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El desafío de la crisis en Egipto

4 de febrero de 2011

La crisis en el mundo árabe acapara la atención en la Conferencia sobre Seguridad en Múnich, una de las más importantes en la materia a nivel mundial. Wolfgang Ischinger, su director, habla sobre la postura europea.

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Egipto: ¿hacia la democracia?Imagen: dapd


En Irán, cuando fue derrocado el Sha Reza Pahlevi, llegó al poder el Ayatollah Khomeini con sus mulas. ¿Qué puede hacer la comunidad internacional para que en Egipto no suceda lo mismo?

Wolfgang Ischinger: Efectivamente, una conclusión basada en las experiencias de las últimas décadas es que no todo dictador derrocado es una garantía de que florezca la democracia. A menudo, la verdadera crisis comienza cuando el régimen deja de existir, por lo cual no hay que esperar que, con el cumplimiento del deseo del pueblo egipcio -tal como se lo ve en los medios- de que Mubarak dimita, se solucionen todos los problemas. Egipto está muy pero muy mal preparado para una democracia occidental –y eso lo sabemos todos. En primer lugar, no hay una receta que se pueda aplicar, y, en segundo lugar, debemos cuidarnos de creer que en Bruselas, en Washington o en Berlín podríamos decidir qué es lo mejor para los egipcios. Eso lo deben poder decidir ellos mismos.

¿Se puede hablar de ejemplos históricos? ¿Se podría comparar la ola de protestas en los Estados árabes con los países comunistas, que cayeron como un castillo de naipes a fines de los 80?

Todas las comparaciones son, de algún modo, inadecuadas. Pero opino que se trata de la herencia y la misión de Europa. Ningún continente ha podido vivir tantas experiencias con la transición de dictaduras y represión hacia la libertad y la democracia como los Estados europeos, empezando con los alemanes del Este, pasando por los húngaros y llegando a los rumanos y polacos. La vocación europea es, precisamente, transmitir la experiencia de estos años de cambio y asegurar que los ciudadanos de Egipto tomen conciencia de que Europa está, siempre estará y debe estar, del lado del progreso, de la apertura, y en pro del Estado de derecho. Admito que, para un político pragmático que debe velar por la seguridad de la gente y por que no irrumpa el caos, esto es una difícil búsqueda del equilibrio. Por eso repito que hay que tener cuidado con las recetas fáciles. En una situación así, no las hay.

Usted acaba de decir que Europa está en pro del Estado de derecho. ¿Se refiere a eso también como una reparación por las décadas de apoyo brindado por Europa a déspotas corruptos y codiciosos como, por ejemplo, Mubarak?

Pienso que nosotros, los alemanes, y no sólo Europa en general, tenemos una gran experiencia por nuestra historia reciente. Tengamos en cuenta – y la joven generación tal vez ya no lo sepa- el modo en que las fundaciones políticas alemanass contribuyeron con el desarrollo de los partidos políticos durante las dictaduras de España y Portugal, transmitiendo conocimientos para formar políticamente a esos partidos hasta que pudieron, incluso, ganar las elecciones. Pregúntele a Javier Solana, un socialdemócrata español, por qué España pudo progresar. Ese tipo de ayuda fue muy importante.

Es verdad. Pero el caso de Egipto es diferente. Hasta hace muy poco, se presentaba a Hosni Mubarak como un ejemplo brillante. Y la cooperación con Mubarak fue mucho más estrecha que la que pudiera haber habido con el régimen de Franco.

Bueno, por eso digo que se trata de una empresa difícil. Por supuesto que Egipto fue, a lo largo de varias décadas, un país clave en la región, no sólo para Israel, sino para Occidente y para todo el mundo. Era el único país árabe que había pactado la paz con Israel. Claro que se quería y se debía cooperar con Egipto. Pero eso no significa que no se transmita a los egipcios, a los ciudadanos, a los movimientos y a los partidos que, por decirlo así, anhelan vivir en circunstancias más europeas, más democráticas, claras señales de apoyo. Es una dificultosa tarea la que hay que llevar a cabo.

Una pregunta pragmática para el final: el canal de Suez es una de las rutas de abastecimiento más importante para Europa. ¿Se puede asegurar a largo plazo la seguridad para atravesar el canal? ¿Qué haría Europa si esto no fuese así?

Nada está asegurado a largo plazo, y es claro que, debido a los sucesos en la región, aumente la preocupación por un alza en el precio del petróleo, que ya superó la marca de los 100 dólares por barril. Pero no creo que se produzcan problemas, porque tampoco creo que los disturbios en Egipto se transformen en una crisis explosiva que abarque a toda la zona. En todo caso, es de esperar que no se produzcan tales consecuencias. Pero es claro que hay gran preocupación por la estabilidad total de la región, y por eso pienso que este es un momento apropiado para que en Múnich se reúnan 350 personalidades internacionales. Habrá mucho para reflexionar y debatir. Y le vuelvo a decir que no se deben buscar soluciones fáciles. No hay recetas, y Occidente debe tratar de no tener siete opiniones diferentes, sino una sola, en lo posible, para que en Egipto se produzca, dentro de no demasiado tiempo, y sin que corra sangre, una transición ordenada en dirección a la democracia.

Autor: Christoph Heinemann (DLF)/ CP

Editora: Emilia Rojas-Sasse