial de la Salud ha anunciado recientemente que la depresión va a ser uno de los mayores retos de la medicina: pronostica que para el año 2020 será la segunda mayor carga mundial de mortalidad. En Alemania, cerca de cuatro millones de personas sufren de depresión clínica, y uno de cada siete casos graves acaba cometiendo suicidio.
En Leipzig tuvo lugar esta pasada semana el primer congreso de pacientes de depresión, al que asistieron más de mil participantes: pacientes, familiares, médicos y científicos. Un congreso en el que se trató la depresión desde el punto de vista de los afectados.
Un testimonio real
Thomas Müller-Rörich sube al escenario dispuesto a hablar de su experiencia. Mil pares de ojos se centran en él. Durante su enfermedad, una acción similar habría sido impensable. Durante cuatro años, el empresario autónomo sufrió de severas depresiones. Al principio, todo comenzó de forma muy inofensiva, pero tras las Navidades, comenzó a sentirse mal, cuenta Thomas Müller-Rörich:
“Eran como síntomas parecidos a los de la gripe: me sentía débil y no tenía apetito. Tenía, sobre todo, miedo; pero no sabía de qué. Tan sólo sabía que no podía ir a mi compañía y soportar la rutina diaria. No lo conseguiría.”
A Müller-Rörich no se le ocurrió la posibilidad de estar sufriendo una depresión. Hasta entonces, siempre había disfrutado con su trabajo, a pesar del enorme estrés. Preocupado, comenzó a acudir a su médico frecuentemente:
“Pensé que debía de tener algo serio, aunque no supiera qué era. Pensé en una leucemia, o un tumor cerebral, y quería reconocimientos regulares. El médico no me tomaba en serio. Me decía: ‘Vamos a ver, señor Müller-Rörich, usted no tiene nada. Váyase de vacaciones’, y me daba ese tipo de consejos habituales que se suelen dar.”
Visita infructuosa al médico
Cerca del 10% de los pacientes que van al médico de cabecera sufren de una depresión sin saberlo. Se trata de personas que tienen grandes presiones en sus trabajos. Se suele hablar por ello de un “burnout”, un “síndrome de agotamiento” - un término aceptado por su connotación conclusiva: significa que alguien lo ha dado todo y, sencillamente, necesita “recargar las pilas”. Pero en realidad es un concepto problemático, según el profesor de psiquiatría y psicoterapia de la Clínica Universitaria de Leipzig Ulrich Hegerl: detrás de un “burnout” se esconde con toda probabilidad una depresión.
“Se suele sugerir que el paciente se tome unas vacaciones, o que duerma más, o cosas parecidas que puedan hacerle sentir bien. Pero esto no ocurre cuando se trata de una depresión. Cuando alguien sufre de depresión, un aumento de horas de sueño es a menudo contraproducente; de hecho, un tratamiento establecido por su eficacia es la privación del sueño. Del mismo modo, unas vacaciones no son recomendables para un depresivo: la depresión viaja con él. No obstante, no mejorará ni empeorará durante esas vacaciones. Esos son los problemas de la confusión de conceptos.”
Las apariencias engañan
El problema de muchos depresivos es que, vistos desde fuera, parecen estar perfectamente sanos. Y a pesar de ello, en realidad no se encuentran en condiciones de realizar las acciones más sencillas: incluso el lavarse los dientes por las mañanas puede resultar una carga insoportable. La depresión no es un simple cambio de humor, sino una enfermedad grave, advierte el experto Hegerl.
“Tenemos personas con depresión severa con delirios. Son casos tan urgentes como lo son los de apendicitis. Estas personas tienen un gran riesgo de suicidio, y muchos cometen graves intentos. Pero el espectro también pasa por los casos de depresión más leves, hasta los de personas en estado de transición sin saber exactamente si se trata de una reacción lógica a la pérdida del cónyuge, a un infarto o al abandono del propio apartamento para ingresar en un centro de ancianos, o a cualquier otra cosa que le pueda pasar en la vida.”
La tristeza y los bajos ánimos son parte de la vida, pero la depresión va más allá: es una enfermedad del cuerpo y del alma. Y ello se debe reflejar en el tratamiento. Desde hace poco tiempo se han ido desarrollando diferentes disciplicinas para ello: psicoterapia para los casos leves y medios, y medicinas antidepresivas para casos más graves. Y aunque a la hora de llevar a la práctica esta teoría siguen habiendo conflictos entre expertos, lo más importante es que el propio paciente y los que tiene alrededor sean conscientes de la gravedad de su estado.
La convención de Leipzig fue un primer paso en esta dirección. Y en ella, todos los asistentes coincidieron en una cosa: el primer congreso de pacientes de depresión no será el último.
Autora: Claudia Ruby / lab
Editor: Enrique López Magallón