Cuba: el desafío de trabajar por cuenta propia
31 de julio de 2018“Trabajo por cuenta propia” ha llamado el Gobierno cubano desde 1993, aún bajo el mando de Fidel Castro, a lo que “en cualquier otro lugar se denominaría sector privado, aunque fuese de pequeña escala”, aclara a DW Ricardo Torres Pérez, profesor e investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC) en la Universidad de La Habana.
El término califica hoy, según la prensa local, a casi 600.000 cubanos que representan el 13 por ciento de los ocupados del país. Intenta evadir, sobre todo, un contrasentido legal: si “la Constitución cubana vigente no reconoce propiedad privada sobre medios de producción (con la única excepción de la tierra, entregada a los campesinos por las leyes de reforma agraria)”, no puede existir una norma jurídica de menor rango que lo haga, precisa Torres. Por otro lado, está el factor político e ideológico: los sectores más conservadores de la política cubana se niegan a legitimar la existencia de un sector privado en la isla.
Tras dar marcha atrás -a inicios de los 2000- a la apertura de los 90, las reformas implementadas por Raúl Castro, en septiembre de 2010, ampliaron el número de actividades económicas privadas permitidas (acotadas en una lista que incluye fundamentalmente oficios). Permitieron la contratación formal de fuerza de trabajo fuera del entorno familiar y hasta ofrecer servicios a empresas estatales. Pero, bajo el rótulo de “Política para el Perfeccionamiento del Trabajo por Cuenta Propia”, en este 2018 aparecen nuevas restricciones.
Sobrevivientes, tradicionales o creativos
“La experiencia cubana es singular, porque lo que acá es trabajo por cuenta propia incluye dos sectores bien diferenciados en otros contextos: autoempleo formal y empresa privada, con un dueño de determinados medios de producción que contrata fuerza de trabajo para completar el proceso de producción”, contextualiza Torres Pérez. A futuro, ya que la nueva Constitución va a reconocer la propiedad privada, supuestamente debería haber una diferenciación clara de estos segmentos, prevé y distingue entre tres grandes grupos.
Por un lado, hay “personas autoempleadas que, en la mayoría de los casos, no trabajan en emprendimientos dinámicos, sino que generan ingresos para sobrevivir, para cubrir necesidades básicas, sin acumulación de capital”. En este grupo se ubican desde los ya “clásicos” jubilados vendedores de maní tostado, hasta los "zapateros remendones" o quienes hacen reparaciones menores de enseres domésticos.
Hay un segmento que desarrolla actividades tradicionales pero contrata fuerza de trabajo y maneja negocios con volumen, “que permiten cierta acumulación de riqueza y capital, aumento del consumo, reinversión de utilidades”. Es el caso de quienes poseen restaurantes exclusivos, sobre todo en la capital, y “quizás algunos de los que rentan casas o habitaciones, con un mercado ya asegurado”, ilustra el experto.
Y, por último, un segmento que ha reinterpretado creativamente la lista de actividades permitidas por la legislación, para desarrollar “actividades más sofisticadas”, pese a que “prácticamente no hay servicios profesionales autorizados como trabajo por cuenta propia”. Este es el caso de programadores, diseñadores, consultores de economía y contabilidad, gestores de viajes, de medios y plataformas de comunicación independientes, entre otros “profesionales muy bien calificados, con redes dentro y fuera de Cuba, que les permiten acceder al mercado, a nuevas ideas”, describe este economista cubano.
Entre estos creativos está Rigo García Berriel, graduado de Economía en la Universidad de La Habana, y cabeza de Artprint, un emprendimiento familiar junto a sus padres y esposa, para la “impresión sobre todo tipo de soportes, para fines publicitarios o del hogar”. García Berriel dirige además, junto a Marta Deus, Negolution, una revista de, sobre y para emprendedores.
Deus y García Berriel se conocieron en un curso sobre emprendimiento en la Universidad Internacional de la Florida (FIU), en Miami. Deus, repatriada a Cuba desde España, dirige también un negocio de consultoría, Deus Expertos Contables, y uno de mensajería, Mandao Express. Artprint se impulsó con los ahorros familiares, cuenta García Berriel. Mientras Negolution se financió, primero, con utilidades de los negocios establecidos de sus fundadores y ahora se sostiene sola, con publicidad como parte de su modelo de negocios.
Oportunidades, barreras de siempre y nuevas barreras
“Cuba es un país virgen, en el que no hay nada, pero las buenas ideas florecen rápido. Tienes acceso a personal calificado. Es seguro”, enumera García Berriel las oportunidades de sus pares isleños. Pero “no somos reconocidos como empresas, no tenemos permitido importar con carácter comercial, en un país donde no se produce nada y la oferta es por lo general muy limitada. Existe miedo al emprendimiento, cuando este realmente podría ser un factor de desarrollo social si se sabe encaminar”, lamenta.
Ahora,“restringen las licencias a sólo una, para evitar que algunos, que ya son ricos, se enriquezcan. Pero hay personas que necesitan tres licencias para subsistir. Limitan la cantidad de sillas reales que va a tener un restaurante, para que el dueño no siga ‘haciendo dinero’. Y nadie piensa por los jóvenes que trabajan allí, que son de los pocos que aún viven en Cuba, que no han emigrado en busca de una mejoría económica, y que ahora van a perder el empleo”, sostiene. “Incertidumbre” vuelve a ser una palabra clave entre los emprendedores cubanos.
No obstante, como aspectos positivos de las nuevas normas, el fundador de la oficina de desarrollo de negocios AUGE, Oniel Díaz, menciona en una columna de la revista OnCuba “la obligación de utilizar contratos para el uso de fuerza de trabajo, el aumento de los límites de gastos autorizados a deducir para el pago del impuesto a los ingresos personales, y la penalización de actitudes discriminatorias por el color de la piel, género y orientación sexual.”
Como sea, uno de los principales reclamos de García Berriel y sus homólogos, que incluso han intentado dialogar con las autoridades de la isla, es la sustitución del “absurdo” listado de actividades permitidas, por un listado de actividades prohibidas debido a intereses nacionales, políticos, económicos o medioambientales: “Luego, lo que hagas sería bueno que dependiera de la inventiva del cubano que, por cierto, es muy grande”. A estos reclamos se une el de un tratamiento fiscal flexible y ajustado a las condiciones de la economía nacional, así como el del reconocimiento de la pequeña y mediana empresa privada.
Estos y otros obstáculos al desarrollo del sector privado se mantienen constantes en la isla, pese a todas las reformas, confirma el experto del CEEC: Con “un marco regulatorio precario y un Gobierno sin una visión clara, consensuada” al respecto, Cuba ofrece, en general, un mercado “muy pobre” para plantearse "dinámicas de crecimiento significativas". Es difícil "obtener capital, iniciar negocios o hacerlos crecer", pues se depende exclusivamente de ahorros propios o reinversión. El país no cuenta con un sistema financiero, “ni sofisticado ni primitivo”. Y hay problemas de infraestructura graves, por ejemplo, para aquellos que dependen de Internet para comercializarse.
¿País de negocios?
“Cualquiera que no sea cubano o no tenga algo comprometido en Cuba, tiene que pensárselo muy bien para invertir acá. Es un país que no está diseñado para estimular los negocios, hacerlos crecer; con otras cosas (aparentemente) más importantes que crear riqueza y hacer al país más próspero”, sentencia el investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana.
Y, al mismo tiempo, esto es así fundamentalmente para los propios cubanos: “En el resto del mundo, el inversor extranjero pelea por ser tratado como un nacional. En el caso de Cuba no es así”, agrega Torres Pérez. A pesar de que tampoco el marco para la inversión extranjera es el mejor posible, “no conozco ningún caso de país exitoso” que desdeñe al capital doméstico como lo hace Cuba, insiste este economista cubano y ubica la causa, sobre todo, en el plano político: “Ya no es un prejuicio ideológico, aquí hay un cálculo político, para no empoderar a determinados sectores dentro del país, que un día pudieran cuestionar al poder político.”
Autora: Rosa Muñoz Lima (CP)
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