Cacao, café y especias
26 de julio de 2009Los sacos se amontonan prácticamente hasta la altura del techo. Están llenos de granos de cacao de Nigeria, de Costa de Marfil, de Ecuador. Un hombre joven de pelo rubio oscuro y escrupulosamente vestido con un traje está de pie ante un palé. Es el jefe de la compañía, Thomas Cotterell. Con su plateado y brillante punzón para sacar muestras agujerea un saco de yute. Granos de cacao de Venezuela ruedan sobre la mano de Cotterell, de 34 años. Cuidadosamente, voltea los frutos con forma esférica y los huele una y otra vez. Thomas Cotterell es un "Quartiersmann" –almacenero-, una palabra con la que en Hamburgo se denomina a los encargados de controlar la mercancía que llega de ultramar: especias, caucho, café, cacao. Un oficio tradicional que en Hamburgo existe desde hace 122 años.
Caucho, café, cacao y especias
Thomas Cotterell examina sobre todo cacao. Los granos llegan en gigantescos barcos contenedores a Hamburgo tras una semana de viaje. Motivo suficiente para que la calidad pueda resentirse. Simplemente con el olor reconoce Thomas Cotterell si los granos de cacao son buenos todavía o no. Si huele a moho, probablemente se haya acumulado agua condensada en el contenedor. El fruto del cacao comienza entonces a enmohecerse. El "Quartiersmann" debe en ese caso separar los granos buenos de los malos.
Almaceneros en la "Speicherstadt" de Hamburgo
Los Cotterell pertenecen a una de las familias de almaceneros más antiguas de Hamburgo que aún hoy siguen en activo. Thomas Cotterell señala una foto en blanco y negro y explica cómo su bisabuelo, Harry Dougan, comenzó todo. Llegó en 1890 a la ciudad hanseática procedente de Liverpool. El puerto de Hamburgo era por aquel entonces, junto al de Londres, uno de los dos más importantes puntos de entrada para las mercancías procedentes de las colonias. Los primeros almaceneros se establecieron en la "Speicherstadt" –ciudad almacén- de Hamburgo. Todavía hoy, más de 100 años tras su construcción, escritos en los gruesos y rojos muros de ladrillo recuerdan a aquellos tiempos pasados. Nombres de almaceneros como Adolf Tiede y "Eichholtz und Consorten" figuran en grandes y doradas letras en las fachadas. Entretanto, los almaceneros de Hamburgo se han trasladado al puerto franco.
Antigua tradición familiar
Thomas Cotterell tomó las riendas de la empresa familiar hace tres años. Hoy es jefe de 40 trabajadores. Ya en su época de escolar soñaba con convertirse en almacenero. "Ser almacenero no es ninguna cosa de brujería, sino un oficio la mar de normal. Pero solamente quien ama a su mercancía puede ser un buen almacenero", dice el economista de profesión. Y Thomas Cotterell es un reconocido experto. Ama el cacao y le gusta cuando el aroma cosquillea en su nariz. Además, comer chocolate es para él una pasión. También los granos que hoy se almacenan en sus naves serán transformados algún día en barras o bombones.
Un muchacho de Hamburgo
Le llena de orgullo, dice Cotterell riendo, poder guiar hacia el futuro la empresa de su bisabuelo. Aunque sus antepasados proceden de Liverpool, él mismo es un "Quiddje", o sea, un auténtico muchacho de Hamburgo. Ama a su ciudad natal, tan maravillosamente verde, como él dice. A menudo pasea con su mujer a lo largo del río Elba o va en bicicleta y observa los barcos contenedores que amarran en el muelle. Puede contemplar durante horas cómo las grúas descargan los enormes contenedores. El agua es su elemento, el puerto de Hamburgo su lugar favorito.