Café sangriento en Bagdad: ataque deja decenas de muertos
20 de octubre de 2013
En Irak hasta tomar café puede ser una tragedia. Así queda patente tras conocerse un nuevo ataque suicida contra una cafetería en Bagdad, que causó la muerte de al menos 38 personas, y dejó a otras 45 heridas. El ataque se enmarca en la estrategia de los insurgentes por llevar el terror no solo a sus blancos habituales, las fuerzas de seguridad, sino también a la población civil.
La tragedia ocurrió este domingo (20.10.2013) en un barrio mayoritariamente chiíta, hasta donde llegó un atacante suicida conduciendo un autobús, el que hizo explotar frente a la cafetería, que estaba llena de clientes. Algunos testigos aseguran que hubo dos explosiones, aunque esto no ha podido ser corroborado por las autoridades.
“El café estaba lleno de personas que miraban un partido de fútbol y otros fumaban la pipa de agua cuando un minibús se subió hasta la acera y explotó cerca de la entrada del local”, dijo a la agencia de noticias Reuters Ali Mahdi, un policía cuya patrulla estaba estacionada en cerca del lugar.
Ola de violencia
En la misma jornada, otras 20 personas perdieron la vida en una serie de ataques suicidas contra personal de seguridad y edificios gubernamentales. De acuerdo a algunas fuentes, los atentados parecían coordinados y fueron perpetrados por sujetos conduciendo coches cargados con explosivos o sencillamente portando las bombas en cinturones. Por ejemplo, un atacante condujo hasta un punto de control en Rawa y se inmoló.
En la misma ciudad, otros dos suicidas se hicieron estallar en el ayuntamiento, asesinando a tres personas. Si bien nadie se atribuyó de inmediato la responsabilidad por ninguno de los atentados, lo cierto es que los chiítas son considerados apóstatas por militantes sunitas vinculados a Al Qaeda, cuya actividad insurgente ha recobrado fuerzas este año, luego de marcadas diferencias con el Gobierno del primer ministro Al Maliki.
El mes pasado una serie de ataques fueron reivindicados por el Estado Islámico de Irak y el Levante, que se formó este año al fusionarse los miembros iraquíes y sirios de Al Qaeda. Unas 7.000 personas han muerto en episodios de violencia en lo que va de año, poniendo fin a un descenso en el derramamiento de sangre que llegó a un punto álgido en 2006-2007, cuando el país estuvo al borde de una guerra civil. La historia parece repetirse.
DZC (dpa, Reuters)