Manifestaciones elevan la presión sobre el Gobierno
14 de marzo de 2016Las protestas contra la presidenta Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores (PT) volvieron con fuerza el domingo (13.03.2016), en un momento crítico para el Gobierno, que sufre las nuevas denuncias contra el expresidente Lula, las declaraciones hechas por el senador Delcídio Amaral – quien, arrepentido, reveló que Rousseff y Lula conocían el sistema corrupto de Petrobras e intentaron obstruir a la Justicia- y el deterioro de la economía.
En la Avenida Paulista, el principal barómetro de las manifestaciones anteriores, los organizadores lograron reunir a una multitud récord de 500.000 personas, según el Instituto Datafolha, que aseguró que fue la mayor manifestación política jamás registrada en Sao Paulo. La Policía Militar (PM) elevó la asistencia hasta 1,4 millones de personas.
En Brasilia y Curitiba las cifras también fueron considerables: 100.000 y 160.000 personas, respectivamente, según las estimaciones de la PM. De hecho, la participación en estas manifestaciones fue la mayor registrada desde el comienzo de las protestas, en marzo de 2015. Además, fue la primera vez que hubo manifestaciones significativas en ciudades del noreste del país, bastión electoral del PT. En Recife, 120.000 personas salieron a la calle, de acuerdo con los datos que maneja la PM.
Las cifras arrojan un interrogante: ¿se convertirán las manifestaciones en un factor decisivo para forzar la caída del Gobierno?
El año pasado, a pesar de que contribuyeron a desgastar la imagen de Rousseff, las protestas tuvieron una participación irregular y carecieron del impacto necesario para agravar la crisis política dentro de la base aliada (como también se conoce a la coalición de Gobierno Bloque de Izquierda). La oposición, a pesar de los flirteos con los manifestantes, continúa dividida acerca de cuál es la forma ideal de derribar a la Presidenta. Los partidos de la base aliada, a su vez, si bien siguieron criticando los escándalos que acosan al Palácio do Planalto (sede del poder ejecutivo del Gobierno Federal brasileño), no acusaron la presión y, finalmente, decidieron no dejar el Gobierno definitivamente.
Y es que el agravamiento de la crisis en las últimas semanas coincidió con un período de calma en las calles, marcado todavía por el escaso respaldo que tuvieron las últimas manifestaciones celebradas el pasado mes de diciembre.
Para el politólogo Carlos Pereira, de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) de Río de Janeiro, esto debe cambiar. Según Pereira, las cifras de asistencia del domingo demuestran que las protestas tienen la fuerza necesaria para provocar la caída del Gobierno y que está disminuyendo el espacio de maniobra de Dilma Rousseff.
“La asistencia a las manifestaciones fue muy elocuente. Esto influirá en los políticos que aún siguen dubitativos y siguen sin estar convencidos de que el Gobierno no tiene futuro. El Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que ya está empezando a moverse, debe aumentar su influencia. El PMDB no está dispuesto a seguir soportando los costes políticos que supone permanecer vinculado a la Presidenta”.
El politólogo Ricardo Costa de Oliveira, de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), no está de acuerdo con Pereira. “Aunque es cierto que las cifras son mayores que las del año pasado, el perfil de los manifestantes no ha cambiado: son personas de las clases más altas, mayoritariamente electores que votarán a los candidatos derrotados. La periferia no estaba allí. La adhesión a las manifestaciones no se diversificó”, asegura.
También señala que la influencia de las calles en los políticos que siguen alineados con la Presidenta será limitada, al menos por el momento: “Es un año de elecciones municipales. Ellos no van a querer separarse del Gobierno Federal y renunciar a los recursos antes de las elecciones. La Presidenta ha dicho que no renunciará, y el impeachment del Congreso o una anulación de las elecciones por parte del Tribunal Superior Eleitoral (TSE) se extenderían durante meses. No veo cómo los manifestantes van a lograr superar eso. Si las manifestaciones fueran decisivas, ya habrían derrocado a Dilma en 2015”, dice Costa de Oliveira.