“El Ejército venezolano es una caja negra”
22 de marzo de 2018En el lustro que Nicolás Maduro lleva en el poder, el Gobierno de Venezuela ha perdido aliados valiosos en América Latina. Ahora, puertas adentro, afloran indicios de que el sucesor de Hugo Chávez ha alienado a un sector de la institución castrense pese a todos los recursos invertidos en asegurarse su lealtad. Y ese supuesto ruido de sables representa una amenaza mayor para su mandato que la creciente base electoral de sus adversarios políticos o las sanciones emitidas en su contra por Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea.
El 28 de febrero, once jóvenes soldados fueron expulsados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y trece oficiales de alto rango fueron degradados por presunta traición a la patria y sospechas de espionaje. Dos días más tarde, nueve uniformados –seis tenientes coroneles, un primer teniente y dos sargentos– fueron llevados ante un tribunal militar e imputados por instigación a la rebelión y actos contra el decoro marcial; su delito fue haber formado la célula insurreccional "Movimiento de Transición a la Dignidad del Pueblo".
La opacidad característica del ámbito militar permite que dos narrativas compitan a la hora de especular sobre lo ocurrido. En el seno de la oposición antichavista abundan los que atribuyen la conspiración de los uniformados a un rechazo de la influencia cubana sobre la FANB, de las tendencias autoritarias de Maduro, de la elección de una Asamblea Nacional Constituyente en circunstancias reñidas con la Constitución, de la virtual disolución del Parlamento, y de la insistencia del oficialismo en negar la existencia de una crisis humanitaria.
La oposición chavista no-madurista percibe al movimiento subversivo como una iniciativa de charreteras descontentas con la manera en que Maduro ha administrado "el legado de Hugo Chávez" y comprometidas con "el rescate de la Revolución Bolivariana", tal como la programó el difunto líder de izquierda. Desde esta perspectiva luce poco probable que los disidentes buscaran derrocar a Maduro para poner el timón en manos de civiles antichavistas. Después de todo, fue la "Revolución Bolivariana" la que militarizó el Estado.
Hace algunos años, al ser consultado sobre ese proceso, el investigador Víctor Mijares sostenía que la meta de Maduro y su entorno era fusionar al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) con las Fuerzas Armadas en un bloque monolítico, en un partido hegemónico. "Un partido como ese sería muy difícil de sacar del poder, tanto por la vía pacífica como por la fuerza, porque Gobierno y Estado se habrían fundido en una sola entidad", señalaba Mijares, hoy profesor de Ciencia Política en la Universidad de los Andes, de Bogotá.
DW habló sobre este tema y sobre la aparente purga del Ejército venezolano con el politólogo Jesús Azcargorta, autor del libro Los partidos monopólicos latinoamericanos: incubación, evolución y persistencia de un modelo.
Deutsche Welle: Doctor Azcargorta, ¿cómo explicaría usted lo que ha estado pasando en las Fuerzas Armadas venezolanas en las últimas semanas?
Jesús Azcargorta: Creo que nadie fuera de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana sabe a ciencia cierta lo que está ocurriendo; el Ejército venezolano es una caja negra. Sin embargo, están circulando varias hipótesis. Algunos hablan de una purga selectiva como medida ejemplarizante cuyo objetivo sería reforzar la cohesión de la institución castrense. Se alega que los detenidos son oficiales leales al proyecto político de Chávez y que Maduro teme la puesta en marcha de una sublevación armada debido al rechazo que su gestión despierta.
El régimen de Maduro se ha ufanado varias veces de haber desarticulado asonadas golpistas; pero casi nunca ha dado detalles sobre la suerte corrida por los militares o policías involucrados. ¿No existe la posibilidad de que la reciente ola de arrestos sea un montaje?
Aunque las acusaciones hechas por Maduro en otras oportunidades siempre me parecieron aspavientos, creo que ahora sí estamos ante un fenómeno potencialmente peligroso para él y su entorno. Hace poco, políticos estadounidenses declararon sin ambages que un golpe militar era posible en Venezuela y que lo verían con buenos ojos; eso podría haber llevado al oficialismo venezolano a estar más atento y a descubrir una conspiración que ya estaba en desarrollo. A juzgar por la reacción del oficialismo, no dudo que haya habido una conspiración.
Si hay una élite en este planeta capaz de olfatear una insubordinación clandestina en las filas del Ejército, esa es la cúpula del chavismo. Después de todo, sus miembros llegaron al poder por voto popular en 1998 gracias a una infiltración de las Fuerzas Armadas que había tenido lugar décadas antes. La presidencia de Hugo Chávez (1999-2013) y su 'socialismo del siglo XXI' no salieron de la nada; son el producto de añejos movimientos sediciosos. La 'Revolución Bolivariana' no comenzó con las intentonas golpistas de 1992…
¿De aquellos polvos, estos lodos?
Así es. El proyecto político de Chávez tampoco comenzó con su participación en movimientos secretos de corte nacionalista a principios de los ochenta, sino una década antes, cuando se expuso a la influencia del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), brazo político de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Cuando la guerrilla dio por fracasada su misión cortoplacista y depuso las armas, optó por infiltrarse en el Ejército y alcanzar sus metas lentamente. Fue allí donde Chávez entró en contacto con elementos subversivos.
¿Qué relevancia tiene en este contexto el arresto del ex mayor general Miguel Rodríguez Torres el pasado 13 de marzo? Él era ministro del Interior y director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). Tras la muerte de Chávez, Maduro no tardó en destituirlo…
Rodríguez Torres también participó en la intentona golpista que Chávez codirigió el 4 de febrero de 1992. Eso hace que su detención sea llamativa porque refuerza la tesis de que las detenciones recientes buscan purgar a las Fuerzas Armadas de oficiales que pudieran serle más leal a la memoria de Hugo Chávez que a la autoridad de Nicolás Maduro. Sin embargo, no sé si existen vínculos entre la detención de Rodríguez Torres y la caída de otros 'hombres de Chávez', o entre Rodríguez Torres y los nueve militares arrestados el 2 de marzo.
Analistas, como la periodista Sebastiana Barráez, señalan que Rodríguez Torres es percibido como un peligro para Maduro porque él tiene puntos de coincidencia con los militares y policías chavistas que lo adversan, con los disidentes que se separaron del partido de Gobierno, y con la oposición antichavista. Barráez también sugiere que a los conspiradores se les está dando un trato especial debido al respeto que se les tiene en los cuarteles. ¿Comparte usted esa impresión?
No es aventurado pensar que Rodríguez Torres sea visto como un rival de cuidado; tengo entendido que él coqueteó con la idea de lanzar su candidatura presidencial. Es posible que, con los arrestos recientes, el oficialismo esté tratando de impedir el surgimiento de un bloque opositor robusto en su heterogeneidad. Por otro lado, el Gobierno de Maduro no habría violado la Constitución como lo viene haciendo desde 2016 ni soportado la presión internacional si no tuviera la certeza de que controla a las Fuerzas Armadas.
Y, como Maduro tiene el respaldo de buena parte de las Fuerzas Armadas, no creo que él se sienta obligado a darles un trato especial a los militares que supuestamente conspiraron en su contra. Maduro puede hacer con ellos lo mismo que hizo con el general en jefe Raúl Isaías Baduel, que hoy está de nuevo en una celda de tres metros cuadrados. Puede que los militares recién apresados tengan subalternos leales, pero si a éstos les ofrecen beneficios que no tenían antes, lo más seguro es que se queden tranquilos.
El militar venezolano sólo vela por sus intereses personales; cuando les va bien, no hay ideología que los mueva a la acción. Aún no sabemos realmente qué motivos llevaron a los oficiales a conspirar. Los niveles más altos de la jerarquía castrense han sido los grandes beneficiarios de la 'era chavista'; es perfectamente posible que otros estratos estén descontentos. Es posible que los conspiradores simplemente quieran obtener un pedazo más grande de la torta de privilegios.
El dictador cubano Fidel Castro se deshizo de Camilo Cienfuegos y del Che Guevara cuando ellos empezaron a poner en entredicho su autoridad, y el líder nicaragüense Daniel Ortega purgó al Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando las facciones moderadas empezaron a causarle problemas. Así que yo no niego que el oficialismo venezolano esté tratando de amordazar a los rebeldes en sus filas para evitar que una astilla de su tronco se desprenda y se una a sus adversarios. Lo que yo destaco es que, de momento, no hay manera de constatar si los detenidos realmente conspiraron por motivos ideológico-políticos.
Evan Romero-Castillo (VT)
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