El hambre se come a Venezuela
21 de febrero de 2018Según los voluntarios de Cáritas Venezuela, una organización humanitaria financiada por la Iglesia católica, los niveles de desnutrición severa siguen aumentando entre los niños del país sudamericano. Muchos de ellos corren el riesgo de morir si no reciben refuerzo alimentario sostenido. Ese es el caso de la pequeña Gabriela, de catorce meses, señala la hermana Sonia Magdalena, la pediatra que coordina la campaña de Cáritas en Cúa, una de las ciudades-dormitorio asentadas en los Valles del Tuy, en las afueras de Caracas.
El problema: la poca comida disponible para Gabriela no basta para revertir la situación en que se halla; su hermano Martín, de cuatro años, también está desnutrido, pero su cuadro clínico es menos grave. “El hambre está destruyendo a estas criaturas en el momento más importante de sus vidas. La suya será una generación de personas subdesarrolladas por falta de acceso a alimentos”, dice Magdalena, acotando que decenas de infantes dependen de la comida que les ofrece la iglesia local en el marco de sus proyectos comunitarios.
Información denegada
El hambre no sólo causa estragos en las zonas urbanas de Venezuela, sino en todo su territorio, desde los barrios de la capital hasta los asentamientos rurales en las fronteras con Colombia, Brasil y Guyana. Un estudio de Cáritas –la única fuente de información a la mano para tomarle el pulso a este fenómeno– revela que en los vecindarios más pobres de la nación cerca del 15,5 por ciento de los niños entre cero y cinco años están desnutridos; otro 20 por ciento está en riesgo inminente de padecer desnutrición.
“Nuestra base de datos no es amplia, allí no está representada toda la población venezolana. Recopilar esa información de manera completa y exhaustiva es responsabilidad del Gobierno; pero ese tipo de datos no es divulgado desde hace más de dos años”, asevera Janeth Márquez, directora de Cáritas Venezuela. “Siguiendo los criterios de las Naciones Unidas, las regiones que estamos monitorizando están entrando en una situación de emergencia alimentaria. Eso es grave y amerita la intervención de organismos internacionales”, acota.
Dieta forzada
El desabastecimiento de alimentos no golpea únicamente a los más pobres. Con una inflación que rompió la marca del 2.000 por ciento en 2017 y promete llegar al 10.000 por ciento este año, el poder adquisitivo de quienes tienen la suerte de contar con un salario se ha reducido considerablemente. Un análisis realizado en el primer semestre de 2017 por la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Central de Venezuela constató que al menos el 70 por ciento de los venezolanos había perdido peso en el semestre previo.
Auspiciados por el Estado, los paquetes de comida distribuidos por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) evitan que la crisis humanitaria alcance proporciones mayores, comenta Ingrid Soto de Sanabria, directora del departamento de nutrición médica del Hospital Infantil J. M. de los Ríos; pero subraya que la calidad del contenido deja mucho que desear. “Casi no provee proteínas, ni animales ni vegetales”, sostiene la experta. Esas cajas de comida le llegan a cerca de un 20 por ciento de la población. No obstante, están lejos de ser la respuesta ideal a la situación.
Yan Boechat desde Caracas (ERC)