Cárceles alemanas, lejos de la readaptación
4 de octubre de 2007Tres presidiarios fueron condenados a penas de entre 10 y 15 años de prisión, por haber violado, torturado durante horas y finalmente asesinado a su compañero de celda, Herrmann H., el 11 de noviembre de 2006. En su momento, el caso desató un intenso debate en la opinión pública germana.
Alemania y toda Europa se presentan ante el mundo como ejemplos de respeto a los derechos humanos, los cuales no admiten la discriminación ni los tratos crueles inhumanos o degradantes para ningún ciudadano, incluidos quienes compurgan penas privativas de la libertad.
Consternación generalizada
El crimen dentro de la cárcel de Siegburg contradijo éstas y otras cartas de presentación. Causó consternación el hecho de que en una penitenciaría alemana hubiera ocurrido un caso de tan grave violencia, con el agravante de posible negligencia por parte de los custodios, quienes tardaron horas en percatarse de que Herrmann H. había sido torturado y forzado a suicidarse por los otros tres internos.
Pero en el fondo, se cuestionó la anómala actuación de las autoridades encargadas de la seguridad y el respeto a los derechos humanos en los centros penitenciarios, en el estado de Renania del Norte-Westfalia. El Estado, simple y sencillamente, no cumplió su misión de preservar una debida impartición de justicia.
Un fenómeno universal
Algunas condiciones en las cárceles alemanas distan de ser tan dramáticas como en otras naciones. Pero, desde la perspectiva de los principios, el caso puso a los centros penitenciarios alemanes a la altura de sus contrapartes en algunos países en desarrollo.
La tortura y muerte de Herrmann H. en Siegburg es sintomática de lo que algunos especialistas latinoamericanos como el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, Emilio Álvarez Icaza, han denominado "el fenómeno penitenciario”.
Es ese universo paralelo al cual se refirió la prensa alemana al surgir este caso, y cuya evolución depende de factores concretos.
En 2005, en la República Federal de Alemania había un total de 82.700 personas recluidas en las cárceles de los 16 estados federados, con una tasa de 97 reclusos por cada 100.000 habitantes.
Es un índice medio, si se toma en cuenta que en Brasil dicho indicador de ubica en 191 presos por cada 100.000 habitantes; en Chile, 238 ; en Cuba, 487; o en Argentina, 148. Estados Unidos es el campeón del mundo cuando se trata de meter gente a la cárcel, con una tasa de 738 reclusos por cada 100.000 habitantes.
Alemania, pues, no sobresale como representante de la “teoría de las ventanas rotas”, según la cual la criminalidad debe resolverse con mano dura y a través de la penalización extrema.
Sobrepoblación, falta de personal, enfermedades...
Sin embargo, este caso desveló que Alemania comparte con otros países fenómenos como la sobrepoblación penitenciaria. Wolfgang Neufeind, ex director del centro de reclusión en Siegburg, aceptó ante la revista Stern que dichas instalaciones eran ocupadas por 800 personas pese a que está diseñada para albergar a 650.
Esto implicó una sobrecarga de trabajo para el personal de custodia que, de acuerdo con el ex funcionario, trajo como consecuencia un 20 por ciento de aumento en las ausencias por enfermedad.
La cadena no se acaba allí. La falta de custodios y trabajadores sociales se tradujo asimismo en una falta de oferta en las opciones de ocupación para los internos; esto quiere decir que son cada vez más los jóvenes que compurgan sus penas en medio del ocio, lo cual obstaculiza cualquier posibilidad de readaptación.
Como todo caso de “alto impacto”, la muerte de Herrmann H. adoptó dimensiones políticas. Junto con la promesa de corregir las fallas evidentes en Siegburg, y de revisar a fondo todo el sistema penitenciario en Renania del Norte-Westfalia, las autoridades de la entidad designaron a Rolf Söhnchen como ombudsman específico para la población penitenciaria.
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Panorama dispar
El primer diagnóstico vino en julio pasado. Según Söhnchen, la situación amerita que “todo el sistema penitenciario sea sometido a revisión”. En algunas de las 37 cárceles del estado existen programas de reacción inmediata para atender a adictos a las drogas; en otras, los reclusos con problemas similares deben esperar semanas.
Algunos centros cuentan con programas especiales de readaptación que incluyen ayuda para buscar empleo una vez cumplía la pena. Otros, en cambio, envían a los ex internos directamente a la mendicidad, según el ombudsman.
Con la sentencia a los tres asesinos confesos termina la parte jurídica del caso. Pero queda mucho por decir en cuanto al diagnóstico de los centros penitenciarios de Renania del Norte-Westfalia.
Lo poco que puede decirse, a partir de las palabras de Rolf Söhnchen, es que no todas las cárceles son como la de Siegburg. Al mismo tiempo, sale a la luz que distan de ser ideales las condiciones de algunos centros penitenciarios en Alemania. Nadie sabe cuántos.