Colombia, ante el "sí" o el "no"
30 de septiembre de 2016La paz es buena, es la respuesta en su version más infantilizada de las infinitas variantes que difunde la campaña por el "sí". Quienes respaldan el "no" argumentan que el "sí" significa dejar impunes el horror, la delincuencia y las masacres sembrados por la guerrilla durante 52 años.
"Hacemos pedagogía por la paz, no entramos en campaña", afirma el incansable Sergio Jaramillo, el Alto Comisionado para la Paz, tras semanas recorriendo Colombia y llamando al voto a los 34,8 millones de colombianos habilitados para ejercer ese derecho. El gran peligro es la abstención, pecado capital en cualquier comicio colombiano.
Zonas rurales, las más golpeadas
Paz es la palabra omnipresente en el país del realismo mágico. Pero el acento es distinto si se está en Bogotá, en Cúcuta o en algún punto junto a los 2.219 kilómetros de frontera con Venezuela. En la capital, la guerra de las FARC dejó de sentirse hace tiempo; las zonas rurales fueron las más golpeadas por el conflicto. Cúcuta, con 650.000 habitantes, vuelve a ser un hervidero desde que se reabrió a mediados de agosto el Puente Internacional Simon Bolívar que la une a la venezolana Ureña -tras un año de cierre por decisión del presidente Nicolás Maduro-.
Todo el departamento del Norte de Santander, del que es capital, sigue siendo zona caliente -no solo por sus asfixiantes 38 grados de temperatura-, sino por ser punto etiquetado de violencia extrema entre la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y todo tipo de contrabando. Más que realismo mágico, lo que se respira en la región es la arraigada cultura de la ilegalidad.
En las áreas urbanas, donde se concentra más del 80 por ciento del voto, se apoya el "sí" con cierto escepticismo, que se relaja algo ante argumentos como el impulso económico que traerá la paz en una Colombia con balances anuales de crecimiento del PIB del 3 por ciento, en 2015. El fin del conflicto consolidará ese despegue y también el turismo hacia uno de los países más bellos del mundo, sostienen los del "sí".
Una campaña desigual
Ha sido una campaña desigual, la del "sí" y la del "no". Cada paso del presidente Juan Manuel Santos se convierte en un mitin por el "sí". También su anuncio de la visita del papa Francisco en 2017. La mesa de diálogo con las FARC quedó formalmente instalada en octubre de 2012 en Oslo, la capital noruega donde se anuncia cada año el Nobel de la Paz, como ocurrirá el viernes siguiente al plebiscito. Su sola mención también alimenta el "sí".
El jefe oficial de campaña del "sí" es el expresidente César Gaviria -mientras que la del "no" la lidera el asimismo expresidente Álvaro Uribe-. La apuesta por el "sí" domina el panorama de modo casi invasivo, pero nadie, ni en Bogotá ni en cualquier otro punto, se atreve a descartar el "no".
Luciano Marín Arango, alias Ivan Márquez, jefe negociador de las FARC, ha hecho en esta recta final su propio maratón, en su caso para pedir perdón a las víctimas en lugares marcados por masacres de la guerrilla, como lo fue Bojayá, en mayo de 2002.
¿Y si gana el "no"?
Pocos colombianos se habrán leído las 297 páginas del acuerdo firmado en Cartagena el pasado lunes. Pero apenas nadie lee tampoco los programas de los candidatos ante unos comicios presidenciales. Para difundir sus aspectos esenciales está el incansable Jaramillo. De pedir perdón a las víctimas, no en el escenario internacional de Cartagena, sino en los pueblos de las masacres, se encarga Iván Márquez.
El plebiscito marcará un antes y después del titánico proceso de paz. Si gana el "sí", se abrirá una larga etapa que ocupará a más de una generación. Los 180 días previstos para la dejación total de armas bajo supervisión de la ONU es apenas un aspecto. Le seguirán grandes retos de compleja aplicación, como la justicia transicional o la restitución de tierras a los desposeídos. Si gana el "no", nadie sabe exactamente qué ocurrirá. Si se vuelve a la guerra. O si se reabre la negociación.
Autora: Gemma Casadevall