Cacerolazos: atronadoras protestas que aún resuenan
3 de junio de 2020El estrepitoso ruido de las cacerolas, blandidas por ciudadanos que quieren hacerse oir, llegó a las puertas de la Casa Blanca después de un largo recorrido de décadas, sobre todo por América Latina. Hay quien sostuvo que el cacerolazo o caceroleo fue un invento de los chilenos, pero el origen histórico es, al parecer, bastante más remoto. Un historiador fancés lo remite a protestas contra Luis Felipe I, el último rey de Francia, contra quien hubo, en su día, sonoras protestas, que revivieron el ritual de los charivari del siglo XIV, en que los miembros de una comunidad hacían estruendo para sancionar a alguien que había vulnerado sus valores morales o sus tradiciones. Es decir, era, igual que ahora, una manera de manifestar reprobación.
Aunque Chile no pueda reclamar la autoría intelectual de esta forma de protesta, que permite manifestarse incluso desde los balcones en tiempo de cuarentena, sí puede atribuirse los cacerolazos que más retumbaron en la historia de América Latina, aunque tampoco hayan sido los primeros en la región.
Para protestar contra el gobierno de Joao Goulart, que después fue derribado,"en Brasil, en 1964, mujeres y otras personas salieron a las calles, con cacerolas", dice a DW el historiador Colin Snider, de la Universidad de Texas, en Tyler, añadiendo que, "después, el caso más famoso es el de Chile".
Cacerolazo de la derecha
Allí, durante el gobierno de la Unidad Popular, mujeres de la clase acomodada santiaguina comenzaron a golpear ollas vacías ante el desabastecimiento imperante. Pero era básicamente una protesta política, según hace notar Gabriel Salazar, historiador y académico de la Universidad de Chile. "Era una manera de rechazar el gobierno de Allende y de generar, además, una presión hacia los militares, para que dieran un golpe de Estado", indica. En los barrios populares, en cambio, las cacerolas en esa época mantenían silencio. Allí, "la gran mayoría de la población apoyaba al gobierno y entendió muy bien que el desabastecimiento se producía por el acaparamiento de los distribuidores, los intermediarios, los grandes comerciantes y el empresariado", explica el académico, Premio Nacional de Historia. Una canción de la época, del grupo Quilapayún, lo graficaba así: "La derecha tiene dos ollitas// una chiquita, otra grandecita.// La chiquitita se la acaba de comprar,// esa la usa tan sólo pa' golpear".
Cacerolazo popular
En otros países la historia es diferente. "En Argentina, los cacerolazos tienen un origen en la clase obrera. En el período post dictadura, en los 80 y en los 90 del siglo pasado, se recurrió a la utilización de un elemento de cocina por la falta de comida, por el hambre, por la pauperización de la clase obrera, y luego también tuvo componentes relacionados con una cuestión más política, como protesta contra la corrupción del gobieno del menemismo", señala el sociólogo Sebastián Cominiello, Doctor en ciencias sociales del Centro de Estudio e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS). El fenómeno tuvo su expresión más recordada en Argentina con la insurrección de 2001, que terminó con la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. "En ese caso, hubo más presencia de la pequeña burguesía, de la clase media, pero utlizando ese método que tenía un origen obrero", indica Cominiello.
"En Chile, el caceroleo pasó a los sectores populares en la época de Pinochet. Porque, si bien con Pinochet no hubo desabacestecimiento, la tasa de desocupación subió al 34 o 35 por ciento; hubo un gigantesco desempleo y eso generó hambre, y la respuesta de las clases popuares fue el caceroleo nocturno", relata Salazar, acotando: "Pero más importate que el caceroleo fue la organización de ollas comunes. Ahora, éstas han reaparecido, porque con las protestas del estallido social de octubre, y, por otro lado, con la pandemia, de nuevo hay un desempleo enorme y hambre".
A lo largo de la historia, los cacerolazos no han hecho distingos políticos. Los han sufrido gobernantes de todos los signos políticos, desde Hugo Chávez hasta Iván Duque. "Es un tipo de protesta que no tiene límites ideológicos. En los años 60 y 70, en Brasil y en Chile eran símbolos de derecha. Pero en las protestas más recientes, en Chile por ejemplo, apuntan contra gobiernos conservadores", afirma Colin Snider. Otra canción, ahora de Anita Tijoux, lo vuelve a ilustrar al son del rap: "Renuncia, Piñera// Por la Alameda, nuestra es La Moneda// Cuchara de palo frente a tus balazos// ¿Y al toque de queda?, ¡cacelorazo!"
Protesta pacífica
Las consignas de un cacerolazo pueden ser muy variadas: contra la corrupción, contra política económica, contra la inequidad. Pero todos tienen una característica compartida: su carácter pacífico. "Una ocupación de una fábrica, un corte de calle, ya supone una imposición de voluntad. El caceroleo no", dice Cominiello. Y explica: "Si uno dice, vamos a cortar la ruta, eso implica un grado de compromiso mayor. Porque implica movilizarse, y poner el cuerpo. Ahí se juega mucho más".
El cacerolazo es, por lo tanto, una forma de protesta a la que podrían adherirse también personas menos politizadas, y además, tiene una gran versatilidad: por ejemplo, se han usado cacerolas para protestar contra el hambre en el mundo y la especulación con alimentos, en diciembre de 2014, en Berlín; para pedir la liberación de políticos independentistas encarcelados, en Cataluña; o para hacer oir la indignación de muchos estadounidenses ahora, ante la Casa Blanca.
Según Salazar, "hoy en día, el caceroleo se ha transformado más bien en una protesta de simbología política, y ha sido mucho más activo en la clase media que protesta contra el modelo neoliberal, que en los sectores populares. En los sectores populares, la olla común es mucho más significativa desde el punto de vista de la reacción social".
(vt)
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