Claudio Abbado: 80 años de música y compromiso social
26 de junio de 2013Claudio Abbado, el director celebrado desde hace décadas por un entusiasta público en diversas salas de concierto del mundo, suele buscar la soledad entre concierto y concierto. Uno de sus refugios predilectos se encuentra en la costa occidental de Cerdeña, donde cultiva un jardín con exuberantes buganvillas y bananos. En ese idílico lugar, a medio camino entre Italia y España, carga energías para su ajetreada vida laboral.
Nacido en Milán el 26 de junio de 1933, tuvo contacto desde pequeño con la música. Su padre, Michelangelo, violinista y profesor del conservatorio, solía tocar música en su casa con amigos. La madre, María Carmela, pianista y autora de libros infantiles, le inculcó el amor por el piano. “Crecí con la música de Schubert, Brahms y Beethoven”, recuerda Claudio Abbado, quien a los siete años de edad tuvo una “revelación” musical en la Scala. “Cuando escuché los Nocturnos de Claude Debussy, sentí de inmediato el deseo de poder generar esa magia de la música”, dice.
Los primeros pasos
A los 16 años, Abbado emprendió sus estudios de piano, composición, armonía, contrapunto y, posteriormente, también de dirección orquestal. Tras haberse titulado en 1953, emprendió giras con distintos grupos de cámara.
Todavía no aspiraba a una gran carrera; en lugar de ir a Viena a instancias de Zubin Metha, asumió por primera vez una cátedra de música de cámara en Parma. Pero luego recibió dos renombrados premios de dirección, fue asistente de Leonard Bernstein y debutó en los festivales de Salzburgo. En 1968 fue contratado por la Scala. Así se sentaron las bases de su incontenible ascenso.
Maestro del diálogo
Claudio Abbado se ha presentado en los grandes escenarios del mundo, en Milán, Londres y Chicago, Viena y Berlín. A diferencia de Arturo Toscanini, que era temido en la Scala de Milán, no cultiva un estilo autoritario, sino que propicia el diálogo con los músicos. “Lo más importante es que todos se escuchen entre sí”, afirma. Abbado no necesita palabras rimbombantes, sino que se comunica sobre todo por medio de miradas y gestos. Cuando con su mano izquierda da forma sutilmente a los matices del sonido, y con la derecha marca el ritmo, produce justamente esa magia con la que soñó de niño.
A fines de la década del 70, Abbado fue uno de los padres de la orquesta juvenil de la entonces Comunidad Europea. En 1986 fundó la orquesta juvenil Gustav Mahler, que ya antes de la caída del Muro de Berlín agrupaba a músicos de Europa oriental y occidental.
Música para todos
No solo las interpretaciones de Mozart, Beethoven, Mahler o Bruckner le han dado fama. Como director musical de la Scala, abrió este tradicional teatro de ópera a los trabajadores y estudiantes. Con el compositor Luigi Nono y el pianista Maurizio Pollini, ofreció conciertos en fábricas, para conquistar un nuevo público. En Austria creó el festival “Viena Moderna”, que combina composiciones contemporáneas, artes plásticas, danza y cine.
También en el Berlín reunificado tendió puentes entre salas de concierto, teatros, cines y museos, en su calidad de director de la Filarmónica entre 1989 y 2002. Todavía afirma que, para él, “Berlín es la ciudad más abierta al mundo”.
“La cultura es un bien común de la sociedad, tan vital como el agua”, declaró hace algún tiempo en la TV italiana, cuando en su país se discutían devastadores recortes al financiamiento estatal del área cultural. Y agregó que “los teatros, bibliotecas, museos y cines son como múltiples pequeños acueductos”.
Cohesión social
En tiempos difíciles, la música no solo brinda consuelo, sino también cohesión social, como lo demostraron los conciertos a beneficio de los damnificados por los últimos sismos en Italia. Con lágrimas en los ojos se dirigió Abbado al agradecido público en 2009, tras la presentación de la “Sinfonía trágica” de Schubert, en la devastada ciudad de L'Aquila. También después del fuerte temblor que sacudió a la región de Emilia Romagna en 2012, Abbado acudió con su orquesta para recaudar fondos dirigidos a restaurar el histórico Teatro Comunale de Ferrara.
Su Orchestra Mozart lleva a cabo actualmente proyectos con niños enfermos y reos en Boloña, mientras un sistema de orquestas juveniles impulsado por Abbado fomenta el amor por la música entre los niños y jóvenes de sectores pobres.
Aparte de la educación, también el medio ambiente se cuenta entre los amores de Abbado. En Cerdeña, por ejemplo, creó un parque natural accesible para peatones y ciclistas. Un gran corazón y un inquebrantable espíritu investigador marcan la vida de Claudio Abbado. “No acepto límites y siempre estoy en busca de lo nuevo”, dice, acotando: “Cuando uno cree saberlo todo, la vida se acabó”.
Autora: Corina Kolbe /Emilia Rojas
Editor: Enrique López