Con paso firme contra la violencia machista en Latinoamérica
25 de noviembre de 2020El 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, activistas llamadas "Las Mariposas”, que luchaban contra el dictador Rafael Leónidas Trujillo. Se las conmemora en ese día desde 1981. Más tarde, en 1999, la ONU declaró el 25 de noviembre el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en América Latina.
Pero esa fecha solo adquiere significado gracias al esfuerzo continuo de las personas y organizaciones que trabajan para cambiar esa realidad, no únicamente en Latinoamérica, sino en todo el mundo.
"América Latina es el continente que más ha avanzado en materia de reconocimiento de derechos de género y en inclusión, también por la creación de la tipología penal del femicidio de forma diferenciada y agravada, junto con España”, dice Mariela Labozzetta, titular de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), del Ministerio Público Fiscal de Argentina, en entrevista con DW.
Si bien el continente presenta altos índices de desigualdad y de violencia machista, tiene a la vez, también, "como correlato, un reconocimiento de derechos y muchísimas leyes de protección integral de mujeres”, añade. Incluso en la Unión Europea, indica, "se reconoce que América Latina es el continente de vanguardia en la construcción de derechos de género. Esto tiene que ver con el movimiento feminista, que es bastante potente en la región”. Desde Argentina surgió el movimiento #NiUnaMenos contra los crímenes de género, que se extiende ahora por toda Latinoamérica.
Equidad y nuevas masculinidades
A ese esfuerzo por visibilizar la violencia contra las mujeres está ligado el desarrollo de nuevas masculinidades que permitan que los hombres también formen parte del cambio. No solo la labor de la Justicia es importante, sino también el trabajo comunitario civil y político de esclarecimiento sobre las causas de la violencia de género, para comprender mejor sus orígenes, sus consecuencias y planificar estrategias para erradicarla.
Esa es la tarea que también realiza la argentina Patricia Altamirano, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de Córdoba, quien coordina desde 2018 la Escuelita Feminista, un proyecto vinculado a la organización feminista MuMaLá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) en conjunto con Barrios de Pie, que se desarrolla a través de promotoras y promotores territoriales.
Allí, explica Altamirano a DW, se trabaja con las mujeres que van a los comedores populares para "repensar las maneras de cuidado, no solo para evitar la violencia doméstica, sino para evitar la transferencia de esa matriz comportamental a las hijas e hijos". También para desarrollar nuevas formas de maternidades y paternidades, añade, de modo que se produzcan cambios de actitud desde el hogar, la escuela y las instituciones.
Violencia de género, agravada por la pandemia
"La pandemia de coronavirus está agravando los casos de violencia doméstica. Las parejas y familias deben convivir más tiempo en espacios que, en sectores más pobres, no son adecuados. Hay una sobrecarga de trabajo que recae en las mujeres. Y estas no pueden escapar de la violencia en esa situación”, explica a DW por su parte Barbara Potthast, historiadora y directora del Departamento de Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad de Colonia, Alemania.
Las tres expertas coinciden en que en este momento se está produciendo un recrudecimiento de la violencia contra las mujeres debido al aislamiento social por la pandemia de COVID-19. Y dicen que la violencia machista es un fenómeno global: ningún país del mundo está a salvo de ella.
Distintos tipos de violencia de género
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de violencia contra la mujer? ¿Se trata del feminicidio consumado, o también puede ser violencia en otros ámbitos, como el laboral? Existen, en general, según las tipifica la ONU, diversas manifestaciones de la violencia contra las mujeres. Violencia por parte de un compañero sentimental: física, maltrato psicológico, violación conyugal, femicidio. Además, la violencia sexual y el acoso, que incluye el matrimonio infantil forzado, la trata de seres humanos, la mutilación genital. "Desde los movimientos feministas y los organismos de DDHH se habla de 'violencias contra las mujeres', ya que no hay un solo tipo de violencia ni un solo prototipo de mujer. Ese concepto incluye las diversidades sexuales, es decir, a las mujeres con identidades de género no hegemónicas”, aclara Mariela Labozzetta. Por lo general se simplifica el concepto reduciéndolo a la violencia doméstica, pero "la ley argentina, por ejemplo, [Ley 27.501 que incorpora el acoso callejero contra la mujer como modalidad de violencia] indica que hay violencia en el ámbito privado, pero también en el ámbito público: violencia de género institucional, educativa, obstétrica, sanitaria, en el ámbito político”, dice.
"La última expresión de ese fenómeno tan generalizado son los feminicidios, pero estos tienen como antesala todas esas expresiones de violencia que permiten también que el patriarcado se siga sosteniendo, y que son el correlato de las desigualdades”, subraya la fiscal.
La violencia machista "no es un problema psicológico”
”La violencia contra las mujeres no tiene que ver con patologías individuales de los varones, sino con el esquema de poder y relaciones de desigualdades. Es un tema social, y no individual ni psicológico”, explica Labozzetta. Por eso, el lema del feminismo 'Lo personal es político' tiene que ver con que el ejercicio de la violencia de género no radica en un trauma de la infancia de un sujeto particular contra una mujer en particular, sino que es algo que atraviesa todos los vínculos sociales y todo el entramado de las relaciones entre varones y mujeres, tiene que ver con la desigualdad, y está sostenido por el esquema patriarcal de poder", añade. "Desde tiempos inmemoriales se ejerce violencia contra las mujeres por el solo hecho de que son mujeres”, dice Patricia Altamirano, "porque tener un cuerpo con genitales femeninos implica per se tener un lugar en la sociedad, que no depende de la autopercepción que uno tenga de sí mismo, a veces ni siquiera de la clase social a la que pertenezca".
También persisten aún estructuras arcaicas dentro de las instituciones que obstaculizan que se imparta justicia y se brinde protección a las mujeres ante la violencia machista. "La justicia, la Policía también tienen que perseguir los casos, porque muchas veces el problema es que las mujeres no se atreven a denunciar, también si son hombres los que toman la denuncia”, resalta Bárbara Potthast. Para ella, el problema principal en Latinoamérica es la dicotomía e idealización de la figura femenina: "por un lado, la mujer maternal con características de santa, y por otro lado, la puta”, un modelo, señala, que por otro lado se repite en todas las sociedades del mundo. En algunos países hay un mayor respeto por los derechos de las mujeres, por ejemplo, en ciertos países europeos, pero la violencia contra ellas también existe.
Las demandas de las mujeres y mujeres trans continúan en América Latina. "Es una tensión y una batalla que va contra el estatu quo. Pero el empoderamiento de las mujeres no es negociable, no pueden pedir permiso para empoderarse”, subraya Patricia Altamirano. Según ella, el trabajo a nivel educativo es fundamental para un cambio de actitud al respecto no solo en los varones, sino también en las mujeres, para poner freno a la violencia de género. "Hemos avanzado muchísimo”, subraya Mariela Labozzetta, "el Estado tuvo que reaccionar, en el caso de Argentina, con estructuras innovadoras, normativas y un ministerio”. En su opinión, si bien en América Latina no se ha alcanzado todavía el horizonte que se persigue para acabar con la violencia de género, la lucha por llegar a él hace que "estemos parados en un mejor lugar que hace unos años”. (ers)