“Europa no encuentra el rumbo”
18 de enero de 2013DW: Señor Cohn-Bendit, ¿qué opina sobre las celebraciones de los 50 años del Tratado del Elíseo?
Daniel Cohn-Bendit: Lo que se entiende por Tratado del Elíseo, es decir, el instrumento de pacificación germano-francés, es una conquista de la sociedad civilizada. Si se reflexiona sobre el pasado de estos dos países, lo que tenemos hoy es increíble.
DW: ¿Cómo se desarrollaron las relaciones entre Francia y Alemania? Actualmente se discute sobre la tensión en las relaciones entre el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel. ¿Se puede hablar todavía de la tan mentada amistad germano-gala?
Siempre vuelve a sorprenderme que se mida la amistad entre ambos países por el estado de las relaciones entre ambos Gobiernos. Dos jefes de Gobierno pueden entenderse bien o no. Pero eso, en realidad, no es importante en absoluto. Pueden llevarse bien políticamente hablando, o pueden entenderse a nivel humano, o no. Pero creo que la sociedad francesa y la alemana tienen un trato abierto y natural que está muy profundamente anclado, y que no cambiará porque a Merkel le guste más Sarkozy, o porque Hollande no comprenda a Merkel. Es decir, que en el presente contamos con una normalidad en las relaciones franco-germanas, más allá de todo lo que piensen o quieran hacer los gobiernos de ambos países.
Esa normalidad en las relaciones, ¿sigue existiendo después de los sucesos de los últimos años, es decir, de la crisis de la eurozona? ¿Ha cambiado la crisis la opinión de los franceses con respecto a los alemanes?
Por supuesto que se puede decir que la posición que ha tomado Alemania en la crisis del euro le resulta extraña a muchos franceses, quizás hasta a la mayoría de los franceses. Pero esas son tensiones políticas normales. También hay tensiones dentro de Francia misma, o de Alemania, entre la izquierda y la derecha. Pero eso no explica por sí mismo esa normalidad. También es normal que un país tenga, en un determinado momento, otra idea acerca de qué es necesario hacer en términos políticos. Se produce una tensión política, pero no es una tensión social.
Entonces, echemos una mirada a la sociedad: ¿es verdad que los alemanes han aprendido de los franceses, y que los franceses se han vuelto un poco más alemanes?
Claro que la sociedad alemana es más abierta, y que en Alemania la globalización comenzó con la apertura hacia los vecinos más cercanos, con los viajes a Francia, y la comida y los vinos franceses. Todo eso normalizó la vida cotidiana entre ambos países. Al mismo tiempo, los franceses observan –tal vez con un poco de envidia, y a veces de extrañamiento- la eficiencia de los alemanes, sobre todo en cuanto a políticas económicas. Es por eso que creo que ambas naciones se miran con cierta desconfianza y, al mismo tiempo, con mucho interés.
Según una encuesta, los alemanes admiran más a los franceses que los franceses a los alemanes. ¿Qué hay de cierto en eso?
Conozco esa encuesta, pero hay una realidad que la contradice, y es la cantidad de jóvenes franceses en Berlín. En Europa y en Francia hay una fascinación por esa ciudad, por su estilo de vida, por lo que representa Berlín culturalmente.
¿Qué es exactamente lo que representa Berlín para los jóvenes franceses?
Berlín es una ciudad totalmente abierta y llena de cultura, ese es el punto. A mí siempre me fascina cuando la visito.
Usted muchas veces se manifestó en contra del nacionalismo y apeló a crear un sistema federal y regional europeo. ¿Cuál sería, según usted, el rol del motor germano-galo en ese sistema?
Lo interesante es que los alemanes hablan del motor germano-francés, y los franceses de un tándem germano-francés. No será posible dar ni un paso en dirección hacia una profundización de la unión europea, ni hacia una federalización sin una posición común de Alemania y Francia. Pero eso tampoco es suficiente. En una Europa de 27 países, ya no alcanza con la unidad entre Alemania y Francia, ya que no es seguro que así se dé paso a un nuevo desarrollo. Eso es algo que Alemania y Francia, o sus gobiernos, deben aprender. Tienen que desarrollar una habilidad especial para poder llevar a los otros países hacia esa unidad. Si se toma en cuenta la historia reciente de “Merkozy”, es decir, de Merkel y Sarkozy, se ve que era totalmente lo contrario. Ellos creían que podían reunirse en varias cumbres, resolver ciertos temas y punto. Y eso no funcionó bien.
¿Cree que Alemania y Francia son un motor, o más bien un freno en el contexto europeo?
El problema es que no saben bien lo que quieren. Si uno no sabe hacia dónde va, tampoco puede tomar el rumbo correcto. Y a los protagonistas de la clase política les falta encontrar el rumbo. Nos movemos en la niebla, y sin compás caminamos en círculos, siempre de vuelta al punto de partida. Esa es la sensación que mucha gente tiene. Ni los alemanes ni los franceses saben cómo seguir, perdieron la orientación, y por eso no son capaces de hacer propuestas, por no hablar de liderar.
Si pudiera pedir un deseo en referencia a la amistad germano-gala, ¿cuál sería?
Yo daría impulso a una concepción de Europa desde abajo, o de una Europa para todos. Es decir, que Alemania y Francia tengan la posibilidad de llevar adelante un intercambio en Europa, que todos los que estudian o trabajan puedan permanecer un año en Europa. Y que tengamos un sistema financiero que nos permita aumentar la movilidad y el enriquecimiento mutuo.
Daniel Cohn-Bendit nació el 4 de abril de 1945 en Motauban, Francia, y es vicepresidente de la fracción de los Verdes en el Parlamento Europeo y miembro de los Verdes alemanes. Fue delegado estudiantil durante las revueltas de Mayo del 68 en París. Fue expulsado de Francia y se fue a vivir a Alemania, donde tuvo un rol político importante durante los años 70 en Fráncfort del Meno. En 1984 comenzó a trabajar en el partido Los Verdes, y en 1994 fue electo diputado del parlamento Europeo. Fue candidato de los Verdes franceses y alemanes, y escribió varias obras políticas. Cohn-Bendit vive en Fráncfort, es ciudadano alemán y tiene un hijo.
Entrevista: Ralf Bosen (CP)
Editora: Rosa Muñoz-Lima