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La Haya, un tribunal sobrepasado

Dragoslav Dedovic31 de marzo de 2016

Vojislav Seselj era y es un agitador. No obstante, ahora queda libre. Su proceso ante el Tribunal de Crímenes de Guerra en la Antigua Yugoslavia fue un fiasco para el derecho y la justicia, opina Dragoslav Dedovic.

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Sede del tribunal para la antigua Yugoslavia, en La Haya.Imagen: picture-alliance/dpa

En vísperas de que se dictara sentencia ya se especulaba que si Vojislav Seselj era condenado a un máximo de 19 años de cárcel, sería un hombre libre. Porque casi todos los sentenciados fueron puestos en libertad tras cumplir aproximadamente un tercio de sus condenas. Y el tiempo pasado en prisión provisional, antes y durante el proceso, siempre se incluye en el cálculo. Pero ahora incluso recibió la absolución.

Vojislav Seselj fue y sigue siendo hasta el día de hoy un agitador. Su actuación pública lleva el sello de la instigación al odio. Desde el punto de vista moral y político esta figura –uno de los más fanfarrones ideólogos de la Gran serbia- fue sin duda un impulsor de las “limpiezas étnicas” de las guerra que tuvieron lugar en la antigua Yugoslavia a partir de 1991.

¿Cómo se produjo la absolución?

En 2003, Seselj se entregó voluntariamente al tribunal de la ONU. Nada menos que 13 años les tomó a los jueces llegar a este veredicto. Haciendo un balance, se puede considerar este proceso como un fiasco para el derecho y la justicia.

Seselj no fue acusado en La Haya de incitación al odio. Tal delito no está tipificado aún en el derecho internacional. En lugar de eso se le imputó algo que la inconsistente y débil acusación no pudo probar: una responsabilidad directa en crímenes de guerra cometidos en Croacia y Bosnia-Heregovina entre 1991 y 1993.

Regreso a Serbia

Hace cerca de un año y medio, los juristas de La Haya lo enviaron de regreso a Serbia, con la secreta esperanza de no volver a verlo. Vojislav Seselj está gravemente enfermo de cáncer. Pero sabido es que la mala hierba nunca muere. El tribunal de La Haya ni siquiera exigió del gobierno de Belgrado la garantía de que enviaría al acusado nuevamente a Holanda si era condenado.

Actualmente Seselj participa con entusiasmo en la campaña electoral serbia. Y La Haya es parte de su estrategia. En Serbia se ven carteles con su rostro y una sola palabra: “Triunfador”. El mensaje es claro: Seselj derrotó a la poderosa justicia occidental antiserbia. Eso tiene buena acogida. No acudió a la corte para escuchar la sentencia y sigue mostrando desprecio a los jueces. El veredicto echará agua en sus molinos y los de su partido ante los comicios parlamentarios del 24 de abril.

Los ganadores

El desenlace del juicio alegrará a una cantidad sorprendentemente grande de gente. Los que más celebran son sus partidarios en Serbia, dado que Sesellj podría volver a convertir nuevamente en tercera fuerza política del país al Partido Radical Serbio, que había caído en la insignificancia. También a nivel internacional estarán de seguro encantados sus amigos y hermanos de espíritu, como Vladimir Schirinovski y Jean-Marie Le Pen. Paradójicamente, también han de alegrarse los nacionalistas croatas y de otras partes, porque la absolución de Seselj es la prueba concluyente de que los belicosos años de la década del 90 seguirán vivos por largo tiempo. Y eso también sirve a fines políticos en la vecindad de Serbia.

Dragoslav Dedovic.
Dragoslav Dedovic.

El primer ministro y el presidente de Serbia –ambos antiguamente encendidos partidarios de Seselj- probablemente se sentirán satisfechos, por lo menos en secreto: su antiguo ídolo, con sus proclamas marciales, hace que estos conversos europeo y su “nacionalismo civilizado” parezcan carentes de alternativa en el espectro de la derecha serbia.

Y es muy probable que todos se alegren también en el Tribunal de Crímenes de Guerra de la ONU, porque por fin ha terminado este espanto.

Los perdedores

Los perdedores son naturalmente aquellos que han sufrido en carne propia la fatídica puesta en práctica del odio propagado por Seselj. Las víctimas de la milicia de su partido, “Águila Blanca”, presumiblemente no mostrarán mucha comprensión con las sutilezas del derecho internacional y las dimensiones de sus resquicios.

El mundo tiene desde hace tiempo otras preocupaciones. El agresivo payaso político que es Seselj no tendrá que volver al escenario de La Haya. Serbia podrá quedarse con esa papa caliente. El veredicto en su caso pasará al inventario de la bancarrota de un tribunal sobrepasado. No deja de tener un profundo simbolismo el hecho de que, desde la Edad Media, la diosa de la Justicia sea representada con los ojos vendados.