Chemnitz - Retrato de la ciudad
14 de diciembre de 2010Dicen los lugareños que Chemnitz es una ciudad “a segunda vista”. Efectivamente, distraído por su aspecto gris, uno puede llegar precipitadamente a una conclusión errónea: tras las tristes fachadas se esconde una gran ciudad cada vez más polifacética.
Para apreciar las múltiples caras de ese lugar debe uno fijarse mejor en los detalles y conocer su historia. Un buen ejemplo es el monumento a Marx, que fue develado en 1971, pero no encajó de inmediato en el paisaje urbano. Chemnitz se llamaba entonces Ciudad Karl Marx; así lo había decidido el régimen de la época sin consultar previamente a sus moradores. Es por eso que, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, sus habitantes decidieron rebautizar la ciudad. Ahora es cuando Chemnitz parece haberse encariñado con su “Nischel”, como suelen llamar al monumento. Éste se ha convertido en el emblema de la ciudad – después de todo, sigue siendo el busto más grande del mundo.
Cuna de la industrialización
Chemnitz fue fundada en el siglo XII, pero su nombre se dio a conocer ampliamente después de iniciada la Revolución Industrial, cuando se transformó en un motor de la industrialización en Alemania. La ciudad es percibida como la cuna de la fabricación de maquinaria y automóviles en el país, y como centro de confluencia del genio inventivo y la economía. A nadie debe extrañar que el derecho de patentes alemán tenga sus raíces en la sierra de Vorerzgebirge ni que la Universidad Técnica (TU) de Chemnitz cuente entre sus méritos la transferencia permanente de conocimientos de los investigadores científicos a los empresarios.
La ciudad llegó a ser apodada “la Manchester sajona” debido a su elevado potencial económico: grandes cantidades de telares, máquinas de vapor y locomotoras salían de allí hacia todo el mundo. Y aunque la industria hizo del panorama urbano un lugar gris, Chemnitz era considerada la ciudad más rica de Alemania a principios del siglo XX.
Un rostro nuevo
Tras ser bombardeada durante la última fase de la Segunda Guerra Mundial, casi toda la ciudad quedó reducida a escombros. Chemnitz se levantó de entre las ruinas algo vacilante: planificada en un primer momento por los promotores del llamado “socialismo real”, la tarea de darle un nuevo rostro a la urbe fue asumida más tarde por despachos de arquitectos, tanto alemanes como extranjeros. Aunque ese proceso de restauración aún no hay concluido, zonas como Kaßberg –uno de los barrios modernistas más grandes de Alemania– delatan el esmero con que se están llevando adelante los trabajos; allí los edificios de estilo moderno conviven en armonía con antiquísimas construcciones de la época fundacional de Chemnitz. La ciudad se asemeja a un crisol gigante, que combina los rastros de la era industrial dominada por la alta burguesía con el vidrio y el hormigón, rasgos propios de una arquitectura sobria y funcional. Marx sacará sus propias conclusiones, mirando hacia abajo desde su pedestal de bronce oscuro como siempre lo ha hecho.
Autor: Sven Näbrich/Rosa Macías Reyes
Editor: Pablo Kummetz