Arabia Saudita: un año del rey Salman en el poder
23 de enero de 2016“Se prohíbe jugar ajedrez”. Eso se ha leído en las últimas jornadas sobre una fatua del gran muftí Abd al Aziz Al Sheikh. El razonamiento de los eruditos religiosos es que el ajedrez es un juego de azar y, tal como el alcohol, una obra del demonio.
La fatua se puede leer como un sutil comentario de la situación del país un año después de que el rey Salman asumiera el mando. El hecho de que el ajedrez sea un “juego de azar”, los pobres sean más pobres y los ricos todavía más ricos habla mucho de un país donde algunos profitaron largamente de los precios del petróleo, mientras que otros se arruinaban más y más.
El comentario también es sutil porque el ajedrez es un lugar donde se practica el pensamiento estratégico y cuyo máximo objetivo es derrocar al rey. Este podría ser el motivo real de la fatua del muftí, cercano al monarca, se comenta en las redes sociales.
Enorme déficit estatal
El rey Salman bin Abdulaziz Al Saud debe estar preocupado. Razones para temer por el futuro de su dinastía tiene por montones. Por ejemplo, por primera vez en su historia el reino informó de un déficit en 2015, debido a la caída abrupta en los precios del petróleo. El saldo negativo asciende a alrededor de 90 mil millones de euros.
El problema es dramático para el rey y el país de muchas formas. Ahora mismo, Arabia Saudita enfrenta varios problemas a la vez, así que no hay dinero para el gasto del estado de bienestar. Con éste, el gobierno había comprado la tranquilidad de sus ciudadanos tras el comienzo de las revoluciones árabes en 2011. Cuánto tiempo más durará esa paz, a la vista de los resultados fiscales, es un enigma.
El déficit también preocupa porque Riad se involucró en una costosa guerra en Yemen. Ésta cuesta al país en torno a los 200 millones de euros... al día. Al mes, eso hace seis mil millones de euros. El objetivo de esa guerra no es otro sino la reputación. En el pequeño país de la península arábiga lo que se disputa es el poder hegemónico en la región entre Arabia Saudita e Irán. Por ello, ese conflicto está relacionado con la preocupación saudita por el problema en Siria. También hasta allá llegan enormes sumas tanto privadas como estatales. Una parte de ellas va dirigida a organizaciones yihadistas.
Sin estrategia a la vista
Salman, nacido en 1935, está sometido a presiones tanto desde dentro como desde fuera del país. El distanciamiento de su tradicional protector, Estados Unidos, hecho patente con el acuerdo nuclear con Irán, lo obligó a redefinir la política exterior. Si lo que ha determinado el monarca servirá a los intereses del país es todavía un asunto por discutir.
“La nueva política de Arabia Saudita es una expresión de la idea ampliamente extendida en el reino: que Estados Unidos se está retirando de Medio Oriente”, escribió el columnista político Fahad Nazer en la publicación virtual Al-Monitor. “Y cuando (el rey) actúa en consecuencia, queda la impresión de que carece de una estrategia clara”, añade.
Desafíos internos
También la política interior presenta desafíos al rey. Cada vez más ciudadanos se atreven a criticar a la casa real, lo que hace que esta reaccione con mayor severidad. Así lo muestran algunas sentencias judiciales que ha conocido Occidente, como la pena de diez años de prisión, más multa y mil latigazos, que pesa sobre el activista de los derechos civiles Raif Badawi. O la condena a pena de muerte por apostasía contra el poeta Ashraf Fayadh. A comienzos de año fue ejecutado el líder chiita Nirm al Nimr, quien abiertamente se oponía a las autoridades.
“En tiempos del EI, ¿de verdad necesitamos más escándalos relacionados con decapitamientos?”, se pregunta el columnista Amjad Nasr en el diario virtual Al Araby al-jadeed. Otros, en cambio, saludan la aplicación de la pena de muerte. “Arabia Saudita ha aplicado la ley de Dios”, dijo Fawzi al-Zafzaf, un erudito religioso de la Universidad Al Azhar de El Cairo, Egipto.
Hacia donde lleva la política interna del rey a la sociedad saudita es incierto. Observadores y expertos advierten desde hace tiempo sobre un desarrollo de la situación más bien desastroso. “Los sauditas más jóvenes tienen una aproximación más abierta hacia el islam”, escribe el periodista John R. Bradley en su libro “Saudi Arabia Exposed”. Bradley vivió varios años en el país. Para él, “su visión religiosa se generó a partir de la línea dura de eruditos y clérigos. En sus cabezas se incrustó material inflamable, que la más mínima chispa puede incendiar. El colapso del estado de bienestar podría ser esa chispa”.