Investidura del último dictador
21 de enero de 2011No lo fue en 2001, ni en 2006 y tampoco en 2010: el que los observadores internacionales de la OSCE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, detectaran irregularidades en las elecciones bielorrusas y las calificaran en consecuencia de fraudulentas nunca supuso un obstáculo para Alexander Lukashenko.
Este viernes (21.01.2011) en Minsk, el “último dictador de Europa” fue investido de nuevo con unos honores de presidente electo que dudosamente le corresponden. Mientras tanto, cuatro de los nueve candidatos que osaron desafiarlo el pasado 19 de diciembre en las urnas siguen en prisión. Con ellos, de 20 a 30 personajes clave de la oposición.
Amnistía Internacional denuncia torturas en las cárceles del aquí todavía en activo KGB. Las organizaciones humanitarias critican obstáculos a la asistencia legal de los detenidos y manifiestan preocupación por su estado de salud, especialmente en el caso del poeta y postulante al cargo de presidente Vladimir Nyaklyaev, que fue apaleado la noche electoral y trasladado de un hospital a prisión sin poder hablar.
A los encarcelamientos se suma la represión en las calles y el día a día. Expulsiones de la universidad para los estudiantes “conflictivos”, del trabajo para los que participaron en el supuesto “intento de dinamitar el Estado”, intimidaciones, registros, amonestaciones y cortas estancias entre rejas como método de coacción. Ayer mismo, 20 personas que se manifestaban pidiendo la libertad de los prisioneros políticos pasaron unas horas en comisaría.
En materia de derechos humanos
“Los representantes de la UE en Minsk y los embajadores de los Estados miembro no participarán en la ceremonia de investidura", dio a conocer la portavoz de Exteriores de la Unión Europea, Maja Kocijancic. El idilio del poder blando y la política del “paso a paso” que Bruselas y Minsk cultivaron durante casi dos años llega a su fin, o queda al menos temporalmente en suspenso.
Que en materia de derechos humanos Lukashenko no generara excesivos titulares negativos era una de las condiciones para el diálogo europeo-bielorruso. La paulatina puesta en libertad de los presos políticos, cuyo número se situaba a finales de 2010 entre el cero y el cuatro, pudo ser vendida como la prueba del éxito de la estrategia comunitaria, al tiempo que le servía al mandatario bielorruso para recaudar puntos que canjear por créditos europeos, estadounidenses o del Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, el envío de policía y ejército para reprimir manifestaciones pacíficas- como la convocada en Minsk después de que cerraran los locales electorales el día de los comicios-, la condena de unas 600 personas a penas de hasta 15 días de cárcel, la confiscación de material en sedes de partidos políticos, ONG y medios de comunicación independientes y la vuelta de los presos de conciencia a las prisiones del país, es decir, la represión desatada tras la votación, ha obligado a Europa a acabar con la táctica de las buenas palabras.
Catherine Ashton, la jefa de la diplomacia comunitaria, condenó la violencia del régimen bielorruso y amenaza a Lukashenko con la suspensión de todas las ayudas financieras. El Parlamento Europeo pide que se restrinja la concesión de visados a los altos funcionarios bielorrusos- incluidos Lukashenko y su familia- y se congelen sus bienes y capital. Por el contrario, los eurodiputados quieren que a los represaliados- especialmente a los jóvenes que se han quedado sin la posibilidad de continuar cursando sus estudios- les sea más fácil traspasar las fronteras de la Unión.
Y después de las sanciones, ¿qué?
Sanciones similares a las que hoy se demandan ya recayeron antes sobre la dictadura bielorrusa. En 2004, por ejemplo, cuando Lukashenko modificó- por la vía de un referéndum que también se cree manipulado- la Constitución del país para poder presentarse a un tercer mandato. Y en 2006, cuando después de celebrarse las elecciones presidenciales se desató una indignación similar a al actual, aunque de menores dimensiones.
En 2008, las sanciones fueron suspendidas en su práctica totalidad. La constelación de los pasados dos años parecía inmejorable a la hora de sentarse a negociar con Minsk. Desde hace algún tiempo, Rusia le exige a su vecino que se prepare para pagar por el gas y el petróleo el precio real del mercado, y no el rebajado que tradicionalmente le cobra. Eso ha llevado a un deterioro de unas relaciones vitales, y a que Lukashenko iniciara el acercamiento a nuevos socios como Venezuela, pero también la UE.
“Al menos hasta que todos los prisioneros políticos y líderes de la oposición encarcelados estén en libertad" exigen los europarlamentarios que se mantengan los castigos a Bielorrusia. Sobre ello decidirá el 31 de enero un Consejo de Ministros comunitario. Pero aún así, el futuro proceder de Europa con respecto a la última mancha autoritaria en su geografía seguirá siendo incierto, al igual que el destino de los detenidos- que podrían ser condenados a pena de muerte-, de los que se han visto obligados a pasar a la clandestinidad y de este país de 10 millones de habitantes en general.
Autora: Luna Bolívar Manaut
Editora: Emilia Rojas Sasse