Constitución Europea: Dolores de parto
12 de diciembre de 2003La primera parte de la cumbre fue, en verdad, exitosa, como indicó el primer ministro italiano y presidente de turno de la Unión Europea, Silvio Berlusconi. Los acuerdos adoptados en la mañana de este viernes por los gobernantes de los 15 países de la Unión Europea no son poca cosa. Por ejemplo, se resolvió emprender una "acción europea para el crecimiento", que contempla inversiones de unos 62.000 millones de euros hasta el año 2010, en materia de infraestructura, telecomunicaciones, investigación y medio ambiente. Además se aprobó una estrategia europea de seguridad, en la que por primera vez se definen objetivos de una política militar autónoma.
Escepticismo general
En otro momento, de seguro eso bastaría para arrancar profusos aplausos y palmaditas recíprocas de satisfacción. Pero en esta ocasión las buenas nuevas pasaron casi inadvertidas, sin lograr siquiera el carácter de un buen augurio para el plato de fondo del encuentro: la conferencia gubernamental dedicada al proyecto de dotar a la Unión Europea de una Constitución. Este es el tema que acapara la atención general y que provoca, sobre todo, desánimo y escepticismo.
El canciller germano federal, Gerhard Schröder, reiteró en Bruselas que Alemania no dará su aprobación a una Constitución a cualquier precio. "Necesitamos una Constitución, pero ésta debe tener sustancia", indicó el gobernante de Berlín. Cabos sueltos hay muchos, desde que se comenzó a discutir nuevamente varios puntos del borrador que elaboró en meses de arduas negociaciones la Convención Constituyente, bajo la batuta del ex presidente francés, Valery Giscard d'Estaing. Pero el principal tema de conflicto es, en este momento, la ponderación de los votos de cada país en las materias en que se pueda decidir por mayoría.
El peso de la población
En concreto, el proyecto de la convención propone un sistema que toma en cuenta el peso de los países con mayor cantidad de población. Según esta fórmula, una decisión quedará aprobada si recibe el más del 50% de los votos y si los países que la respaldan reúnen al 60% de la población de la UE. Alemania y Francia defienden esta propuesta, que quieren ver consagrada en la Carta Fundamental europea. Otros, con España y Polonia a la cabeza, se resisten a perder influencia.
El presidente del gobierno español, José María Aznar, descubrió su entusiasmo por los tratados de Niza, que calificó de "los mejores para Europa". La ponderación de votos allí prevista resulta más favorable para los países pequeños, que tendrían un peso sólo un poco menor al de los "grandes". De ahí las virtudes que les atribuyen españoles y polacos. Pero se trata de un sistema engorroso y sumamente complicado, que ahora el proyecto constitucional pretende reemplazar por otro más efectivo. Se trata, en suma, de garantizar que la Unión Europea pueda seguir operando cuando cuente con 25 miembros, y no naufrague en eternas discusiones bizantinas que la impidan tomar decisiones. Lo difícil que es poner de acuerdo a tantos ya lo estamos viendo en el inquietante espectáculo de esta cumbre de Bruselas.