El Papa ¿un hincha encubierto?
4 de julio de 2006200 mil personas se esperan este martes en Dortmund para el gran encuentro de semifinal entre Alemania e Italia, que millones de espectadores seguirán a través de las pantallas de televisión. Entre ellos se contará probablemente también el Papa, que hace ya tiempo anunció su intención de ver "los partidos importantes". Aunque la nacionalidad alemana del Pontífice ya haya sido mencionada como una posible ventaja de la selección dirigida por Jürgen Klinsmann, Benedicto XVI promete mantener su estricta neutralidad. Al fin y al cabo, el Vaticano está enclavado en el corazón mismo de Roma y allí, por el momento, nadie está a salvo de los eufóricos tifosi, tan convencidos del triunfo azzurro como los hinchas alemanes del de su selección.
Deseos y pronósticos políticos
Mientras la mitra impide a Joseph Ratzinger dar rienda suelta a su corazón bávaro, los políticos sí pueden permitirse alentar a su respectivo equipo y derrochar triunfalismo. Pocas cosas deben contribuir por estos días tanto a incrementar la popularidad como unirse a las masas presas del delirio futbolístico. Así lo ha hecho, por ejemplo, el primer ministro italiano, Romano Prodi. "Naturalmente espero que Italia sea campeona y, créame,¡ no son sólo sueños!", señaló al diario alemán Bild. Y agregó que desea poder decir a la canciller germana, tras el partido: "Querida Angela, realmente lo siento por ustedes". Claro que, de ser necesario, también está dispuesto a felicitar a la gobernante alemana, tan asidua a los estadios durante este Mundial.
En Alemania, los políticos tampoco se quedan atrás. Angela Merkel ya ha dado la cara, saltando de gusto ante las cámaras tras cada triunfo alemán. Y su gabinete contribuye al ambiente de euforia con optimistas pronósticos para esta semifinal: 2 para Alemania, 0 para Italia, vaticina por ejemplo el ministro del Interior, Wolfgang Schäuble, mientras el titular de Hacienda, Per Steinbrück, a quien la realidad financiera ha acostumbrado a la cautela, se conforma con anticipar un 2 a 1 a favor de los muchachos de Klinsmann.
Reflexiones más allá del balón
Pero volvamos al Papa, que en el pasado sí se aventuraba a reflexionar sobre fútbol. En una alocución transmitida por la radio de Baviera en 1978, cuando era arzobispo de Múnich, Joseph Ratzinger se preguntaba en qué radica el poder y la fascinación de este juego. Su respuesta: "me parece que el fútbol induce a la gente, por lo pronto, a someterse al rigor, de manera que a través del entrenamiento asuma el control de sí misma (...) Pero también le enseña a compartir disciplinadamente; como juego de equipo obliga a supeditar el yo al todo". Igualmente destacaba que enseña a jugar limpio, a mantener las reglas del juego.
Son consideraciones tan válidas hoy como en 1978. Pero la multitud que ya abarrota las calles de Dortmund de seguro no está sumida en consideraciones acerca de la disciplina: de lo que se trata ahora es de celebrar una fiesta y, en lo posible, un triunfo. Lo desean los hinchas alemanes tanto como los italianos. Y el Papa hace bien en no pronunciarse sobre esta candente contingencia. De lo contrario, en el Vaticano más de algún dignatario seguramente se pondría en campaña para reinstaurar la vieja tradición rota con la elección de Juan Pablo II. Porque, antes de él, los italianos podían dar por seguro que las preferencias papales estaban definitivamente con la "Squadra Azurra".