Christian Lindner, la manzana de la discordia
20 de noviembre de 2017En la madrugada de este lunes (20.11.2017), cuando Christian Lindner anunció el fracaso de las negociaciones de su partido para formar un Gobierno de coalición junto a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) y Los Verdes, es poco probable que el político liberal haya improvisado la frase "es mejor no gobernar, que gobernar erradamente", que ahora figura como eslogan en un lugar prominente del sitio web del Partido Democrático Libre (FDP).
Al escoger esas palabras, Lindner hacía referencia al retorno de su partido a la arena política alemana. En 2013, tras cuatro años como socio menor de la alianza de Gobierno liderada por la canciller, Angela Merkel, al FDP se le hizo imposible obtener el respaldo mínimo necesario en las urnas –cinco por ciento– para enviar diputados al Parlamento federal. Por primera vez en 64 años, los liberales quedaron fuera del Parlamento.
Esa humillación fue atribuida a la percepción pública prevalente en aquel momento, según la cual el FDP era un grupo de oportunistas políticos, una manada de perros falderos que aprobaba todas las propuestas de Merkel, un partido sin principios propios. Cuando tomó el timón de la formación hace cuatro años, Lindner juró borrar todo rastro de aquella ignominia.
En cierto sentido, la decisión de matar a la coalición de Gobierno impulsada por Merkel es la culminación de un proceso que comenzó el 22 de septiembre de 2013 y, al mismo tiempo, un reflejo de la perspectiva política personal de Lindner.
Un líder joven contra un viejo trauma
Para comprender cuán profundamente lo afectó la debacle electoral de 2013 basta con saber que Lindner es miembro del FDP desde los dieciocho años y con echarle un vistazo al libro que publicó recientemente; su título, "Schattenjahre" (Años de sombra), es revelador. Ahí está descrita la noche de horror de los liberales.
"Yo recuerdo las imágenes de la televisión y el júbilo con que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y Los Verdes celebraron cuando se supo que el FDP había quedado fuera del Parlamento", escribe Lindner. "Cada vez que me asaltaban las dudas sobre nuestros esfuerzos para regresar al ruedo, pensaba en esas imágenes. Yo estaba empeñado en que esas no fueran las últimas imágenes que la gente recordara del FDP", agregaba el político.
La derrota electoral de 2013 creó un vacío de poder en la cúpula del FDP. La jerarquía completa de la formación renunció y dejó el camino allanado para el ascenso de Lindner. A los 34 años de edad, él se convirtió en el presidente más joven en la historia del partido.
Deslastrarse de lo viejo y renovar la cara del FDP; esa era la consigna de los nuevos líderes mientras intentaban restablecer la base electoral de la formación. Y Lindner consiguió sacar al FDP del olvido.
La estrategia del Partido Democrático Libre en las elecciones federales de este año se concentró en el joven y fotogénico cabecilla de la organización. La amplia mayoría de las piezas promocionales del FDP mostraban a Lindner con la mirada perdida en el teléfono móvil, arremangándose la camisa, prometiendo mejoras en materia de educación y digitalización, mirando fijamente a la cámara con su barba de tres días…
Esa estrategia dio frutos: el FDP obtuvo 10,7 por ciento de los votos en los comicios del 24 de septiembre de 2017. Los liberales regresaron al Parlamento… pero después de eso, ¿qué?
La sombra perenne
Al hablar de política en Alemania se alude con frecuencia a la bandera jamaiquina porque sus colores coinciden con los de los partidos que podrían integrar la próxima coalición de Gobierno: la Unión Demócrata Cristiana (negro), el Partido Liberal (amarillo) y Los Verdes. El azul de la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) suele omitirse; se da por sentado que esta formación está incluida en el bloque conservador dominado por los miembros de la CDU. En todo caso, cuando comenzaron las conversaciones exploratorias en torno a la "alianza jamaiquina", la opinión pública daba por sentado que las formaciones en cuestión no tenían otra opción que llegar a un acuerdo. No obstante, Lindner fue el primer político en asomar la posibilidad de que esas conversaciones fracasaran. Sus simpatizantes consideraban que sus palabras eran parte de una maniobra táctica; ahora queda claro cuán equivocados estaban.
En su libro, Lindner habla sobre los mensajes que recibió de personas que solían votar por el FDP y no lo hicieron en 2013; esas personas le aseguraban que le habían dado la espalda al partido porque éste había abandonado su clamor por un "gobierno pequeño". También la crítica dejó una huella duradera en Lindner.
"Los mensajes que recibí casi nunca expresaban arrepentimiento o simpatía", escribe Lindner en su libro. "El FDP no sólo experimentó una derrota. El FDP fue ridiculizado, bañado en desprecio e insultos, objeto de burlas", acota el joven político.
En la noche del 24 de septiembre de 2017, cuando Lindner comenzó a redactar su discurso post-electoral, sus ganas de celebrar fueron contenidas por un mal recuerdo: el triunfo de 2009 en las urnas, pensó, fue seguido por la catástrofe de 2013. "Mis notas decían: 'la renovación del FDP no ha sido completada, la meta intermedia ha sido alcanzada, le daremos la bienvenida a nuevos miembros'. La sombra de esos años permanecerá", subraya el dirigente liberal en su volumen autobiográfico.
Disposición para el riesgo
Una conclusión que Lindner ha sacado del pasado es que siempre resulta mejor asumir posiciones controvertidas que seguir la corriente del consenso en nombre de la armonía. Durante la campaña electoral, por ejemplo, Lindner fue criticado por sugerir que la anexión de la península ucraniana de Crimea por parte de Rusia era una realidad que Alemania debía aceptar por ahora. Esa fue una violación de la visión ortodoxa en materia de política exterior alemana.
Ahora, Lindner está refutando la opinión prevalente de que nuevas elecciones deben ser evitadas a toda costa para impedir que la formación populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD) obtenga más apoyo en las urnas. Puede que él tenga una mejor relación con Los Verdes que sus predecesores en la dirigencia del FDP, pero, a los ojos de Lindner, tanto Los Verdes como los conservadores son sus adversarios. En su libro, él hace alusión a una "hegemonía conservadora/socialdemócrata/verde" y promete que los liberales ocuparán "el centro político que la CDU, el SPD y Los Verdes han dejado vacante".
Está claro que, a juicio de Lindner, el FDP corre menos riesgos torpedeando la "coalición jamaiquina" y contribuyendo a crear incertidumbre en Alemania que haciendo demasiadas concesiones con miras a crear un nuevo Gobierno. Pero cabe preguntarse cuáles serán las consecuencias de la decisión tomada por el partido.
Si los alemanes son convocados a las urnas nuevamente, es difícil imaginar que los liberales obtendrán resultados electorales dramáticamente mejores que los de septiembre de 2017. De hecho, es muy posible que los votantes castiguen a Lindner y al FDP por hacer inviable el Gobierno de coalición que la mayoría de los electores pidió en los últimos comicios.
Si ese escenario se materializa, quedará en evidencia que el esmero de Lindner en evitar repetir errores del pasado era, en sí mismo, una trampa.
Jefferson Chase (ERC/VT)