Argentina es el tercer productor mundial de alimentos y uno de los principales exportadores de soja transgénica. Un cultivo para el que se utiliza el polémico RoundUp de Bayer-Monsanto, que contiene glifosato. Se estima que sobre las 30 millones de hectáreas cultivadas en Argentina, se vierten por año 400 millones de litros de agroquímicos, en forma de fertilizantes, pesticidas, fungicidas o herbicidas. Sustancias que llegan finalmente a los alimentos, y que son cuestionadas por sus efectos negativos para la salud humana y el medio ambiente. Pero la sociedad civil comienza a movilizarse contra las prácticas de la agricultura industrial con sus fumigaciones y exige respuestas al Estado. En todo el país surgen formas alternativas de producción, respetuosas del equilibrio del medio ambiente y del derecho humano a una alimentación sana y soberana. Por ejemplo, a través de la Renama, la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología, a la que se sumaron ya 12 municipios, 150 productores y suma más de 80 mil hectáreas de producción orgánica. Las localidades adheridas emiten ordenanzas para controlar las fumigaciones con agroquímicos, entre otras medidas. O de la "Unión de Trabajadores de la Tierra" (UTT), que suma más de 15 mil familias hortelanas en todo el país, algunas de las cuales se dedican al cultivo y comercialización de verduras y hortalizas orgánicas. Gracias a su sistema de distribución y venta propios han logrado proveer a la ciudad de Buenos Aires con alimentos orgánicos accesibles para cualquier bolsillo. Las ferias orgánicas "Sabe la Tierra" en la Ciudad de Buenos Aires son otra opción para los consumidores preocupados por una alimentación sana y el consumo responsable. Allí los productores primarios venden directamente en los puestos de los seis mercados capitalinos.