Afganistán, comentario
16 de marzo de 2012Actos de necrofilia y quemas del Corán, además no hace mucho un soldado estadounidense fue responsable de una masacre en Afganistán: las tropas internacionales pierden a toda velocidad el respeto del que gozaban en el país asiático. No en vano Estados Unidos propuso ya a comienzos del año el retiro de las tropas de la OTAN. Un final anticipado de la guerra en Afganistán representaría para el presidente Barack Obama un preciado regalo durante la campaña electoral.
Con todo, mirando el asunto más detenidamente, es imperativo aconsejar cuidado y cautela. Ni el Ejército ni la Policía de Afganistán pueden todavía garantizar la seguridad del país. Su nivel de formación es insuficiente, no se sabe aún quién pagará sus sueldos y su estructura ofrece todas las posibilidades para que los talibanes la infiltren.
Fuerzas de seguridad sobrecargadas
Una estrategia para un traspaso ordenado de funciones en el 2014 se encuentra todavía en esbozo. Para un traspaso completo el próximo año, tal y como lo desea Karsai, falta toda base. Es más que improbable que policías y militares del país estén en capacidad de llenar el vacío de seguridad que dejarán los 130.000 efectivos de las Fuerzas Internacionales de Seguridad (ISAF) cuando se marchen. Una salida precipitada descorrería el telón del peor de los escenarios y la región podría caer rápidamente en una nueva guerra civil.
La propuesta de Hamid Karsai suena más extraña aún, porque su poder se sustenta desde hace tiempo en la presencia de esas mismas tropas de las que quiere desembarazarse lo antes posible. Su sistema de corrupción y nepotismo se resquebrajaría en poco tiempo sin las fuerzas internacionales. Su pérdida de poder estaría programada. Karsai se encuentra entre la espada y la pared.
Insinuaciones a los talibanes
La propuesta del presidente afgano surge de la desesperación. Este jefe de Estado tan poco respetado busca ganar popularidad entre los talibanes y así asegurar su supervivencia. Tiene que librarse de la mala imagen de no ser más que una creación de las fuerzas internacionales.
Su cálculo, empero, podría partir de supuestos fatalmente equivocados. Los talibanes no necesitan a Karsai. Son lo suficientemente fuertes como para negociar solos con los estadounidenses y sólo esperan la salida de las tropas para tomar el poder en el país. Las fuerzas occidentales se quedarían entonces –diez años después de comenzada la guerra- con las manos vacías. Y ése sería un precio demasiado alto.
Autor: Daniel Scheschkewitz
Editora: Claudia Herrera Pahl