Egipto en la encrucijada
2 de julio de 2013Al comienzo de la revolución, en enero de 2011, egipcios de todas las clases sociales y creencias habían protestado juntos en la plaza el Tahir en contra el entonces presidente Hosni Mubarak. Dos años y medio más tarde, esa unidad pertenece al pasado. El país está dividido profundamente, adeptos y adversarios del nuevo presidente Mohammed Mursi son inconciliables, y el diálogo se vuelve cada vez más improbable. Los adversarios de Mursi ya no demandan reformas, sino la renuncia del presidente. Por su parte, sus seguidores insisten en la validez del resultado de las elecciones presidenciales.
Un sentimiento de marginación
Gamal Soltan, politólogo de la Universidad Americana de El Cairo, explica que los Hermanos Musulmanes le han dado un gran peso a la religión en el Estado, causando descontento entre los egipcios, porque, independientemente de su trasfondo religioso o ideológico, esa posición no integra a todos. Según Soltan, muchos ciudadanos, sobre todo, coptos y chiítas se sienten marginados, y esa impresión fue el detonante de la actual situación.
Muchos egipcios rechazan la nueva Constitución que entró en vigor en noviembre de 2012, porque, en su opinión, le da demasiada importancia al Islam. Por un lado, la Constitución fue aprobada en un referéndum con dos tercios de los votos, pero, por otro, la participación electoral solo fue de un 33 por ciento. Este bajo porcentaje hace dudar a muchos egipcios de la legitimidad de la Constitución.
Además, los adversarios de Mursi acusan a los Hermanos Musulmanes de querer islamizar al país. Sus críticas se centran sobre todo en Alaa Abdel-Aziz, quien en mayo de 2013 fue designado ministro de Cultura y, después de asumir su mando, cubrió puestos tan importantes como la dirección de la ópera de El Cairo con personas de sus propias filas.
La crisis económica agudiza las tensiones
Gamal Soltan cree que, en Egipto, ambos partidos han dejado pasar la oportunidad de dialogar y llegar a un acuerdo en asuntos fundamentales para el país. La actual crisis económica agudiza esa división ideológica. En negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, el gobierno de Mursi se ha comprometido a implementar amplias reformas. Por ejemplo, pretende reducir las subvenciones y elevar los impuestos. Sobre todo entre la población más pobre, estas medidas seguramente harán perder popularidad a los Hermanos Musulmanes.
Sin embargo, el economista Ahmed Kamaly, de la Universidad Americana de El Cairo, indica que el problema central es la política. A su juicio, el futuro del país es incierto, además, está siendo gobernado por políticos inexpertos. “Si la situación política de Egipto mejora, también la economía recobrará fuerza. El país necesita estabilidad política, de lo contario, tengo pocas esperanzas para Egipto”, señala.
Cultura política deficiente
Gamal Soltan comparte esta opinión: “La élite política del país podría poner en marcha una reconciliación nacional, una suerte de acuerdo nacional. Partiendo de esa base, también se podrían empezar a abordar los problemas económicos y políticos”. No obstante, Soltan duda que el gobierno tenga la suficiente legitimidad para emprender dicho paso.
Pero también los adversario se Mursi son blanco de críticas. Reiteradas veces han rechazado las ofertas de diálogo por parte del presidente y convocado a una huelga electoral. Actualmente, una lucha por el poder en Egipto se vuelve cada vez más real. Según el diario liberal Al masry al youm, más que nada, para salir de la crisis, ahora los egipcios deberán ejercer autocrítica y esforzarse por alcanzar la unidad y un acuerdo nacional.
Autor: Kersten Knipp/ VC
Editor: Emilia Rojas Sasse