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António Guterres: pragmático, soñador y ciudadano del mundo

30 de mayo de 2019

El Premio Carlomagno 2019 es para al Secretario General de la ONU, António Guterres. El portugués lucha por el multilateralismo, los derechos humanos y la protección del clima. Un perfil.

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UN-Generalsekretär Guterres besucht Tuvalu im Pazifik
Para Guterres el cambio climático es un tema centralImagen: UN Photo/Mark Garten

"Es notable", dijo António Guterres hace unas semanas, "que hayan decidido no darse por vencidos ante este enorme reto". Se refería a los estados insulares del Pacífico que había visitado para obtener una impresión personal de los efectos ya visibles del cambio climático. Esta frase también podría decirse del propio Secretario General de las Naciones Unidas.

Desde que Guterres asumió la dirección de las Naciones Unidas en sustitución de su predecesor, Ban Ki Moon, a principios de 2017, los desafíos a los que se enfrenta la comunidad internacional se han hecho aún mayores.

Pero Guterres -como los estados del Pacífico- ha decidido no rendirse. Por su compromiso, este hombre de 70 años recibe ahora el Premio Carlomagno de Aquisgrán, uno de los premios europeos más importantes para los constructores de puentes políticos.

El estratega de Lisboa

António de Oliveira Guterres es considerado como el cerebro de la "Estrategia de Lisboa", con la que la Unión Europea quería convertirse en el primer espacio económico del mundo en diez años.

La presidencia del portugués del Consejo en el primer semestre de 2000 también incluyó la decisión de admitir a Grecia en la Eurozona, un acuerdo de libre comercio con México y sanciones contra Austria por la participación del populista de derecha FPÖ en el gobierno. En el escenario europeo, a Guterres probablemente le ayudó su fluidez con el español, francés e inglés, además de su lengua materna, el portugués. Durante sus seis meses como presidente del Consejo, el Neue Zürcher Zeitung calificó una vez a Guterres de "utópico pragmático", una descripción que aún hoy puede aplicarse a Guterres.

Incluso en su época como primer ministro en Portugal, la búsqueda del equilibrio y el diálogo fue particularmente importante para Guterres: cuando el Partido Socialista (PS) no alcanzó la mayoría absoluta, en 1995, el ingeniero formó un gobierno de minoría. Durante su primer mandato, perdió a su primera esposa, Luísa Amélia, que murió de una enfermedad. Guterres se volvió a casar en 2001.

Sin embargo, en el segundo mandato de su gobierno minoritario, se vio sometido a una mayor presión debido a una distribución desequilibrada de los fondos de la UE: gran parte del dinero se destinó a proyectos prestigiosos como la Eurocopa de 2004, mientras que la infraestructura de las zonas rurales se estaba desmoronando. El colapso de un puente, con más de 70 muertos, y los malos resultados del PS en las elecciones locales llevaron finalmente al fin del gobierno de Guterres en diciembre de 2001.

Una historia de ascenso

En ese momento, Guterres ya había establecido buenos contactos a nivel internacional: asesoró al entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, sobre cuestiones sociales en Brasil. En 2005, Annan lo elevó a una de las oficinas más importantes de las Naciones Unidas, convirtiendo a Guterres en el Alto Comisionado para los Refugiados. Bajo la conducción de Guterres, el ACNUR se convirtió en un aparato con un presupuesto de 6.800 millones de dólares y más de 9.000 empleados en 123 países (2015).

Pero el drama de los refugiados en diferentes partes del mundo se hizo cada vez más grande, especialmente en Siria. Guterres criticó desde el principio la ignorancia de los Estados ricos y la precaria situación financiera del ACNUR, que agravaba la situación de los refugiados sirios. 

Cuando en 2015 no estuvo disponible para un tercer mandato como jefe del ACNUR y entregó su cargo al italiano Filippo Grandi, ya se suponía que tenía ambiciones para el puesto más alto de la comunidad internacional. Muchos deseaban que en ese momento resultara electa la primera mujer al cargo de Secretaria General de la ONU, preferiblemente de Europa del Este. Al final, sin embargo, el experimentado portugués ganó, por primera vez sin una voz disidente de las filas de las potencias de veto (EE.UU., China, Rusia, Francia, Gran Bretaña).

UN-Generalsekretär Guterres besucht Tuvalu im Pazifik
Imagen: UN Photo/Mark Garten

Guterres, el Secretario General

Después de diez años bajo Ban Ki Moon, muchos diplomáticos esperaban un soplo de aire fresco en la ONU cuando Guterres asumió el cargo a finales de 2017. Pocos días después de la toma de posesión de Guterres en Nueva York, a 330 kilómetros al suroeste, en Washington, juró su cargo Donald Trump, presidente de Estados Unidos, al que le gusta enfrentarse a las Naciones Unidas y que, en ocasiones, incluso amenaza con retirarse del organismo. Trump es un firme opositor del multilateralismo, que Guterres defiende con la misma convicción.

Hasta ahora, el Secretario General de las Naciones Unidas ha sido particularmente enfático en cuestiones como la migración y el cambio climático. Un éxito en la primera mitad de su mandato fueron los pactos sobre refugiados y migración, que fueron aceptados por la gran mayoría de los Estados miembros de la ONU en tiempos de creciente nacionalismo. 

Guterres señaló desde un principio la catastrófica situación de los rohingya, que han sido perseguidos en Myanmar desde el otoño de 2017, pero que durante mucho tiempo han estado impotentes ante la violencia contra la minoría musulmana. Logró reunir a las partes beligerantes en Yemen. Pero ambas crisis siguen sin resolverse, al igual que muchos otros conflictos en todo el mundo. El área de trabajo de Guterres sigue siendo la implementación de los objetivos de desarrollo de la ONU para 2030. También quiere reformar el funcionamiento de la Secretaría General de las Naciones Unidas: está por ver si logra que el aparato sea más eficiente en su accionar. 

(dg/cp)

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