¿Adiós a la socialdemocracia?
18 de noviembre de 2003La ciudad de Bochum simboliza, como ninguna, el corazón del movimiento obrero alemán. Surgida de las minas de carbón y la industria del acero, en el corazón de la región del Ruhr, es uno de los bastiones por excelencia del Partido Socialdemócrata germano (SPD). Pero, quizá justamente por eso, es también donde queda en evidencia con más crudeza la profunda crisis que sacude a la colectividad, que se debate entre el imperativo de llevar a cabo las reformas propiciadas por su líder, el canciller Gerhard Schröder, y el apego a los viejos ideales solidaridad y justicia social.
Protestas en Bochum
Ese es el marco en que se inauguró este lunes el congreso de la socialdemocracia alemana, en el que la cúpula del partido se juega el todo por el todo: o consigue convencer a las bases de que no hay alternativa al programa gubernamental marcado por los recortes en el plano social, o se verá enfrentada al desgarramiento interno en momentos en que necesita, como nunca, la cohesión para sacar adelante su reestructuración del "estado de bienestar".
Sintomática resultó la numerosa presencia policial ante la sede del congreso. No se trataba de una medida de seguridad, sino de una manifestación, en la que participaron varios miles de policías, soldados y bomberos, protestando contra recortes de salario y personal. Un botón de muestra del descontento que se extiende también a los más diversos sectores de la población.
Debate emocional
Los dirigentes del SPD que se presentan hoy a elecciones internas, están conscientes de que los ánimos están que arden. Por eso, desde el discurso inicial pronunciado por el ministro de Economía, Wolfgang Clement, el congreso ha llevado un marcado sello emocional. También el canciller Schröder apeló a las emociones, señalando ante los 523 delegados que "nada, o muy poco, me hace sentir más orgulloso que el ser presidente de este gran partido".
Fundamental para el jefe de gobierno era dejar en claro que su política de reformas no constituye un quiebre con la tradición de la socialdemocracia. Pero igualmente puso de relieve que "también el partido debe desear y respaldar la capacidad de gobernar" del ejecutivo. Sin entrar en detalles, reiteró que las reformas compiladas en su "Agenda 2010" no tienen alternativa. Para las bases, en cambio, resulta difícil admitir que sea precisamente un gobierno socialdemócrata el que se encargue de podar prestaciones por las que el partido luchó tradicionalmente. Aun así, los delegados aplaudieron durante tres minutos, de pie, a su líder. Pero la cuenta le llegó a la hora de la votación, en la que sólo un 80,83% de los presentes se pronunció por su permanencia en la jefatura del partido. El resultado podría haber sido peor, pero en términos históricos no deja de ser poco confortable, si bien superó el 75,98% con que fue elegido en abril de 1999.