Cumbre en Cancún: inmigración, tema inevitable
30 de marzo de 2006Formalmente, el encuentro entre los mandatarios de Canadá, Estados Unidos y México es parte de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, ASPAN. Pero a unas horas de que comience la cita en Cancún, poco se habla del mecanismo diplomático trilateral instituido en marzo de 2005 para “promover el crecimiento económico, la competitividad y la calidad de vida”, así como para “desarrollar un enfoque común en materia de seguridad”.
Los medios de comunicación en México tampoco parecen prestar mucha atención a Canadá. En cambio, un influyente periódico del país anfitrión publicó ayer una entrevista con el presidente George W. Bush. La relación bilateral México-Estados Unidos, y su actor principal, la inmigración, se ciernen así como temas inevitables en la cumbre.
De muros y esquizofrenias
El peso de los acontecimientos es demasiado abrumador como para que los mandatarios obvien a la cuestión migratoria. En México existe indignación por la propuesta estadounidense para construir un muro fronterizo a fin de frenar el flujo humano.
El presidente Vicente Fox se acercó en diciembre pasado a la frontera norte, y calificó a este proyecto como “una medida vergonzante” que viola los derechos humanos y laborales. Este ánimo exaltado impidió a muchos mexicanos percibir que, en los últimos meses, la política migratoria estadounidense ha estado marcada por la esquizofrenia.
La Cámara de Representantes aprobó a finales de 2005 un paquete duro conocido como Ley Sensenbrenner, pero el Comité Judicial del Senado enmendó ayer la propuesta que contemplaba, entre otras cosas, penalizar a quien prestara ayuda humanitaria a inmigrantes ilegales.
Simultáneamente, la iniciativa senatorial McCain-Kennedy abrió la puerta a la posible ciudadanización de millones de trabajadores ilegales. Esta bipolaridad refleja la posición del presidente Bush: por un lado, es irremediablemente conservador; por otro, se ve acorralado por las realidades económicas, sociales y electorales que hacen indispensable a la inmigración.
Los inmigrantes: seres de carne y hueso
Las marchas ocurridas el pasado fin de semana en varias ciudades de Estados Unidos cambiaron el curso del debate acerca de la inmigración. El hecho de que 500,000 personas hayan repudiado en las calles de Los Ángeles el endurecimiento de las políticas migratorias marcó una de las manifestaciones más importantes en la historia de ese país.
La marcha angelina dio rostro a la inmigración. Súbitamente, los estadounidenses reconocieron que los inmigrantes no son sombras amenazantes sino seres humanos de carne y hueso: la empleada doméstica, el jardinero, el mesero del restaurante favorito, la nana a quien se encarga el cuidado de los niños… Así, los ríos humanos en puntos tan distantes como California y Michigan constituyeron un fenómeno social demasiado elocuente para ser ignorado, incluso por los políticos.
El dilema de Cancún
El enclave turístico en que se desarrollará la cumbre sintetiza los procesos regionales de integración. Las calles y playas de Cancún que fueron devastadas por el huracán Wilma lucen de nuevo sus habituales letreros en inglés, y el comercio corre al amparo del dólar estadounidense. Este auge se debe en parte a la apertura económica y su producto más conocido: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Pero no todo México es Cancún, ni el fenómeno trilateral se ciñe a los acuerdos económicos. A más de una década del TLCAN, la sociedad mexicana está marcada por la desigualdad. El país azteca tiene en Carlos Slim al tercer millonario más rico del planeta, según la revista Forbes, pero la mayoría de la población ha visto desplomarse su poder adquisitivo a lo largo de dos décadas.
Esto provoca que la inmigración cobre nuevas formas. La pobreza perdió el monopolio de las justificaciones para salir del país. Ya no sólo los campesinos se van “al otro lado”, sino que crece el número de profesionistas mexicanos que cruzan la frontera en busca de empleos bien pagados.
El hombre propone...
Ante este panorama urgente, el ASPAN luce como un mecanismo protocolario menor, rebasado por sus acontecimientos concomitantes. En nada ayuda el hecho de que la cumbre se realice a unos meses de que el presidente Fox abandone el poder.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro canadiense, Stephen Harper, tampoco pasan por el momento más óptimo para impulsar grandes iniciativas. El primero se encuentra estancado en sus niveles de popularidad a raíz del fiasco en Irak, mientras que el segundo tiene apenas unas cuantas semanas al frente de un gobierno de minoría.
Todo esto hace suponer que el ASPAN no alterará las prioridades de cada nación participante. En el caso de la Cumbre de Cancún, las necesidades urgentes son las que proponen, y también disponen.