“América Latina será competitiva si invierte en capital humano”
8 de noviembre de 2008Y es que si el boom de la exportación de materia prima hacia Oriente ha sido motivo de júbilo —hasta ahora—, la percibida “invasión” de mercancía made in China es la otra cara de la moneda. El Dr. Hartmut Sangmeister (62), apasionado investigador del acontecer latinoamericano y profesor de Economía del Desarrollo en la Universidad de Heidelberg —una de las principales instituciones élite y la más antigua de Alemania— acaba de regresar de China. No trajo muy buenas noticias, pero sí lúcidas observaciones en torno al futuro de las relaciones entre América Latina y el país asiático.
Su investigación La conexión china: Los intereses económicos chinos en Latinoamérica fue publicada en septiembre de 2008, poco antes de que estallara la crisis financiera internacional.
DW-WORLD: ¿Qué conclusiones o pronósticos querría Usted corregir a la luz de los nuevos acontecimientos?
Hartmut Sangmeister: Pasé tres semanas en China y conversé con empresarios y científicos locales para saber cómo estaban siendo afectadas las perspectivas económicas del país por la actual crisis financiera. Llegamos a la conclusión de que China no podrá sostener el grado de crecimiento económico que había demostrado hasta ahora y eso trae consecuencias de peso para sus socios comerciales en América Latina.
Los sectores ligados al desarrollo de alta tecnología para cohetes, satélites y la industria de la aviación no van a padecer mucho, pero ese es un ámbito de colaboración muy pequeño entre China y Latinoamérica. Los que de inmediato se verán afectados por la desaceleración de la economía china serán Chile y Brasil, sus proveedores de materia prima por excelencia.
Asumiendo que la actual crisis financiera que azota a Estados Unidos y Europa le permita a la República Popular China vender sus productos aún más baratos en Latinoamérica, ¿qué países y sectores productivos se verán más afectados por la competencia con China y cómo podrían proteger sus respectivas economías?
México, Guatemala y otros países centroamericanos tendrían mucho que perder en esa competencia porque producen la misma mercancía que China: textiles, zapatos, juguetes, aparatos electrodomésticos y otros objetos de baja complejidad tecnológica. La industria brasileña de zapatos también se vería golpeada por la oferta masiva de productos chinos, si no fuera porque el gobierno implementa políticas proteccionistas fuertes en ese sector. Pero esa tampoco es una medida sostenible para garantizar la salud de una economía nacional; la historia de la economía mundial nos enseña que el proteccionismo a largo plazo no tiene sentido.
El proteccionismo no es una medida efectiva para impulsar las economías nacionales a largo plazo, pero muchos latinoamericanos reaccionan negativamente cuando oyen hablar sobre la necesidad de liberalizar la economía. ¿Cómo pueden los países latinoamericanos competir en igualdad de condiciones con China u otras potencias sin implementar condiciones de trabajo inhumanas, procesos de producción dañinos para el medio ambiente o paquetes económicos que incrementan los índices de pobreza y comprometen la convivencia ciudadana pacífica y la estabilidad de las instituciones democráticas?
Aparte del proteccionismo o la liberalización de la economía existe una tercera opción: la inversión masiva en la investigación científica, la capacidad innovadora y la educación; no solamente en la educación universitaria, sino sobre todo en la primaria y la secundaria. Gran parte de la población joven en Latinoamérica carece de los estudios más elementales y eso hace que un potencial valioso para el desarrollo del subcontinente pase inadvertido y se desperdicie.
La mano de obra barata y sin educación formal es buscada en China y en África porque en Latinoamérica el nivel de los sueldos ya es demasiado alto. América Latina sólo podrá competir en el mercado internacional cuando invierta masivamente en el capital humano con el que ya cuenta, es decir, cuando prepare a su gente para encargarse de oficios que aporten un alto valor a la producción.
Las sociedades latinoamericanas tienen una ventaja competitiva frente a China: sus ciudadanos tienen potencial para la reflexión creativa y el desarrollo de innovaciones. Pero esa ventaja sólo puede aprovecharse optimizando el sistema educativo.
En su ponencia “China y Latinoamérica: ¿socios económicos o rivales?” dice Usted que las relaciones económicas entre naciones no generan necesariamente ganancias equitativas para los involucrados. En el caso de las transacciones sino-latinoamericanas, ¿qué intercambios comerciales son los más provechosos para ambas partes?
Aquellos en donde las necesidades de ambas partes se complementan mejor. Las relaciones de la República Popular China con Brasil son muy buenas. Cuando le preguntas a un exportador chino por Latinoamérica, lo más probable es que solamente conozca a Brasil, todo lo demás le resulta poco interesante porque Brasil compra sus productos terminados y le vende a China recursos minerales y materia prima de vital importancia.
México y la mayoría de los países centroamericanos producen la misma mercancía que China y entran en competencia con ella, pero en posición de desventaja. Ellos son rivales en el mercado internacional.
Estados Unidos teme que su abastecimiento energético se vea afectado negativamente por la transferencia de energía de Latinoamérica a China. ¿Qué razones tendría Europa —y en especial Alemania— para temerle a la conexión China-Latinoamérica?
Europa y Alemania reciben materia prima de Latinoamérica, pero muy pocos recursos energéticos y, en consecuencia, ellas tienen poco que temer. Lo que a Estados Unidos le preocupa es el coqueteo frontal del gobierno venezolano con el chino, su intención de enviar su petróleo al otro lado del Pacífico, la dureza del discurso antiestadounidense de Hugo Chávez y la disposición de China —más retórica que de facto— a apoyar a los países latinoamericanos que desean independizarse económicamente del “gran hermano” del Norte.
Pero el envío de petróleo de Venezuela a China es complicado y muy caro desde una perspectiva logística y técnica. Además, China ha invertido masivamente en una cadena de producción en África —desde la exploración hasta el transporte, pasando por el procesamiento y la infraestructura— para poder sacar de allí gran parte de sus recursos energéticos.
Se suele decir que Latinoamérica recibió a China con los brazos abiertos, pero hay sectores influyentes que siempre sostuvieron una posición crítica frente a ese país, sobre todo en materia de derechos humanos y ecología.
Ciertamente, no todos los proyectos de inversión anunciados por empresas chinas se han llevado a cabo. Los inversionistas chinos tuvieron que aprender que las sociedades civiles latinoamericanas tienen la voluntad y la capacidad para rechazar los proyectos que juzguen desfavorables para sus intereses. Por ejemplo, protestas de ecologistas retardaron considerablemente la construcción de una fábrica de acero en la provincia brasileña de Maranhão valorada en casi 4 miles de millones de dólares estadounidenses; su inauguración estaba prevista para 2005, pero su planificación fue retomada apenas en abril de 2007 tras introducir cambios notables inspirados por estas protestas.