Carlo Chatrian: “La Flor” habría sido imposible hace 20 años
3 de agosto de 2018DW: La comedia francesa "Les Beaux Ésprits" ("Team Spirit") abrió el festival este miércoles (01.08 2018), junto con una cinta de Laurel y Hardy, de 1929. ¿Es el humor el lema de la 71. edición del Festival de Locarno?
Carlo Chatrian: Intentamos no seguir una sola línea temática; tenemos varias. Pero, sí, un leitmotiv es lo que definiría como "ligereza”. No se trata solo de lo cómico, sino de observar las cosas con ligereza. Eso no significa, sin embargo, dejar de lado el mundo en que vivimos, con todos sus conflictos, contrastes y tensiones.
Se podría decir que el mundo está en un estado inquietante. Y, precisamente en este año, usted optó por muchas películas con historias personales. ¿Por qué?
Las películas siempre son potentes y desarrollan una fuerza especial cuando relatan algo desde un punto de vista bien definido. Tiene que ver simplemente con el lenguaje de las imágenes. Las imágenes son siempre concretas, muestran algo determinado, no son abstractas.
A partir de esa determinada historia, se puede transmitir una imagen del todo. Se puede llevar al espectador a hacerse una imagen del mundo.
Este año incluyó en el programa la película argentina "La Flor", de Mariano Llinás, de 14 horas de duración. ¿Distingue a Locarno el hecho de que se pueda mostrar obras cinematográficas de ese calibre y que el público sepa también apreciarlas?”
Tengo suerte, porque en Locarno tenemos un público con mucha curiosidad. No tiene miedo de ver una película larga o exigente. "La Flor" es en verdad muy larga, pero al mismo tiempo es como una serie de televisión muy extensa, llena de historias. Tiene episodios de distintas duraciones; hay algunos de 20 minutos y uno de cinco horas.
¿Son las plataformas digitales algo positivo para este tipo de películas, porque permiten que la gente la vea en segmentos, a su ritmo?
Pienso que la forma de producir películas ha cambiado por completo con el paso de lo analógico a lo digital. Con los aparatos que tenemos ahora, el concepto del tiempo ha cambiado totalmente.
Estoy convencido de que, hoy en día, la gente tiene una relación diferente con las imágenes en movimiento. Puede ver un corto en el celular o pasarse toda la anoche ante la pantalla viendo una serie.
Algunas de las películas que seleccionamos este año son en cierto modo nuestra reacción a esa modificada relación con las imágenes en movimiento. En mi opinión, "La Flor” es una película que no habría sido posible hace 20 años.
Los críticos cinematográficos siempre mencionan la dicotomía entre el cine-arte de vanguardia y las películas taquilleras, que en sus seis años como director del Festival de Locarno usted superó con mucho éxito. ¿Es una visión programática con la que se identifica?
Pienso que es algo muy especial de Locarno. Tiene que ver también con el lugar en el que exhibimos las películas. En Locarno tenemos esa increíble Piazza Grande, donde podemos mostrar películas populares. No tengo ningún problema con las cintas taquilleras. Creo que son parte del cine y me gusta verlas.
Al mismo tiempo, utilizo esa fantástica Piazza, en la que caben miles de personas, para presentar también a otros cineastas que aún no son conocidos. Para mí no hay contradicción en ello.
Vivimos en un mundo en el que todo está categorizado. En las plataformas de streaming, un algoritmo le dice qué película le viene bien. Un festival debería hacer justo lo contrario: mostrar los espectadores algo que no esperan.
¿Mantendrá esa línea como futuro director de la Berlinale?
El programa depende siempre del festival, del lugar en que tiene lugar. Cada festival tiene su historia. Berlín y Locarno son muy diferentes. Un festival tiene lugar en invierno, el otro en verano. En Locarno, toda la ciudad se convierte en festival; Berlín es una urbe con un público muy diferente.
Críticos sostiene que usted ha demostrado valentía con sus programas en Locarno. ¿Cree que necesitará valor ahora, con miras a Berlín?
Se requiere valor para dirigir un festival de las dimensiones de Locarno, y naturalmente se necesita aún más valor para dirigir un festival que es aún más grande y prestigioso, como la Berlinale. Pero, al mismo tiempo, un festival no es trabajo de una persona, es obra de un equipo.
Pero es interesante que mencione la valentía, porque ese es uno de nuestros temas de este año, en que celebramos el septuagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hablamos con representantes de la ONU sobre la valentía que en ese entonces fue necesaria para redactar este maravilloso documento. ¡Esa gente tenía valor!
Hoy en día tenemos miedo al futuro y nos preocupamos de muchas cosas que suceden en el mundo. Pero si miramos al pasado y vemos la evolución desde 1948, cuando fue proclamada la Declaración de los Derechos Humanos, creo que hay buenas razones para ser optimistas.
Sabine Peschel (ER/CP)
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