El infame experimento de ratones que terminó en apocalipsis
16 de agosto de 2024Durante las décadas de 1950 y 1970, en medio de crecientes temores globales por la superpoblación, un científico estadounidense llevaba a cabo una serie de experimentos que simularon un apocalipsis en miniatura. Estos estudios, que exploraban el comportamiento en condiciones de hacinamiento extremo, ofrecieron conclusiones perturbadoras que han resonado a lo largo de los años.
Se trata del trabajo de John B. Calhoun, un destacado investigador del comportamiento y etólogo del Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. (NIMH), en Maryland, cuyo objetivo era explorar una cuestión aparentemente sencilla, pero de profundas implicaciones: ¿qué pasa cuando una población tiene todo lo que necesita?
Los resultados, basados en estudios con ratones y ratas, revelaron una oscura espiral de decadencia social y colapso demográfico que él mismo denominó "drenaje conductual" o "hundimiento conductual", ofreciendo un inquietante espejo de nuestra sociedad y una visión de lo que podría deparar el futuro a la humanidad.
Universo 25: el famoso experimento sobre el hacinamiento
El experimento más famoso de Calhoun, conocido como "Universo 25", comenzó el 9 de julio de 1968. En un recinto de 2,7 x 2,7 metros, creó un mundo ideal para ratones: comida y agua ilimitadas, cientos de nidos, temperatura perfecta y ausencia total de depredadores. Era, en esencia, el "sueño" de cualquier roedor hecho realidad.
El experimento, descrito en un artículo titulado Muerte al cuadrado: el crecimiento explosivo y la desaparición de una población de ratones de 1973, comenzó con cuatro parejas de ratones cuidadosamente seleccionados. Al principio, todo parecía ir sobre ruedas. La población creció rápidamente, duplicándose cada dos meses. Los ratones se apareaban, criaban y prosperaban en su paraíso artificial. Sin embargo, cuando la población alcanzó los 620 individuos, comenzaron a surgir problemas que ni siquiera el más pesimista de los profetas del fin del mundo hubiera imaginado.
A medida que el espacio se hacía más escaso, la sociedad de ratones comenzó a desmoronarse de formas sorprendentes. Los jóvenes ratones, incapaces de encontrar su lugar en la jerarquía social, se volvieron inadaptados. Las hembras solteras se retiraban a nidos aislados en los niveles superiores, viviendo como ermitañas. Mientras tanto, los "machos alfa" exhibían una agresividad extrema, llegando incluso al canibalismo, mientras que otros machos, en el otro extremo, se volvían completamente apáticos, dedicando sus días a comer, beber y acicalarse sin interactuar con los demás.
Quizás lo más perturbador fue el comportamiento de las madres. Abrumadas por el estrés del hacinamiento, muchas descuidaban a sus crías o, peor aún, las abandonaban o atacaban. La mortalidad infantil se disparó, alcanzando tasas de hasta el 96 % en algunas áreas.
A pesar de tener espacio y recursos para albergar hasta 3.840 ratones, la población nunca superó los 2.200. El último nacimiento se produjo el día 600 del experimento. A partir de entonces, la sociedad de ratones entró en lo que Calhoun denominó el "drenaje conductual": los ratones olvidaron cómo aparearse, criar o incluso interactuar normalmente, sugiriendo una decadencia de la dinámica social que podía tener paralelismos alarmantes con las ciudades humanas densamente pobladas.
Temores sobre la sobre la superpoblación humana
El crecimiento y colapso de Universo 25, aunque dramático, fue solo una parte de un cuerpo de trabajo que incluyó múltiples estudios sobre ratas y ratones en condiciones controladas. Estas investigaciones estuvieron influidas por las teorías de Thomas Malthus expuestas en su obra del siglo XVIII, Un ensayo sobre el principio de la población, y encontraron eco en las inquietudes contemporáneas sobre la superpoblación humana, tal como lo reflejó Paul Ehrlich en su libro de 1968, La bomba demográfica, que despertó temores generalizados de un futuro distópico y superpoblado, comenzando con la fatídica frase: "La batalla para alimentar a toda la humanidad ha terminado".
En última instancia, Calhoun intentaba no solo entender las dinámicas de población de los roedores, sino también ofrecer una advertencia sobre los posibles futuros de la humanidad. Argumentó que el hacinamiento podría provocar una "muerte del espíritu" incluso si se satisfacían todas las necesidades físicas. Sus ideas resonaron fuertemente en una época preocupada por el crecimiento urbano descontrolado y la explosión demográfica.
En ese sentido, el trabajo de Calhoun dejó una huella profunda en la cultura popular y académica de su época. Inspiró obras distópicas, como la novela infantil de ciencia ficción Mrs. Frisby and the Rats of NIMH (1971) de Robert C. O'Brien, que imaginó a unas ratas escapando ingeniosamente de condiciones similares a las que Calhoun había creado. Además, su investigación influyó en el diseño urbano y dejó su marca en el lenguaje cotidiano; términos como "drenaje conductual" fueron adoptados por escritores como Tom Wolfe para describir los problemas de las ciudades modernas.
Validez para humanos en duda
Sin embargo, con el tiempo, la interpretación de Calhoun ha sido cuestionada. Algunos investigadores argumentan que el problema no era la densidad de población en sí, sino el diseño del experimento, que permitía a los ratones más agresivos acaparar los mejores espacios, creando una desigualdad artificial.
Además, como nos recuerdan los críticos, los humanos no son ratones. Estudios posteriores han demostrado que las personas pueden adaptarse al hacinamiento de formas que los roedores no pueden. De hecho, hoy en día, muchas ciudades, como sucede en varias ciudades de Estados Unidos, sufren por tener una densidad demasiado baja, no demasiado alta, lo que lleva a problemas de aislamiento social y falta de vivienda asequible.
A pesar de sus limitaciones, la historia de la "utopía de los ratones" de Calhoun sigue siendo una poderosa metáfora sobre la complejidad de las sociedades. Más allá de una simple advertencia sobre el hacinamiento, nos desafía a cuestionar nuestras nociones de progreso y bienestar. ¿Qué hace que una comunidad prospere? ¿Cómo equilibramos las necesidades individuales con las colectivas? Lo que sí parece claro, una vez más, es una máxima que, aunque obvia, parece eludirnos una y otra vez: la abundancia material no garantiza por sí sola una sociedad sana.
Editado por Felipe Espinosa Wang con información de Cosmos, The Guardian, Atlas Obscura, The Smithsonian Magazine y The New York Times.