Ecuador: “No, gracias”
2 de febrero de 2012Este miércoles (1.2.2012), el presidente de Ecuador, Rafael Correa, dijo que su país no suscribirá un tratado de libre comercio con la Unión Europea (UE), sino un acuerdo para estimular el desarrollo. La postura y el tono adusto del hombre fuerte de Quito dejaban entrever que su pronunciamiento buscaba crear una fuerte impresión, tanto en el ámbito de la política interior como en el de la política exterior.
“Con su anuncio, Correa quiso enfatizar que su Gobierno está apostando a un desarrollo económico de base amplia, que beneficie a la mayoría de la población y no solamente a los grandes consorcios y bancos”, explica el politólogo alemán Jonas Wolff, del Instituto de Investigación para la Paz de Fráncfort (HSFK, son sus siglas en alemán), aludiendo al argumento principal del mandatario ecuatoriano en contra de un tratado de libre comercio con el bloque comunitario.
Correa sostiene que un acuerdo de esa naturaleza beneficiaría a los exportadores del país andino, pero perjudicaría seriamente a sus pequeños productores. “No pierdan el tiempo”, le dijo el jefe de Gobierno ecuatoriano a los empresarios locales. “Si se trata de un pacto de libre comercio, no lo vamos a firmar”, reiteró enfático, aunque descalificó los rumores según los cuales las negociaciones entre Ecuador y la UE habían sido congeladas.
Acuerdos vistos con recelo
Ecuador disfruta de preferencias arancelarias en la UE hasta 2013 sobre productos como frutas, legumbres, plantas, pescado, café, té y maderas. Y esas no son ventajas que el país suramericano quiera perder por puro capricho. De ahí que quepa preguntar, ¿por qué generan tanta desconfianza al otro lado del Atlántico los tratados de libre comercio y otros pactos que involucran a la UE como potencial socio?
A mediados de enero, varias asociaciones civiles alemanas exigieron que se detuviera el proceso para la firma de un acuerdo de asociación entre la UE y los Estados centroamericanos, advirtiendo que su entrada en vigor empeoraría la situación socioeconómica de la población de dichos países. Y hasta el concepto de “ayuda para el desarrollo”, que hasta hace algunos años seguía despertando asociaciones positivas, es visto con recelo hoy día.
“La crítica fundamental que se le hace a los acuerdos bilaterales o interregionales, tal como los impulsan la UE y Estados Unidos, es que procuran alcanzar metas que no son viables en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Cuando uno analiza lo que la UE acaba de acordar con Perú y Colombia, es evidente que se busca dar pasos más grandes hacia la liberalización –para beneficio de la UE– de los que propicia la OMC”, comenta este conocedor del acontecer suramericano.
Potencial de conflicto
“Se trata de pasos agigantados que van más allá de lo contemplado en tratados de preferencia, en donde la UE se arroga amplias ventajas comerciales frente a países económicamente más débiles sin que éstos puedan exigirle a cambio medidas de liberalización de la misma talla. Eso ocurre en materia de propiedad intelectual, de servicios, de licitaciones públicas y asuntos relacionados con los sistemas financieros”, sostiene el experto.
Johan Galtung, uno de los fundadores de los estudios sobre la paz y los conflictos sociales, distingue la “paz negativa”, entendida como la ausencia de guerra, de la “paz positiva”, comprendida como la generación de relaciones armoniosas mediante proyectos de cooperación en donde los esfuerzos y los beneficios se repartan sin desigualdades flagrantes. ¿No percibe la UE el potencial que tienen los negocios asimétricos de generar conflictos en América Latina?
“Desde una perspectiva racional, pero estrecha, que considera únicamente los intereses en juego, puede que la UE considere que esa es una estrategia astuta, porque a la UE no le afectan directamente los conflictos latinoamericanos que esos tratados pueden contribuir a intensificar. En el mejor de los casos, las empresas europeas sacan provecho de esos tratados, mientras que los conflictos ocasionados y el costo social de los mismos corren por cuenta de los respectivos países en donde tienen lugar. Pero eso no significa que actuar así sea lo correcto”, señala Wolff.
Pretensiones saboteadas
“La UE afirma que su objetivo no es establecer únicamente tratados de comercio, para sacarles el mayor provecho posible, sino también acuerdos de cooperación y sociedades para apoyar un modelo de desarrollo que tenga secuelas sociales positivas. Pero cuando uno estudia algunos segmentos de estos tratados, esa buena voluntad no sobresale mucho. Al final, lo que la UE consigue es sabotear sus propias pretensiones de tener en la mira la política de desarrollo, mientras los demás la perciben como si sólo le interesaran las relaciones comerciales”, cierra el experto.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl