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Alerta: la economía alemana pierde impulso

Henrik Böhme
14 de agosto de 2019

En estos momentos, más que moverse, la economía alemana se arrastra. Emprender acciones irreflexivas para corregir esa situación no sirve de nada ahora. Las medidas por tomar deben ser inteligentes, comenta Henrik Böhme.

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USA Georgia | Hafen von Savannah
Imagen: picture-alliance/AP Photo/S. B. Morton

Uno puede emitir juicios negativos sobre la situación de una economía y terminar empeorándola de esa manera. De ahí que todos se abstengan de articular la palabrota "recesión”. Por otro lado, no sirve de nada negarse a ver la realidad. En la industria alemana, que es un pilar de la economía nacional, la recesión impera desde hace tiempo. Cada vez más empresas planean reducir su producción en los próximos meses; los pesimistas le están ganando la partida a los optimistas. Eso se debe a factores muy diversos y conocidos por todos: los conflictos comerciales, ante todo, pero también la crisis global de los fabricantes de automóviles, el "brexit” duro –que luce más y más probable con cada día que pasa– y, más recientemente, la creciente injerencia china en Hong Kong. Juntas, esas variables constituyen un cóctel explosivo.

Es por eso que la cifra anunciada hoy en Wiesbaden por la agencia federal de estadísticas –0,1 por ciento menos de rendimiento económico en el segundo trimestre de 2019 en comparación con el primero– no sorprende a nadie. Desde luego, es correcto presumir que las circunstancias no mejorarán en el trimestre en curso, que los expertos anunciarán, de nuevo, una cifra negativa y que la economía alemana será declarada oficialmente en estado de recesión. Esa es una convención acuñada por los economistas: después de dos trimestres con resultados negativos, los especialistas hablan de "recesión técnica”.

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Henrik Böhme, comentarista de DW.Imagen: DW

Algo muy normal

Eso es lo que va a pasar. Pero tampoco eso será razón para caer presas del pánico, ni para emprender acciones ireflexivas con miras a corregir la situación, ni para exigir la implementación de programas coyunturales. Esa pérdida de impulso es algo muy normal, aun cuando los agentes que la causan sean inusuales. Sobre todo después de una larga fase de crecimiento, como la que Alemania disfrutó en la década pasada. La coyuntura está marcada por ciclos y esos ciclos son líneas onduladas, no líneas rectas que ascienden de izquierda a derecha.

¿Por qué es tan importante la pérdida de impulso? Muchas empresas en este país se toparon con sus límites en los últimos años. Con frecuencia se veían imposibilitadas de atender a todos los encargos que recibían. En muchos casos, sus instalaciones llegaron al punto de ser aprovechadas en un 90 por ciento y más. A eso se sumó la ampliamente discutida falta de mano de obra cualificada. Ahora, dada la pérdida de impulso, la energía invertida para responder a la coyuntura positiva será ajustada para responder a circunstancias normales. Eso permitirá hallar el tiempo para reparar o sustituir líneas de producción.

Cientos de miles de cargos vacantes

Por ahora, también el temor a una gran ola de despidos carece de fundamento. Por supuesto que suena amenazante cuando compañías como Bayer, BASF o Volkswagen anuncian su intención de eliminar miles de puestos de trabajo. Pero la economía alemana no solo está compuesta por los grandes consorcios, sino ante todo por las miles de pequeñas y medianas empresas. Nunca antes habían tenido tantas personas un puesto fijo en Alemania como ahora. Los investigadores del mercado laboral siguen reportando que hay unos 1,4 millones de cargos vacantes. Y todavía está vigente la maravillosa receta del subsidio de jornada reducida; la Oficina Federal de Trabajo asume la continuación del pago salarial durante un tiempo, los despidos son evitados y las empresas conservan a sus trabajadores. Si los encargos aumentan, las empresas pueden intensificar su producción de inmediato.

En este instante la Oficina Federal para el Trabajo tiene en sus manos 50.000 solicitudes de personas que quieren trabajar a jornada reducida. En 2009, un año después de la crisis financiera global, cuando la economía alemana se redujo de golpe en un cinco por ciento, había 1,5 millones de personas aspirando a trabajar a jornada reducida. Eso sirvió de mucho en aquel momento, porque evitó que se consumara la temida ola de despidos. En otras palabras, el sistema funciona. Por eso suena más bien como habladurías de campaña electoral cuando el socialdemócrata a cargo del Ministerio de Trabajo se pasea por el país promoviendo nuevas ideas para el trabajo a jornada reducida.

No a los paquetes coyunturales – Sí a un paquete de inversiones

Lo que necesitamos es otra cosa: un rápido deslastre tributario de los trabajadores. Y es que la reducción del desempeño económico se habría notado más si el consumo interno no lo hubiera compensado. Ahora, cuando las malas noticias económicas podrían persuadir a los ciudadanos de a pie o a los inversionistas de gastar su dinero más cuidadosamente, quizás sería bueno que el ministro de Finanzas abriera los cofrecillos. ¡Nadie necesita un "cero negro”! Lo que ahora se necesita es un estímulo para las inversiones y para el consumo. Alemania todavía viene posponiendo inversiones en infraestructura.

Por eso, cabe aplaudir recomendaciones como las hechas por el renombrado investigador económico Michael Hüther. Él propone crear un ‘Fondo para Alemania' para un período de diez años, dotado con 450.000 millones de euros financiados por bonos federales que, en este instante, prácticamente le son arrebatados de las manos al Banco Central de Alemania. De hecho, los acreedores pagan dinero para comprar esos bonos . Ese dinero debe ser invertido en los sectores de transporte, Internet de alta velocidad, vivienda y –¡atención!– medidas contra el calentamiento global. Allí habría algo para todos. No obstante, yo me temo que, para esos fines, tenemos a la gente equivocada en el Gobierno.

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