Alemania (no) orgullosa de "su" Papa
21 de abril de 2005
Que el nuevo Papa, Benedicto XVI, sea alemán, es una casualidad. El alemán Joseph Ratzinger no es el polaco Karol Wojtila, en cuyo caso su origen nacional, su labor por su país y el apoyo casi unánime de su pueblo fue un punto importante de su Pontificado. Si bien el catedrático Joseph Ratzinger se hizo un nombre como teólogo en las universidades alemanas, el cardenal de hierro fulguró por décadas desde y para Roma.
¿En qué se parece Schröder a Ratzinger?
Aunque el canciller alemán, Gerhard Schröder, haya declarado que representa "un gran honor" para Alemania no falta quien diga que, en realidad, lo único que tiene en común con el otrora controvertido teólogo alemán es el pasaporte. La falta de puntos de convergencia entre ambos ilustres teutones se ejemplifica fácilmente contraponiendo los cuatro matrimonios del canciller alemán con la vehemencia con que el cardenal Ratzinger defendió la indisolubilidad del sacramento del matrimonio. La religión es una "cuestión privada" para la cúpula del ejecutivo alemán, mientras que el Panzerkardinal ha arremetido firmemente contra la "dictadura del relativismo".
Una nación orgullosa de su Papa
Las encuestas arrojan que un 76% de la población se alegra de que después de 482 años sea otra vez un alemán el más alto representante de la Iglesia Católica. Sin embargo, que justo sea Ratzinger el nuevo Papa encuentra el beneplácito sólo de un 63%. Casi un 90% esperaría de un nuevo Papa reformas en la Iglesia, tales como el sacerdocio para las mujeres o la abolición del celibato sacerdotal. Uta Ranke-Heinemann, teóloga de Tübingen, declaró en la radio alemana que "no cabe esperar mucho de él", pues la Iglesia Católica lleva ya 2000 años discriminando a las mujeres.
La preocupación de los cristianos
En el país de la Reforma provocada por Martín Lutero -quien publicó su Biblia en 1522, justo en el año en que el subió a la silla de San Pedro Adrián VI, el anterior Papa alemán-, la población protestante va de la mano en cuanto a número con la católica. El movimiento ecuménico alemán -que se autodefine como insigne representante del espíritu de la época- habla de la necesidad de un símbolo común para la cristiandad del país.
Sin embargo, mucho no cabe esperar, en ese sentido, del nuevo Papa, pues, según la pastora Maria Jepsen, obispa de Hamburgo, "su miedo a que las iglesias locales se independicen es muy grande", mucho más grande que la intención que anunciara Benedicto XVI durante la celebración de su primera liturgia: el nuevo Papa haría todo lo que parezca oportuno para promover los puntos comunes con las otras Iglesias.
Los cardenales toman posición
La pregunta de si el nuevo Papa podrá satisfacer las expectativas preocupa también al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal Karl Lehmann. A pesar de que sus relaciones con el ex cardenal Ratzinger no fueron demasiado cordiales, Lehmann defiende la figura de Benedicto XVI aduciendo que la imagen que se tiene de él, sobre todo en Alemania, está deformada y pasa injustamente por alto sus méritos. Uno de ellos fue abrir los archivos de la Inquisición a la investigación histórica.
"No se trata de un conservador ciego, él sabrá sopesar el valor de cada paso", aseveró Lehmann, aparte de insistir en la falta de fundamento de las acusaciones en torno al supuesto pasado nazi de Joseph Ratzinger. Que justo sesenta años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial se haya escogido a un alemán como Papa es un símbolo del regreso de Alemania a la comunidad internacional, declaró el cardenal Lehmann.
Sin embargo, en cuanto a lo que representa para el país mismo esta elección las opiniones difieren en mucho. Ciertos analistas hablan de que tendrá, sin lugar a dudas, un efecto político directo, sobre todo en la oposición conservadora que no ha escondido su beneplácito por la noticia. En caso de que Benedicto XVI acentuara su línea conservadora, la mayoría del electorado alemán del ala cristiana vería frustradas sus expectativas, lo cual iría en desmedro de la democracia cristiana. Otros politólogos advierten del peligro de sobrevalorar el cargo del ex cardenal alemán: más allá de que satisfaga sentimientos nacionalistas, en una sociedad secular como la alemana la línea que siga Roma no incide en la política.
Haga honor a Benedicto XV, el Papa de la paz; a Adrián VI, el gran erudito que hizo frente a la Reforma; o a su fama de gran inquisidor… está claro que la figura del prominente ex cardenal no crea consenso. Por lo menos, no todavía, pues las sorpresas no están excluidas.