60 personalidades por una nueva política hacia Rusia
8 de diciembre de 2014En una llamada pública distribuida por los medios alemanes con el título “¿Otra vez guerra en Europa? No con nosotros”, 60 personalidades alemanas advierten de una guerra en Europa, posicionándose por el diálogo con Rusia. Tienen razón. No debería haber otra guerra en Europa. El diálogo es el mandamiento más importante de las democracias en política exterior y eso también rige en la actual posición ante Rusia. Pero esa noble acción de personas que sin duda contribuyeron mucho en la política, la economía y la cultura, no hace justicia al conflicto actual.
Ilusión en vez de hechos
Es totalmente cierto que no debería haber ninguna guerra en Europa, pero la hay desde hace tiempo. En primavera, el presidente ruso, Vladimir Putin, ocupó Crimea por la fuerza y la anexionó a la Federación Rusa. No se llegó a una guerra abierta entre Rusia y Ucrania por el temor de Kiev a tener que defender militarmente Crimea. Pero en el este de Ucrania hay una guerra destructora que lleva miles de muertos y no sería posible sin las armas y las tropas que llegan de Rusia. En este caso, esa llamada de atención no se corresponde con la realidad.
Aún peor. Esa llamada provoca la impresión de que Occidente y la política alemana quisieran enfrentarse a Rusia con medios militares. No hay nada más absurdo. El Gobierno alemán y los líderes de la Unión Europea acordaron al unísono descartar cualquier solución militar al conflicto. Tanto la canciller alemana como el ministro de Exteriores Steinmeier continuaron el diálogo necesario con Moscú a pesar de todas las dificultades. Si los firmantes de la petición quisieron apoyar con su llamada esta diplomacia, tendrían razón. Sin embargo, faltaría apelar a la política rusa para que “considerase la seriedad de la situación” y se obligase a preservar la paz.
Las leyendas surgen cuando se pone en duda que periodistas y comentaristas no son conscientes del temor ruso a quedar encerrados dentro un círculo de la OTAN. Los firmantes de la petición parecer ignorar dos aspectos muy importantes. Primero, no existe un plan concreto de la OTAN para admitir a Georgia y Ucrania. Ni siquiera se les permitió entrar en 2008. La cumbre de la OTAN de Gales de este año confirmó esta decisión. Y segundo, los firmantes de la petición no deberían olvidar que, además de los intereses de seguridad de Rusia, también está el miedo de georgianos y ucranianos que ven como parte sus países intentan separarse con apoyo ruso.
Una petición contradictoria
La mayor de las contradicciones llega al final de la petición. Tras el recuerdo de la esperanza de 1990 de conseguir una Europa unida en libertad y democracia, el texto finaliza con la frase “En Europa estuvimos en el camino correcto hasta el conflicto ucraniano”. Una afirmación ilógica por muchas razones.
Son precisamente los ucranianos los que quieren formar parte de esa Europa libre y democrática. No se puede privar a los habitantes de Ucrania de aquello que se considera correcto para los rusos. Y si Rusia estuviese presionada por la política europea, significaría que Europa no estuvo en el camino correcto en las últimas décadas.
Dirigentes rusos repiten prácticamente desde hace 20 años sus quejas contra la ampliación de la OTAN y la política europea en el área post soviética. Occidente ha ignorado sistemáticamente la crítica rusa. Serán los historiadores los que juzgarán si fue inteligente o no. Políticos occidentales de los años noventa y principios del siglo XXI serían las figuras centrales que habrían desestimando los intereses de seguridad rusos. Algo ciertamente irónico, puesto que algunos de estos políticos firmaron la petición que, en cierta forma, deja entrever un terrible desconocimiento de Rusia y Ucrania. Ambos países no han sido considerados en base a su historia, sus procesos, sus propiedades y los diferentes puntos de vista, sino como mero objetos de la proyección de Europa occidental. Pero ahora, el reto es otro muy distinto: ¿Cómo enfrentarse a una Rusia en crisis cada vez más autista y revisionista? ¿Cuál sería el equilibrio correcto entre defenderse del peligro, amortiguarlo o una política de apaciguamiento? Apelar a nobles lugares comunes será seguramente demasiado poco.