Comisión Europea: Alea jacta est
29 de junio de 2004La designación de José Manuel Durao Barroso como presidente de la Comisión Europea, en la cumbre extraordinaria convocada para tal fin en Bruselas, pasó a ser una mera formalidad. Porque el primer ministro portugués se adelantó a los hechos, anunciando a su nación que abandonará el cargo para asumir como sucesor de Romano Prodi. El hecho ni siquiera constituye una osadía, sino sólo la confirmación de que había salido humo blanco antes del cónclave de los gobernantes de la UE.
El arte de lo posible
La pugna europea por la presidencia de la Comisión quedó virtualmente zanjada cuando Alemania y Francia dieron su respaldo al jefe de gobierno portugués. Al fin y al cabo, era en París y Berlín donde mayor resistencia cabía esperar, considerando el papel que desempeñó Durao Barroso en los preludios de la guerra contra Irak, alineándose decididamente junto a Washington. Pero ni el presidente galo, Jacques Chirac, ni el canciller federal, Gerhard Schröder, dieron muestra de resentimiento político. Cierto es que ambos se habían inclinado originalmente por el primer ministro holandés, Guy Verhofstadt, un acérrimo detractor de dicha incursión militar. Pero no hubo caso. Y la política es el arte de lo posible.
Gerhard Schröder no oculta que habría preferido a Verhofstad, pero pide ahora una oportunidad para el político portugués, que logró generar consenso y sacar así a la UE del atolladero. Las palabras del gobernante alemán trasuntan, desde luego, que ese consenso no equivale a una satisfacción general por la nominación. La prensa europea ha sido más bien crítica, subrayando que Durao Barroso no se ha destacado precisamente por ser un carismático europeísta. Otros han hecho notar que ni siquiera en Portugal es una figura particularmente popular, lo cual quedó demostrado con la derrota que le propinó recientemente el electorado.
Lastre inicial
El sucesor de Prodi tendrá que cargar con el estigma de no haber sido la primera opción como candidato. De su desempeño en Bruselas dependerá que logre zafarse de ese lastre, nada apropiado para conducir a la UE a la nueva etapa que intenta iniciar con la promulgación de una Constitución comunitaria. Promoverla y explicarla, para que logre el apoyo necesario en la población de aquellos países que han optado por someterla a referéndum, será de seguro uno de los grandes desafíos del nuevo jefe de la Comisión, que aún deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo para poder asumir el puesto el 1 de noviembre.
Por lo pronto, todos parecen satisfechos de haber acabado con el tira y afloja, que estaba dejando demasiado en evidencia las dificultades para lograr acuerdos dentro de la Unión Europea. Pero, ciertamente, no queda una sensación muy alentadora después de este espectáculo en que primaron consideraciones político partidistas, en detrimento de los méritos hechos en pro de la integración europea.