El alemán y su puntualidad
12 de mayo de 2016Ser puntual es motivo de orgullo para los alemanes. Más que eso, es una auténtica aspiración. Y aunque no hayan inventado el reloj, muchos de ellos funcionan como uno de precisión. ¿Por qué?, nos podríamos preguntar. Probablemente, porque si no sería el fin del mundo ya que, en Alemania, todo suele llegar a tiempo.
Quién diga lo contrario, tendría una visión completamente distorsionada de la realidad. Y atendiendo al cliché, es cierto que los grandes proyectos se suelen terminar a tiempo. Salvo cuando hay retrasos, como en el nuevo aeropuerto de Berlín, de los que seguro que se puede culpar a los demás. Probablemente, un auténtico acto de sabotaje, puesto que, para quién no haya seguido la historia, la construcción del aeropuerto lleva un retraso de varios años y todavía está por verse cuándo se terminará.
Cuestión de principios
Salvo estas excepciones, “la puntualidad es cortesía de los reyes”, reza un proverbio alemán. Y no porque sean monárquicos, sino porque para los alemanes la puntualidad es cuestión de principios. Por ejemplo, el filósofo alemán Immanuel Kant se levantaba siempre a las cinco en punto de la mañana, comenzaba sus clases en la universidad a las siete en punto y escribía de las nueve a la una. Salía a pasear a las tres y media de la tarde subiendo y bajando ocho veces la avenida Lindenallee de Königsberg (actual Kaliningrado). Y a las 10 en punto, el pensador se retiraba a la cama. Es decir, la puntualidad alemana en persona.
También es cierto que no todos los alemanes alcanzan tal grado de perfección. Sin embargo, ellos luchan por conseguirlo. Casi el 85% dice que se toma muy en serio sus compromisos y espera lo propio de los demás.“Cinco minutos antes de la hora es la puntualidad del alemán”, sentencia la filosofía popular.
Un dicho para el que también existen variaciones usando términos como “soldados” o “constructores”. Aunque con estos últimos habría que matizar, ya que el término “puntual como un albañil” significa dejar de trabajar a la hora exacta. Es decir, para dejar la tarea, los albañiles alemanes son los más puntuales. La idea es no perder ni un segundo de su tiempo libre. Un hábito que, por cierto, no es invención de un alemán.
Un pecado capital
El catálogo de dichos populares referentes al tema es amplio. Algunos incluso con connotaciones punitivas para la impuntualidad. Por ejemplo, “a quién llega tarde, le castigará la vida”. Otros más ambiguos permiten una moral más relajada como “llega tarde, pero llega” o “solo llega tarde cuando trae buenas noticias”.
Sin embargo, algunos casos merecen realmente ser cuestionados. Como el proverbio “mejor una hora antes que un minuto de retraso”, una práctica que, en determinadas situaciones, podría resultar embarazosa y hasta ser considerada un mal consejo. Por ejemplo, cuando un invitado llega a comer cinco minutos antes de lo acordado. ¿O le gustaría encontrar al agasajado de traje y corbata ante la puerta mientras la anfitriona se seca el pelo en ropa interior ante el espejo? Así que, este es nuestro sabio consejo: Puntualidad para todo. Y eso implica también no llegar antes de la hora.