Arte de la independencia en año del Bicentenario
25 de marzo de 2010DW-WORLD: ¿Con qué objetivo ha iniciado el Instituto Goethe el proyecto “El arte de la independencia”, que confluye ahora en la exposición “Menos tiempo que lugar”?
Alfons Hug: El Instituto Goethe no tuvo la intención de organizar una celebración como la que se acostumbra en tales ocasiones. El arte del presente tampoco se presta para eso. Lo que queremos es ilustrar el tema de la independencia a través de medios contemporáneos. Los artistas e intelectuales que participan en el proyecto han puesto de relieve una cantidad de planteamientos. Algunos abordan el tema desde la historia, otros investigan el drama urbano de las metrópolis de hoy, mientras otros proponen una versión irónica del Bicentenario.
“Menos tiempo que lugar” es, a primera vista, un título algo enigmático. ¿Qué significa?
El título se refiere a un poema del escritor uruguayo Mario Benedetti. La exposición es, por un lado, un mapa, ya que se atiene a una dramaturgia geográfica y hace un viaje por todos los países del continente. Por el otro lado es también un detector temporal que explora la historia año por año. Con esto surge una especie de “Cronotopos”, es decir, una fusión de tiempo y espacio.
“Menos tiempo que lugar”: ¿significa que hoy tenemos menos tiempo que lugar, que el tiempo se nos va de las manos mientras buscamos un lugar permanente en el que vivir, pero que, al final, el tiempo ya pasó?
El Instituto Goethe y el Ministerio Alemán de Exteriores invitaron al diálogo con motivo del Bicentenario de la independencia de América Latina. ¿Fructificó ese diálogo?
Ese diálogo es llevado a cabo por el Instituto Goethe en Sudamérica hace más de 50 años. El Bicentenario es sólo un motivo para profundizar la conversación en 2010 y 2011. Si lo logramos, lo sabremos dentro de un año.
¿Cuál es el aporte de los artistas a los festejos del Bicentenario? O, dicho de otro modo, ¿cuál es el papel asignado a los artistas y escritores en este proyecto?
Los artistas y pensadores que participan en nuestra muestra han recorrido Sudamérica por todos los puntos cardinales. Visitaron pueblos pintorescos en el interior y megaciudades totalmente sobrepoblados. Lugares que se aferran al pasado y metrópolis modernas que han destruido los últimos restos de historia. Sobrevivieron en inhóspitos desiertos de cemento y disfrutaron la elegancia y la tranquilidad de patios sombríos, plenos de armónicos arcos de medio punto, como sólo pudo haberlos creado la arquitectura colonial. Vivieron en capitales que no quieren serlo –pensemos en Sucre– y otras rebosantes de energía. En La Paz se preguntaron si la autonomía indígena puede darle nuevos rumbos a la historia. Y en Buenos Aires, si los movimientos sociales pueden ser la respuesta a la globalización. En algunas ciudades el tiempo pasó demasiado lentamente, en otras, demasiado aceleradamente. En algunos casos, al arte contemporáneo le resultó difícil hacerse su lugar, y en otros fue recibido con los brazos abiertos.
Es claro que de los artistas no se espera una receta para la política cotidiana y tampoco un “diseño político”. Más bien que reinterpreten a través de medios estéticos y de forma totalmente subjetiva el utópico proyecto de Bolívar.
La exposición se lee también con el trasfondo de los dramáticos cambios que ha experimentado Sudamérica en las últimas décadas. De la noche a la mañana, tranquilas ciudades se transformaron en megalópolis descontroladas y superpobladas, rodeadas de barrios marginales. Paisajes intactos se convirtieron en desoladas tierras de nadie. Los artistas también elaboraron la vitalidad constante de la población multiétnica del continente, su espiritualidad y su creatividad.
¿Cómo puede entenderse el concepto de “independencia” en una sociedad tan llena de contradicciones como la de América Latina?
Cuando tenía 32 años, Simón Bolívar escribió desde su exilio en Kingston, en septiembre de 1815, su legendaria “Carta de Jamaica” a un amigo inglés. En la más importante de sus epístolas, el héroe de la independencia bosquejó un panorama grandioso de América, desde los EE.UU. hasta Argentina y Chile.
El análisis, fulminante, comienza con un inventario de los movimientos libertadores entre 1810 y 1815, así como las razones que llevaron a los “españoles americanos” a la independencia. Luego sigue un llamado a Europa a apoyar la gesta hispanoamericana. En la tercera parte, Bolívar, al que muchos consideran el político 'sudamericanista' más importante de todos los tiempos, se explaya acerca de las perspectivas de futuro de cada república. Y cierra su tratado, escrito en prosa elegante, con un llamado a la unidad de los pueblos americanos.
Pero Bolívar también lamenta que el futuro de este continente, que fue el último en haber sido poblado por el ser humano, y que en lengua Kuna se llama “Abya Yala” (tierra firme), no esté claro: “En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política.” En cierta forma, el legado de Bolívar sigue sin haberse cumplido. De vez en vez vuelven a encenderse disputas, como recientemente entre Colombia, Ecuador y Venezuela, o como en el caso de la controvertida frontera de los llamados “Campos de Hielo del Sur” en la Patagonia, que pesa hasta hoy sobre las relaciones entre Chile y Argentina.
La Carta de Jamaica se prestó como punto de partida del proyecto por muchos motivos. Por un lado, porque se refiere al continente entero, y por el otro, porque las visiones bolivarianas permiten una prolongación de la Carta en el presente y hacia el futuro. Y, finalmente, porque hay una clara referencia a Alemania, ya que Bolívar menciona en su escrito varias veces al “Barón de Humboldt”, que hizo por América más que todos sus conquistadores. Una versión moderna de la obra de Bolívar deberá tener en cuenta posiciones artísticas que estén abiertas a los profundos cambios sociales y culturales a los que están sometidos hoy los Estados de América Latina.
¿Con qué técnicas trabajaron los artistas? ¿De qué modo trabajaron?
Tanto los artistas como los intelectuales estudiaron primero el material histórico y luego realizaron amplios estudios de campo en todos los países. El acento está puesto en videoarte y fotografía.
¿Qué reflexiones y resultados de la elaboración artística de este Bicentenario en el marco del proyecto lo sorprendieron especialmente?
Me sorprendió el trabajo sin concesiones de la mayoría de los artistas, el haberse ocupado de temas difíciles y también su fuerza. Como, por ejemplo, Christine de la Garenne, que viajó sola durante semanas en un ómnibus por Venezuela.
Agata Madejska siguió el legendario Camino del Inca en Perú y Ecuador, que una vez unió un reino gigantesco en los Andes a través de miles de kilómetros. Sus fotografías de excavaciones arqueológicas en Huaca de la Luna y en Pachacámac, o los restos arquitectónicos de Machu Picchu son testigos mudos de culturas desaparecidas. Madejska ilumina con tanto tino las terrazas de Pisac y los muros de la ciudad perdida de Chan Chan que éstos parecen despertar de su sueño milenario y mostrar su alma. La artista le devuelve al continente la columna vertebral de su cultura, severamente dañada por siglos de conquistas y guerras civiles.
Fernando Gutiérrez invitó a un descendiente del famoso almirante peruano Miguel Grau a hacer un viaje de 4.000 kilómetros en un autobús Volkswagen desde Lima hasta el sur de Chile, a lo largo del cual el equipo también visitó el acorazado Huáscar, anclado en Talcahuano, y organizó eventos artísticos en los pueblos costeros. Si la historia no puede corregirse, al menos debería permitirse una lectura irónica del tan mentado culto a las personalidades que se da en América Latina.
Pablo Cardoso, de Cuenca, Ecuador, ahondó aún más en la historia, acerca de la revolución de Haití, el Estado americano más antiguo después de los EE.UU. En Cabo Haitiano escaló la ciudadela, el fuerte más grande del hemisferio occidental, que recuerda a las cárceles de Piranesi, y que el autonombrado rey Henri Christophe hizo construir entre 1805 y 1820 por 20.000 trabajadores esclavos para defenderse de las tropas napoleónicas. El artista le sigue los pasos a los esclavos negros, que transportaron piedra por piedra. La ciudadela es un símbolo de una de las contradicciones típicas del continente: independencia formal por un lado, esclavitud persistente por el otro.
¿Realizará el Instituto Goethe otros proyectos en el marco de los 200 años de independencia?
Todos los Institutos Goethe realizan programas adicionales con motivo del Bicentenario, tanto en música como en cine, teatro u otro tipo de talleres.
¿En qué ciudades se podrá ver la exposición y cuándo?
En América Latina ya hubo adelantos en Cuenca, Quito y Porto Alegre. Luego de Buenos Aires, viajará a Curitiba, Brasil (sólo los trabajos en video). En Santiago de Chile estará del 14/5 hasta el 3/7 de 2010. En Medellín, Colombia del 9/9 hasta el 15.11 de 2010. En Córdoba, Argentina, en septiembre y octubre de 2010. En Río de Janeiro, la segunda mitad del año 2010, con videoarte y artistas locales. En México, en 2011. En Caracas, Asunción y La Paz, también en 2011. Aún no se conoce la fecha exacta. Y estamos negociando con socios en Berlín y en Kiel, también para 2011.
Entrevista: Pablo Kummetz
Editor: José Ospina-Valencia