Latinoamérica: igualdad, materia pendiente de la universidad
8 de marzo de 2020DW: Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) presenta "¿Dónde están las rectoras en América Latina?", que detalla que solo el 18% de las universidades tiene mujeres rectoras. ¿Por qué hay tan poca representación femenina?
Que no haya prácticamente mujeres liderando las universidades públicas de la región es un reflejo más de los desequilibrios de género en todas las esferas de la vida social y económica. La paradoja es que hay más mujeres estudiando que hombres, pero en cuanto se llega a posiciones de poder, empezando por las cátedras, los lugares están abrumadoramente en manos de hombres. Y, como tener la máxima categoría académica es un requisito para acceder al rectorado, las probabilidades de que accedan las mujeres siguen siendo bajas.
¿Qué factores motivan las diferencias entre países, en algunos de los cuales la presencia de rectoras es nula?
Hay diferencias entre países que se explican en parte por los mecanismos de gobierno y de nombramiento. En Cuba, dónde los nombramientos al frente de los rectorados son responsabilidad directa del gobierno, existe una total paridad entre hombres y mujeres, pero, en otros países como Argentina o Chile, con otros mecanismos de gobierno, lo que sucede en los rectorados es el mero reflejo de lo que sucede en la mayoría de empresas e instituciones.
No obstante, aunque las aulas están repletas de alumnas, su número es reducido en los estudios y las carreras de investigación como ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas...
Por el momento, la participación de la mujer en ciencias no deja de crecer, particularmente en las ciencias de la vida, pero lo hace a un ritmo muchísimo más lento en las ingenierías. Nada hay en los contenidos o en las competencias que justifique las bajas cifras de participación de la mujer en la ingeniería, sino que el origen de este falso desinterés está en la imagen social que se transmite.
Iberoamérica es la segunda región del mundo en la que menos ha crecido el número de estudiantes de educación superior que han emprendido estudios en otro país en los últimos 5 años. ¿Qué motivos dificultan esta movilidad académica e investigadora?
Los más importantes son la disponibilidad de recursos financieros y el dominio de la lengua inglesa. No obstante, lo cierto es que la región envía a más estudiantes a países fuera de la región que los que recibe de otros continentes: por cada estudiante que recibe, envía casi cuatro, particularmente a Europa. La movilidad emerge también como un vector más de inequidad: la falta de ayudas financieras públicas limita severamente que la experiencia de la movilidad, incluso a escala regional, quede reducida a unos pocos estudiantes.
Además de este aspecto, la mejora de la calidad de la educación superior es otro de los retos. ¿Cuál es la situación de la educación superior en América Latina, en general, y en Venezuela, en particular?
Si algo caracteriza a la región es el crecimiento de la demanda de educación superior, a la que, con frecuencia se ha respondido con un crecimiento anárquico del número de instituciones de educación superior, sin la suficiente calidad y provocando una grave segmentación dentro de los sistemas, lo que es expresión de una inequidad flagrante. Es indudable que Venezuela está viviendo la peor crisis humanitaria en la región, que impacta gravemente sobre el funcionamiento ordinario de las universidades y que es causa de éxodos académicos.
El 10 de febrero de 2020, el IESALC lanzó el informe "Contribución de la educación superior a los objetivos de desarrollo sostenible: marco analítico (2020)". ¿Qué dificultades se deben superar para incorporar la sostenibilidad en la educación superior en América Latina?
La mayoría de las universidades conoce perfectamente la agenda 2030. Sin embargo, son muy pocas las que cuentan con planes estratégicos, mecanismos de coordinación y promoción y recursos apropiados para desplegar un programa coherente de contribución a los objetivos de desarrollo sostenible. No obstante, la comunidad académica, y en particular los estudiantes, son verdaderos activistas en favor de todas las dimensiones de la sostenibilidad.
Cambio climático, erradicación de la pobreza, paz y seguridad, igualdad de género son algunos de los mayores desafíos del siglo XXI que se recogen en la agenda 2030. ¿Cómo puede contribuir la investigación a afrontarlos?
Necesitamos que los resultados de la investigación, por lo menos la financiada con fondos públicos, sean de dominio público. Este principio, de que hemos de compartir soluciones con urgencia y llevarlas a la práctica en lo local para incidir en lo global, es lo más importante que las universidades pueden transmitir hoy. Por esto es importante que la propia experiencia cotidiana del estudiante en la universidad le muestre cómo con pequeños gestos cotidianos podemos hacer grandes contribuciones.
(rr)
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