El cambio climático comienza en la mente
17 de agosto de 2010Haciendo limpieza de viejos documentos, una intrigante copia cae al suelo: un artículo escrito por Andreas Diekmann, profesor de sociología medioambiental en Zúrich. La primera frase reza: más de tres cuartos de casi 1.300 alemanes creen que “la causa última del efecto invernadero es un agujero en la atmósfera terrestre”. Primera reacción: sorpresa, puesto que el artículo data de 2001. Parece que, desde entonces, los alemanes han aprendido mucho sobre el cambio climático; posiblemente, la cifra sería ahora distinta. Segura reacción: dudas. Porque, ¿qué cambiaría realmente si la cifra de la tesis se redujera a la mitad? Básicamente, nada. El resultado sería igualmente cuestionable.
¿Cómo puede ser que todavía la mayoría de la gente coincida con esta tesis a pesar de todos los debates de los últimos años? Después de todo, ya en 2001 se había realizado una extensa campaña medioambiental durante diez años, cosa que se puede comprobar en los viejos documentos a limpiar: por ejemplo, el Programa de Diez Puntos para una Política de Energía europea que escribieron las asociaciones medioambientalistas alemanas en 1993.
Evitar, suprimir, posponer, limitar
Durante casi dos décadas, política y sociedad han tenido la oportunidad de aprender de todo esto. ¿Por qué, entonces, son los avances tan pequeños dentro de la esfera política? ¿O por qué no han podido estimular más a la sociedad para ello? Sí, algo se ha hecho, y el conocimiento de la gente ha aumentado, sin duda. Pero las soluciones a los problemas se dan demasiado lentamente, tal y como critican científicos y asociaciones medioambientales.
Según los especialistas, la voluntad que la política ha demostrado tener durante la crisis económica no se percibe en el panorama climático. A largo plazo, la falta de acción en política medioambiental podría costar mucho más de lo que ha supuesto el reciente colapso financiero. Así lo ha demostrado ya el llamado Informe Stern. En él, el actual asesor económico del gobierno de Reino Unido y ex-economista en jefe del Banco Mundial Nicholas Stern ha calculado las posibles consecuencias financieras del calentamiento global. Los costes rondarían los 5.500 billones de euros para la humanidad, en caso de que no se hiciera nada para luchar contra el cambio climático. ¿Cuál es, entonces, la razón de tales discrepancias?
La difícil dimensión temporal
“El cambio climático contradice nuestra manera de percibir los problemas y solucionarlos; abruma a la gente”, dice el ex-periodista de la BBC y psicoterapeuta Mark Brayne, en una conferencia del Global Media Forum en la Deutsche Welle. Un compañero suyo, el periodista medioambiental británico George Marshall, ha descrito la estructura de los problemas del cambio climático en sus informes. Está claro: la dimensión temporal del asunto abruma al sistema político, que como ya se ha visto en la reciente crisis financiera, es perfectamente capaz de llevar a cabo acciones rápidas y globales cuando una amenaza existencial se presenta de forma inminente y actual.
Las consecuencias del cambio climático, en cambio, serán visibles principalmente en el futuro lejano, especialmente para Europa y Estados Unidos. Por esa razón, la mayor parte de los costes económicos no se pueden sentir todavía. “Y el éxito de las acciones actuales sólo podrán observarse dentro de 70 años; esto supera el poder de la imaginación. Y también la motivación para hacer algo”, explica la profesora de periodismo de Hamburgo Irene Neverla, que investiga la percepción del cambio climático en los medios de comunicación.
Aparte de ello, las causas y consecuencias del calentamiento global son extremadamente complejas y en parte controvertidas, lo cual dificulta tener un panorama claro. Aun cuando surgen acciones generales y orientadas a un objetivo concreto, si están basadas en convicciones divididas, suponen grandes dificultades. “Y el cambio climático afecta al mundo entero, por ello no podemos señalar con certeza dónde luchar contra él”, añade Neverla.
Carencia de culpables
En el caso del cambio climático no existe un culpable concreto, como ocurre con los derrames de petróleo. Los responsables son siempre política, economía y sociedad, todos juntos. Todos los niveles están involucrados, y sufren las consecuencias por igual: es un tema que no permite una clara distinción entre víctimas y victimarios. Ello hace que sea aún más importante el comunicarlo de forma que despierte la voluntad social de entrar en acción.
Seguramente, las dudas sobre la cuestión climática no se deben únicamente a razones psicológicas, pero esta dimensión del problema supone muchos obstáculos, y no se discute lo suficiente. “Debemos investigar este tema. Cuando seamos conscientes de nuestro propio conocimiento del problema, podremos confrontarlo mejor”, dice el psicoterapeuta Brayne.
Escepticismo climático, de moda
Por el momento, ya se perciben síntomas de que el cambio climático no se tiene muy en cuenta entre la gente: según una encuesta de la BBC en 2010, sólo un 26% de los británicos creen que está científicamente comprobado que el cambio climático se debe a acciones humanas. “El escepticismo climático está de moda desde que científicos ingleses retuvieron los resultados de sus propias investigaciones y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático falló al calcular el derretimiento de los glaciares en los Himalayas”, explica Neverla. El Panel Intergubernamental del Cambio Climático calculó que los glaciares desaparecerían en el año 2035. Un embarazoso error, puesto que esta cifra no pudo ser verificada por ninguna investigación.
A pesar de todo, la profesora de periodismo cree que el escepticismo climático disminuirá poco a poco. “Los medios de comunicación olvidan rápidamente. Y el cambio climático tiene un aspecto que lo convierte en tema para largo plazo”, afirma Neverla. La discusión despierta fuertes asociaciones, como aquello de “creer en la naturaleza, en la pureza y en el origen de las cosas. Por ello, el tema tiene una connotación positiva en los niveles más básicos del ser humano.”
Autor: Torsten Schäfer / Lydia Aranda Barandiain
Editora: Emilia Rojas