Brasil: Las 100.000 víctimas de la irresponsabilidad
10 de agosto de 2020Este fin de semana, Brasil pasó oficialmente la marca de 100.000 muertos por COVID-19. El número conlleva una tristeza inmensa. Hay 100.000 familias que no pudieron llorar a sus muertos, enterrados apresuradamente debido a los protocolos de seguridad sanitaria. En miles y miles de estos casos, las familias no pudieron visitar a sus seres queridos en sus últimos días. Es una tragedia indescriptible.
Todo esto es aún más trágico porque era previsible. Aunque el país tuvo tiempo de prepararse, ya que el primer caso de COVID-19 se registró en São Paulo cuando la enfermedad ya había infectado a más de 80.000 personas en 40 países, Brasil reaccionó a la llegada de la pandemia de manera descoordinada e ineficiente, perdiendo rápidamente el control sobre la propagación del virus, porque quienes deberían haber coordinado los esfuerzos nacionales prefirieron hacer poco caso de la pandemia.
Desprecio por las evidencias
Brasil no podría haber elegido un presidente menos preparado para enfrentar una crisis como esta. A principios de marzo, Jair Bolsonaro dijo que el poder destructivo del nuevo coronavirus era "sobredimensionado" y que la prensa promovía la "histeria". Cuando la situación en Italia ya era crítica, el presidente dijo que en Brasil el COVID-19 mataría a menos de 800 personas y que en Italia el número de muertes era alto porque la población era anciana.
Evaluaciones erróneas, basadas en conjeturas sin fundamento, como tantas otras que Bolsonaro hizo en estos casi seis meses. ¿Y su manejo político? Su postura de negación, marcada por un notorio desprecio por el conocimiento científico, ha mantenido al país sin un ministro de Salud desde el 15 de mayo, cuando el segundo ministro en la pandemia dejó el gobierno por estar en desacuerdo con el presidente.
Bolsonaro dobló la apuesta
En un momento en que la epidemia comenzó a empeorar en Brasil, en lugar de reconocer el error y comenzar a trabajar para proteger a la población, Bolsonaro dobló la apuesta: criticó las reglas de aislamiento social impuestas por los gobernadores y alcaldes, alentó el uso de drogas sin eficacia comprobada, promovió las aglomeraciones y vetó el uso obligatorio de máscaras en escuelas y sitios comerciales y religiosos. No ayudó e hizo todo peor.
Cuando el país se acercaba a las 40.000 muertes por COVID-19, el presidente eludió su propia responsabilidad y cobardemente culpó del alto número de infecciones a los gobernadores y alcaldes.
Y ahora el país llora sus más de 100.000 muertos. En lugar de empatizar con las familias afectadas, el presidente prefirió utilizar sus redes sociales para destacar el número de personas recuperadas, como si la muerte de 100.000 personas pudiera relativizarse de alguna manera.
Cuántas vidas podrían haberse salvado en Brasil si no fuera por el discurso ignorante e irresponsable del Presidente de la República es una cuestión que quedará pendiente en la historia. Y con la que deben cargar Bolsonaro y todos aquellos que, por acción u omisión, lo han llevado al poder.
(gg/er)
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