Deforestación en México, "receta perfecta para el desastre"
18 de julio de 2023En 20 años, México ha perdido 736 mil hectáreas de bosques primarios, lo suficiente para cubrir casi cinco veces su capital, Ciudad de México, confirman datos de la plataforma de monitoreo satelital Global Forest Watch (GFW). Y esto es solo algo más del 15 por ciento del total de cobertura forestal perdida, unos 4,7 millones de hectáreas.
El país aún no se ubica en la lista de los diez que más bosques primarios han perdido en el mundo, donde lidera Brasil, seguido de otros vecinos latinoamericanos como Bolivia (3), Perú (5) y Colombia (6). Pero el avance de la deforestación en México tiene causas y consecuencias significativas dentro y fuera de sus fronteras.
Con más del 70 por ciento de su territorio (138,7 millones de hectáreas) cubierto por algún tipo de vegetación forestal, según datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), México es uno de los 12 países “megadiversos” que albergan el 70 por ciento de la flora y fauna del planeta.
La pobreza, los monocultivos y la industria porcina
“De todo el país, la zona más afectada es la península de Yucatán”, en el sur, con un suelo kárstico muy delgado y poroso, precisa a DW Yuri Peña Ramírez, investigador del Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en Campeche, uno de los estados más deforestados de México, junto a Chiapas, Quintana Roo, Yucatán y Veracruz.
Entre las causas fundamentales, el experto destaca la pobreza, que desata “procesos hormiga” de degradación, obligando a personas sin recursos a la tala ilegal para obtener madera o leña, a falta de posibilidades de producir y comerciar productos de alto valor agregado, como la miel. “Alemania importa mucha miel de Campeche”, ilustra. Sin embargo, lo hace a través de “grandes acumuladores en Yucatán”, lamenta.
A eso se suma la agricultura de monocultivo, con agroquímicos y técnicas de “roza, tumba y quema” para el cambio de uso de suelo, practicadas -sobre todo por campesinos de origen menonita, según dice- sin los períodos de descanso acostumbrados por los agricultores tradicionales mayas. Así como los ciclos de incendios forestales involuntarios reforzados por el cambio climático, enumera Peña.
Sin embargo, el 97 por ciento de los incendios forestales mexicanos se origina por actividad humana, especialmente por actividad agropecuaria, y solo el 3 por ciento por sequías o tormentas eléctricas, apunta Viridiana Lázaro, campañista de alimentación y agricultura de Greenpeace México. Mientras, indica, el 70 por ciento de la madera que se comercializa en el país proviene de la tala ilegal.
Otra clave está en la porcicultura, “muy incentivada por el Gobierno local de Yucatán”, destaca la experta de Greenpeace. “El 50 por ciento del territorio nacional se usa para producir alimentos para el ganado”, y esto incluye prácticas de deforestación para la siembra ilegal de soya y maíz transgénicos, añade.
Un “ciclo degenerativo”
Por si fuera poco, también están los megaproyectos estatales como el Tren Maya, una bandera del actual Gobierno. “El problema no es el trazado del tren, con 50 metros por lado de la vía, sino que, como el suelo es tan delgado, no hay material suficiente para hacer el terraplén”, explica Peña, especialista en Biotecnología y Ecología de Forestales Tropicales. Así que ese material se extrae de canteras con las que “están rompiendo parches de selva que estaban intactos”, en zonas núcleo de las reservas de Quintana Roo y Campeche, denuncia.
“Están dividiendo un corredor biológico importante que conecta México con América Central” y afecta fauna de gran tamaño en peligro de extinción como los jaguares, agrega la experta de Greenpeace.
“Al perder bosques, perdemos flujos de agua y, con ellos, la capacidad regulatoria del planeta para mantener la temperatura a un nivel más o menos constante”, advierte el investigador de ECOSUR, en un país que ya vive impresionantes olas de calor y lluvias torrenciales extremas. Y describe un “ciclo degenerativo”, en el que, “al perder la humedad, tenemos climas más extremos, que afectan la posibilidad de las plantas para crecer y desarrollarse”.
“Recortes brutales de presupuesto”
A todo esto se suman los “recortes brutales de presupuesto” que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha impuesto a agencias federales como la Conafor y la Comisión Nacional de Áreas Nacionales Protegidas (Conanp), así como a las instituciones de investigación relacionadas con la vigilancia ambiental, enumera Peña.
A contracorriente, cerca de 200 ONGs, entre ellas también europeas y estadounidenses, intentan impulsar la producción y comercialización de madera certificada y productos orgánicos de alto valor agregado, para que los productores locales abandonen las actividades depredadoras. Pero sus resultados son aún limitados.
“Sembrando Vida”, con efecto contrario
Aunque el problema viene de gobiernos anteriores, el actual “ha dado marcha atrás”, asegura el experto forestal de ECOSUR. Tanto, que su proyecto de reforestación, “Sembrando Vida”, se convirtió, en la práctica, en “un programa de prebendas y de clientelismo social” con efecto contrario: “la receta perfecta para el desastre”, dice, pues los productores cortan indiscriminadamente árboles para solicitar los subsidios que ofrece el Gobierno.
“Se están deforestando masas forestales naturales preservadas para sembrar árboles frutales”, critica Viridiana Lázaro. Según datos de World Resources Institute (WRI) “Sembrando Vida” ha causado una pérdida de cobertura forestal superior a las 70 mil hectáreas.
La esperanza: la educación, la ciencia y los jóvenes
Ante este este panorama desolador, la activista de Greenpeace México insiste en exigir al Gobierno “un cambio estructural”: “políticas claras” contra la deforestación, que incluyan la ejecución adecuada de leyes ya existentes y, sobre todo, “la participación de las comunidades, con voz y voto, en planes de manejo de áreas naturales protegidas”, que provean protección efectiva.
“La esperanza más grande está en los jóvenes, en formar jóvenes en carreras de ciencia y tecnología”, insiste por su parte el investigador de ECOSUR, quien coordina un Taller de Ciencia para Jóvenes en Campeche, y busca alternativas internacionales para financiarlo, pese a los recortes estatales. Su esperanza: que México logre “desarrollar el músculo científico necesario para generar, localmente, información que permita plantear soluciones más inteligentes”.
(cp)