La belleza de la simetría
14 de octubre de 2006¿Es el hombre, como dice la voz popular, aquel tan mentado “animal de costumbres”? Si damos una rápida ojeada a las revistas de moda y, en especial, a los rostros de las últimas Miss Universo lo comprobaremos. Los cánones de belleza femenina están, casi siempre, cerca del lugar común. En general, la percepción humana tiende a hallar atractivo lo conocido, ya que al cerebro le da menos trabajo reconocer las formas simétricas que las asimétricas. Esto tiene una explicación científica, que reside en la pereza cerebral, según algunos expertos, mientras otros hablan de que lo fácil de procesar es vivido como algo positivo.
¿Truco evolutivo o pereza cerebral?
En cuanto al por qué de las preferencias perceptivas hay opiniones econtradas. La psicología evolutiva explica que nuestros genes, programados hasta el últimos detalle para sobrevivir, buscan por todos los medios reproducirse, para lo cual su portador debe poder enfrentarse a todo peligro. Nuestro cerebro está preparado para reconocer como sano un rostro que reproduce las normas de salud y estabilidad genética, es decir, un rostro promedio, por lo demás común y nada llamativo. “Cualquier anomalía o desvío de la simetría son un indicio de déficits en el estado físico, o sea, en la capacidad de reproducción”, explica Harald Euler, psicólogo de la Universidad de Kassel. Según esto, tener una cara con rasgos comunes es signo de que alguien está dentro de la norma.
Mientras tanto la psicología de la estética, disciplina que se investiga, entre otras, en la Universidad de Viena, sostiene que cuanto más conocido es un objeto, más atractivo es. Helmut Leder, científico en este área, sostiene que es más fácil reconocer imágenes familiares que desconocidas.
Norbert Schwarz, de la Universidad de Michigan y su ex alumno, Piotr Winkielman, de la Universidad de California, piensan sin embargo que los prototipos, objetos de formas reconocibles y características precisas, son atractivos porque son simples de elaborar. Esta teoría está basada en un simple mecanismo: la facilidad de procesamiento, que hace que cuanto más mediocre y conocido sea un rostro, una forma o un objeto, más fácil será para el ser humano elaborar los datos que llegan al cerebro, y, por lo tanto, percibirlos.
Estética, comodida y atractividadMás allá del fenómeno estético, el cerebro busca ante todo facilidad para elaborar la realidad en que vive. Esto demuestran los estudios de Piotr Winkelman acerca de las reacciones de personas ante dibujos de figuras geométricas esbozadas con puntos, como el cuadrado. Cuanto más deformada estaba la figura, más demoraban los sujetos en clasificarla. Además, al colocárseles figuras prototípicas como un rombo, se registraba una reacción psico-fisiológica al activarse un músculo de la mejilla, lo cual señalizaba satisfacción y agrado.
Helmut Leder, de la Universidad de Viena, en conversación con Der Spiegel simplifica: “lo conocido es positivo, y lo desconocido es negativo y hasta peligroso”. Nuestro cerebro es, según él, simplemente perezoso y ahorra recursos cognitivos. Winkelman, en cambio, sostiene que “el cerebro nos recompensa por elaborar rápida y eficientemente la realidad”. Al reconocer figuras regulares, el cerebro se siente satisfecho y puede dedicarse a tareas más complejas. Esto explicaría las preferencias por lo simétrico y su valoración positiva.