Amazonía: viviendo a la sombra de la violencia
11 de febrero de 2020María Marcia Elpídia de Melo no ha visto a su hijo Elmiro desde hace más de seis meses. La líder de la comunidad de un asentamiento agrícola en el estado de Pará, en medio de la Amazonía brasileña, ha criticado abiertamente la apropiación ilegal de tierras en la zona. El año pasado, su hijo de 20 años fue golpeado y recibió amenazas de muerte por parte de asaltantes desconocidos, por lo que tuvo que huir y esconderse.
La mujer de 42 años vive en Terra Nossa desde 2006 como madre soltera con su único hijo en una casa de ladrillos de un solo piso. La luz entra por la ventana de de Melo mientras se inclina sobre la mesa de la cocina. La agricultora a pequeña escala, y presidenta de la Asociación de Productores Rurales de Nova Vitoria, se ha visto cada vez más involucrada en disputas por la tierra.
"Lo que no puedo aceptar es que maten a mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos. "Por ahora está a salvo, pero no voy a visitarlo porque tengo miedo de que alguien me siga”. Antes de esconderse, Elmiro ayudaba a su madre en la granja.
Según la Comisión Pastoral de la Tierra, un organismo de control de la violencia rural, tres habitantes de la aldea de de Melo fueron asesinados en 2018, y desde entonces 16 personas de la región han recibido amenazas de muerte a causa de los conflictos por la tierra.
Apropiación de tierras y amenazas
A lo largo del año pasado, de Melo informó sobre varios incendios provocados y sobre minas ilegales en la comisaría de Novo Progresso. Cuenta que en tres ocasiones, hombres involucrados en la tala le advirtieron que "dejara de protestar o moriría”. La fuerza policial no ha querido comentar estas acusaciones.
Terra Nossa, un asentamiento de 350 familias rodeado por un denso bosque y al que solo se puede acceder por un camino de tierra, se encuentra en el epicentro de la deforestación de la Amazonía. El municipio circundante de Novo Progresso acaparó los titulares internacionales en agosto del año pasado cuando gigantescos incendios forestales asolaron la región, una práctica que se repite todos los años para obtener tierras agrícolas, pero llevada al extremo esta vez.
Las autoridades de Novo Progresso registraron unos 124 incidentes en un solo día. Todos ellos coordinados en gran medida por un grupo, en su mayoría de agricultores, que buscaban limpiar las tierras forestales y reclamarlas para sí mismos.
Leyes y reglamentos vigentes
Según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués), un total de 4.217 kilómetros cuadrados fueron deforestados entre el 1 de agosto y el 30 de noviembre de 2019. Esto equivale a 46.000 campos de fútbol americano, más del doble de las cifras de 2018 para el mismo período.
Los expertos critican que las leyes actuales fomentan un proceso interminable de incendios, deforestación y apropiación de tierras. "Hay un claro incentivo legislativo”, lamenta Brenda Brito, investigadora del Instituto Imazon para las Personas y el Medio Ambiente, un instituto de investigación con sede en el estado de Pará. "Permite ocupar tierras públicas, fingir que se están usando para un trabajo legítimo, y luego reclamar el título de la tierra”, explica.
En diciembre del año pasado, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, relajó aún más las regulaciones al triplicar la cantidad de tierras que pueden ser reclamadas. Asimismo, ha otorgado títulos a aquellas personas que hayan ocupado una tierra desde al menos 2014.
Apoyo al desarrollo
De los caminos de tierra que atraviesan Terra Nossa, y que se utilizan para el transporte de madera talada ilegalmente, emergen troncos de árboles antiguos apilados sobre las laderas. "Hubo un tiempo en el que esto fue hermoso”, recuerda de Melo. "Antes de que se iniciará todo este negocio”.
La Amazonía es una de las regiones más pobres de Brasil. Un 45 por ciento de sus 23 millones de habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza. Algunos agricultores locales están enojados porque se dé prioridad a la selva tropical sobre las condiciones de vida de los trabajadores. Bolsonaro, elegido tras prometer durante la campaña electoral que abriría el Amazonas a la industria, ha fomentado el apoyo al desarrollo.
"¿Qué esperan que hagamos? ¿Que alimentemos a nuestras familias con polución?” dice Agamenon da Silva Menezes, un líder del sindicato de agricultores de Novo Progresso.
"Incluso si es real el cambio climático, cosa que no creo, ¿por qué deberían ustedes (Occidente) seguir enriqueciéndose y esperar que el resto de nosotros seamos felices siendo pobres?” añade Menezes.
Conflicto con las comunidades locales
A pesar de la amplia condena internacional, Bolsonaro ha promovido y defendido estas prácticas. "La deforestación y los incendios nunca terminarán”, dijo el presidente brasileño el año pasado, argumentando que "es algo cultural”.
Sin embargo, en la búsqueda de beneficios, los acaparadores de tierras a gran escala, tanto los agricultores locales ricos como los de fuera de Brasil, entran cada vez más en conflicto con las autoridades locales.
"Donde hay deforestación, es común la expropiación y la violencia”, afirma Mauricio Torres, investigador social y experto en apropiación de tierras en la Amazonía. "Para deforestar, es necesario librarse de las comunidades que ocupan el bosque”, añade.
El hogar de de Melo, Terra Nossa, está habitado por modestos agricultores a pequeña escala que hacen un uso sostenible de la tierra y del bosque circundante lleno de palmeras de azaí y árboles de castañas de Brasil. La ola de usurpación de tierras, sin embargo, ha puesto en peligro esta forma de vida.
Raione Lima Campos, un abogado local de la Comisión Pastoral de la Tierra, dice que los líderes locales como de Melo se convierten a menudo en el blanco de los madereros y agricultores cuando se pronuncian en contra de ellos.
Añade que el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), el organismo nacional encargado de las cuestiones de reforma agraria, apenas ha intentado resolver el problema de la apropiación de tierras y la violencia. "El INCRA no tiene interés en esto”, añade, refiriéndose a una aparente falta de acción. "Siempre ha sido mala, pero ahora la situación es peor”. El INCRA, por su parte, no ha querido responder a una solicitud de comentarios.
Para de Melo, el resultado es una mezcla difusa de desconfianza en las instituciones públicas que se supone deberían protegerla. Pero la apropiación de tierras es solo una parte del plan de Bolsonaro, junto con la línea de ferrocarril del Ferrograo para el transporte de soja, las presas hidroeléctricas a lo largo del río Tapajos y la autovía BR-163 a través de Pará, diseñada para abrir la Amazonía a la agroindustria.
Paseando por el jardín de la casa de de Melo, donde solía jugar su hijo entre las plantaciones de anacardos, melocotones y palmeras de azaí, uno siente que ella es vulnerable y se encuentra completamente aislada, pero también en el epicentro del proyecto de infraestructura más importante del mundo.
"Estos usurpadores de tierras son una banda organizada que está en todas partes”, critica. "Incluso tienen políticos influyentes entre ellos. Cualquier problema que tengan, como yo, eventualmente desaparecerá”, sentencia.
(ar/er)
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