¿Revolución agraria ad portas?
“No debemos ver a los agricultores solo como máquinas de producción; ellos deben ser también guardianes de los recursos naturales”. Esas palabras de Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de la ONU para el Medio Ambiente, resume el pensamiento de muchos que no están de acuerdo con el derrotero que ha tomado la producción agrícola.
El tema ha estado en primer plano en la Semana Verde, la feria internacional agropecuaria, que se celebra en Berlín. Allí, unos 30.000 manifestantes protestaron el fin de semana contra la política agraria del gobierno alemán, y contra el actual sistema agropecuario en general.
“Hartos de la agroindustria”
“Quien autoriza y subvenciona mega-establos, abandona a los campesinos y obra en contra de los intereses de los consumidores, de los animales y del medio ambiente”, señalaba Jochen Fritz, de la alianza “Estamos hartos”.
Fritz criticó la posible autorización del cultivo de plantas genéticamente manipuladas en Europa y demandó “una política agropecuaria que detenga la extinción de especies y combata el hambre en el mundo”.
Precisamente para combatir el hambre en el mundo, que amenaza con aumentar debido al incremento de la población y al cambio climático, se requiere reforzar las estructuras agrícolas. Así lo subrayaron los ministros de Agricultura de 69 países que se dieron cita en Berlín en un encuentro realizada con motivo de la Semana Verde.
Visiones contrapuestas
Joachim Steiner considera que se necesita una “revolución agraria”, y en eso coinciden muchos expertos. Las discrepancias surgen al definir qué tipo de revolución sería deseable. Los manifestantes de Berlín piensan en un giro hacia una agricultura más ecológica. “La agricultura de los campesinos no es ajena a la modernidad. Es un modelo agrícola sostenible, que utiliza respetuosamente los recursos humanos y naturales y de este modo garantiza la seguridad social y alimentaria a nivel mundial”, subrayó Carlo Petrini, presidente de la organización Slow Food International.
Otros, en cambio, ven la solución en un aumento de la productividad a través del uso de pesticidas y abonos, o abogan por la tecnología genética para obtener mayores cosechas, con plantas más resistentes y rendidoras.
Pero, independientemente de la discusión sobre la manipulación genética, lo que está claro es que el mundo tendrá que hacer frente a nuevos desafíos en el campo de la alimentación y la agricultura; por ejemplo, al que planteará el cambio climático, con sus fenómenos meteorológicos extremos, que amenazarán por igual a cultivos tradicionales, orgánicos o transgénicos.