“Brasil organiza eventos deportivos a costa de los pobres”
5 de junio de 2016“Dirty Games”, la película de Benjamin Best, se ocupa de la forma en que la codicia, la avaricia y la corrupción se apoderan de deporte usando sus eventos para beneficio de pocos y perjuicio de muchos. Best, galardonado en 2011 como Periodista del Año por CNN, le dedicó mucho tiempo a Brasil en su investigación. Al respectó Deutsche Welle conversó con él.
Señor Best, ¿por qué escogió Brasil para abordar en su película el tema de la corrupción en los eventos deportivos?
Porque a mí me parece que la situación actual de Brasil, a poco de iniciar los Juegos Olímpicos, y después de lo que sucedió allí durante el Mundial, ofrece el ejemplo perfecto de las cosas que marchan mal en el deporte.
¿En qué sentido?
Basta pensar sobre lo mucho que aman los brasileños el fútbol y cuán poco ellos se alegraron de albergar el Mundial. Ya un año antes de la inauguración, las demostraciones populares de rechazo al torneo eran masivas. Las personas con las que tuve la oportunidad de hablar no se sentían parte del Mundial. Cuando un pueblo loco por el fútbol sale a la calle a protestar por las inversiones que se hacen en ese deporte que tanto les gusta, es obvio que uno debe reflexionar y decir “esto no está bien”.
¿Y qué era eso que no estaba bien?
Que Brasil se gastó millones y millones de euros que el país necesitaba con mayor urgencia para otras cosas. Que la gente se dio cuenta de eso, que sabía que lo urgente eran las escuelas, los hospitales, los medios de transporte. Nada de eso se construyó y eso derivó en una falta de alegría que despertó mi curiosidad. Por eso empecé a investigar en Brasil.
¿Y qué encontró?
Que la clase política del país, y la alta sociedad, utilizaron los eventos deportivos de gran envergadura para crear un marco legal que les permitiera beneficiarse económicamente. Basta ver la forma en la que varias zonas fueron desalojadas bajo la excusa de que se necesitaban para la infraestructura de los juegos. A mucha gente se le despojó de lo poco que tenía argumentando necesidades que no existían, pero que justificaron las acciones.
¿Con el beneplácito de la clase política de Brasil?
Hay sin duda vínculos marginales. Por ejemplo, los escándalos con las firmas constructoras tienen en algunos aspectos una relación directa con los eventos deportivos. No todos los actos de corrupción están conectados con el deporte, pero repetidamente el deporte le sirve a los corruptos para sacar adelante sus propósitos criminales. Cuando se mira con atención, se pueden ver los hilos de una red que conecta la política con el deporte a través de sobornos y chantajes.
¿Qué se puede esperar de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro?
Mi percepción es que en Brasil el ambiente está enrarecido, que la gente está ya agotada de estos mecanismos en los que el deporte se convierte en vehículo de corrupción. Yo no me puedo imaginar unos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro acompañados del entusiasmo popular.
¿Serán estos Juegos Olímpicos otro ejemplo de corrupción como los que usted ilustra en su película?
Es difícil poder decir hoy lo que saldrá mañana a la luz pública. Pero del Brasil que he conocido, y por la forma en la que opera allí la corrupción con el descaro de los políticos, no me sorprenderá que en un par de años los titulares de la prensa estén llenos de reportajes negativos sobre la forma en la que se organizó el evento, y las consecuencias funestas que le produce eso al país.
¿Se ven venir los escándalos?
Tenemos que estar preparados, y no sorprendernos de que todo esto suceda a costa del bienestar de un pueblo en el que los que pagan los platos rotos siempre son los más pobres y desprotegidos.