Federico II, "padre" de la patata
Al visitar el Palacio de Sansoucci, en Potsdam, una de las cosas que más llaman la atención es una tumba en sus terrazas, donde en lugar de flores, la gente deposita patatas. No se trata de ninguna broma pesada: es una hermosa tradición que se hace en conmemoración del que se considera el “padre de la patata” en Alemania: el rey prusiano Federico II.
“Es un hecho que el rey Federico II fomentó concienzudamente el cultivo de la patata en Alemania. En nuestra exposición tenemos documentos que lo demuestran: cartas y estadísticas tempranas, así como decretos oficiales que se hicieron durante su gobierno referentes al cultivo de la patata, nunca antes vistos.”
Marina Heilmeyer es curadora del Museo de Historia de Brandeburgo, y presenta la divertida exposición dedicada a “el viejo Fritz”, como se le apoda cariñosamente en alemán, y a los “tartuffoli”, que no son otra cosa que patatas.
Una papa para el Papa
A la llegada de la papa a España, el Rey Felipe II envió unos tubérculos para el Papa a Roma, quien, asombrado por el aspecto del curioso vegetal, afirmó que parecía una trufa, o “tartufo”. El tubérculo se quedó con ese nombre al extenderse por Europa, adaptándose a cada lengua. En el caso del alemán, su nombre fue “tartuffoli” – palabra que derivó en “tartoffel” y, finalmente, en “kartoffel”.
Federico II supo ver todo el potencial del tubérculo: lo promovió como alimento para animales, inventó un licor de patata, usó su almidón para el refuerzo de textiles, e incluso también como adhesivo para tapetes.
“Lo gracioso es que, habiendo hecho todo esto por el cultivo del tubérculo, el mismo rey jamás comió una patata", sonríe Heilmeyer. "Existe un edito suyo en el que dice que la papa era para animales y para gente de clase baja.”
Años después, la memoria perdura
Aún así, el legado de Federico II permitió a la sociedad alemana descubrir las maravillas de la patata, y aún a día de hoy es algo que nadie olvida. Tras su muerte, en 1786, el Viejo Fritz fue enterrado en la Iglesia Garnision, en Potsdam. Durante la segunda guerra mundial, su sarcófago fue trasladado a Marburgo, y solo en 1991 se consiguió llevar su tumba al lugar donde el mismo rey había expresado siempre su deseo de ser enterrado: su palacio, Sansoucci.
“Desde que sus restos residen allí, la gente acude a su tumba a dejar patatas. Este es el motivo real de la exposición: el explicar a la gente el por qué de esta tradición. No hay un solo día en el que no se pongan patatas en su tumba", afirma Heilmeyer. "A veces, incluso acompañadas de pequeñas coronas hechas de papel dorado. Es realmente muy gracioso.”
Según Marina Heilmeyer, la patata como alimento para personas no adquirió gran importancia hasta el siglo XX. El museo cuenta con varios libros de cocina de siglos anteriores, donde el uso de patatas era muy escaso, aunque creciente con el paso de los años. Marina Heilmeyer nos ofrece algunas de estas recetas:
Tartuffoli en caldo de vino – Receta de 1723
“Se pelan las patatas, se cuecen ligeramente, se cortan en tiras, y se vuelven a hervir en una salsa de vino, con caldo de carne y mantequilla. A continuación, se sazona con pimienta y flor de nuez moscada, y finalmente con jengibre fresco.”
Tartuffoli en salsa de limón – Receta de 1744
“Lavar las patatas y cortarlas en láminas y colocarlas en una fuente de horno. A continuación se les añaden migas de pan, sal, cáscara de limón, flor de nuez moscada y cardamomo. Se untan con mantequilla y se sumergen en vino blanco y caldo de carne, y se meten al horno hasta que las patatas estén tiernas.”
Papas rellenas – Receta del siglo XIX
“Se toman patatas grandes, peladas y lavadas, se les hace un corte en una punta y se hurga un hueco en el interior con un cuchillo. Se saltean setas frescas y puerro picados en mantequilla, con huevos revueltos y migas de pan. Se sazona la mezcla con sal, pimienta y nuez moscada, y se rellena con ella las patatas. Se ponen las patatas rellenas en una fuente con caldo de carne sin que las recubra completamente, pero casi. Finalmente, poner la fuente al horno hasta que se cuezan las papas.”
Autora: Lydia Aranda Barandiain
Editora: Cristina Papaleo Soletzki