El cacao y el chocolate dominan la vida cotidiana de la panameña Meivis Ortiz. En su finca en medio de la selva tropical de la provincia de Bocas del Toro construyó en 2015 una pequeña fábrica de chocolate, donde también cultiva parte de las plantas de cacao, que procesa con la ayuda de sus empleados. Meivis conoce bien todos los esfuerzos que conlleva el cacao. Un trabajo mal remunerado. Con su empresa "Mayamei Cacao" quiere hacer las cosas de otra forma, con una perspectiva de economía social. La mayor parte del cacao de su fábrica de chocolate procede de una cooperativa de mujeres indígenas de Bocas del Toro, en el noroeste de Panamá, una de las zonas con la mayor reserva de bosques nativos del país, donde vive la etnia indígena de los ngöbe. También Jaime Justiniani obtiene el cacao crudo para su empresa chocolatera "I love Panama Chocolate" de los cacaocultores de esa región. Su objetivo es crear chocolates finos que cuenten algo sobre Panamá. Jaime está convencido de que pequeñas empresas de chocolates finos, como la suya, podrían hacerles recuperar a los panameños el interés en su propia cultura del chocolate. Solo en los últimos cinco años han surgido cinco nuevas empresas de chocolate fino en el paí, como parte de este "cambio cultural”. El "Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo", con sede en Ciudad de Panamá, apoya a los agricultores de cacao en el desarrollo sostenible en las comunidades de Bocas del Toro.