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El lado político de Beethoven

Klaus Gehrke (mb)2 de septiembre de 2008

La directora del Festival Beethoven, Ilona Schmiel, habló con Deutsche Welle acerca del poder de la famosa Novena Sinfonía de Beethoven y acerca de por qué este evento de un mes de duración enfoca esta influyente obra.

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Ilona Schmiel, directora del festival.Imagen: picture alliance/dpa

El lema de la presente edición del festival es “Macht.Musik”, lo que en alemán puede significar tanto “Poder. Música” como “Haced. Música”. El juego de palabras refleja la turbulenta historia de la Novena Sinfonía: repite la explotación de personajes poderosos y realza su poder para mover a la gente.

DW-WORLD: ¿Por qué escogió este lema?

Ilona Schmiel: La Novena Sinfonía fue, por supuesto, el detonante para cuestionarnos cómo manejar esta obra para que represente un programa entero. De ahí surgió el lema y la idea de seguir los caminos de la Novena desde su estreno en 1824 hasta hoy. El credo político de Beethoven, esta utopía –pues la Oda a la Alegría de Schiller a la que él pone música no es otra cosa que una utopía- no ha perdido actualidad. Seguimos viviendo en una era de guerra, de opresión, de hambre y otras atrocidades. Con seguridad, Beethoven en su época soñaba con que iba a mejorar la situación. Sólo este hecho nos da la pauta para ponerla al centro del festival.

Ludwig van Beethoven Denkmal in Wien
Imagen: dpa

La historia de su recepción desde su estreno hasta el año 2008 siempre me ha interesado, porque –hasta donde alcanza mi conocimiento- no existe otra obra en el mundo que, por un lado, haya sido tocada tanto y haya sido seleccionada para los más diversos eventos. Por otro lado, no existe otra obra que haya recorrido aparte de los caminos del triunfo, todos los vericuetos de los gobiernos y los poderosos; éstos se la han apropiado y la han usado para fines políticos e incluso dictatoriales.

Beethoven tuvo con los poderosos de su tiempo relativamente bastante contacto y si uno revisa su obra, la Heroica, el Triunfo de Wellington o Egmont se percibe que expresó su opinión política en la música, pero de muy diversas maneras.

La manera en que se rodeó de poderosos y cómo los abandonó después, en mi opinión, es su tema vital. Se plantea la pregunta de hacia dónde conduce el desarrollo de Beethoven a través de sus Sinfonías, desde darle la espalda a los poderosos hasta una sociedad civil, que puede financiar a sus compositores.

Por eso su música es actual y conmueve tanto. Pues son estos mismos cuestionamientos acerca del cómo tratar una obra, cómo se instrumentaliza la música, en qué camisas de fuerza se ve de pronto metida. O cómo se la manipula para que calce –con el texto adecuado- a un régimen determinado. La Novena Sinfonía ha pasado ya por todo ello.

¿Quién más ha instrumentalizado la música de Beethoven?

Goebbels hacía tocar la Novena Sinfonía para celebrar el cumpleaños de Hitler. También la ex República Democrática Alemana la convirtió en su himno –con otro texto. Se convirtió en Himno Europeo. Y para los Juegos Olímpicos, Mao la utilizó para motivar a los trabajadores del campo. Los pilotos kamikaze escuchaban esta obra; y fue himno nacional de Rodesia. Una obra más globalizada no existe, en mi opinión. A pesar de ello, su mensaje humano, el compromiso con la humanidad que conlleva es indestructible.

¿Cómo valoraría usted hoy la música de Beethoven? ¿En qué relación se encuentran “Poder y Música”?

Para mí personalmente, el poder de la música se encuentra en primer plano, porque quiero seguir creyendo en la utopía de que a través de la música se puede transformar. En el 2006 tuvimos como invitada a la Orquesta Juvenil de Sudáfrica; en ella tocaban jóvenes de diversos orígenes. La música es, entonces, un instrumento social. Eso no se puede grabar en un CD. La reproducción de la música en un concierto es algo exclusivo. Ahí se siente el poder de la música. Y creo que a este poder uno no puede resistirse.