Premio Sájarov a oposición bielorrusa es una clara señal
22 de octubre de 2020La oposición bielorrusa se levantó contra toda probabilidad, y contra un poder estatal armado hasta los dientes y con una alta predisposición a la violencia. No se dejó amedrentar, se rebeló ante la represión, y a través de su Consejo de Coordinación intenta que no se apague la llama de la libertad. Rara vez el reconocimiento que representa este premio fue tan coherente e irrefutable.
Dicho de otro modo: si Svetlana Tijanóvskaya, y con ella la oposición bielorrusa unida, no hubiera sido galardonada con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, ese premio estaría en contradicción consigo mismo. La oposición unida de Bielorrusia es un ejemplo para aquellas decenas de miles de personas que salen a protestar a la calle cada fin de semana, en Minsk, desde el fraude electoral, a comienzos de agosto. Reclaman para sí y para todos los bielorrusos los derechos civiles y el derecho a la libertad de los ciudadanos, en cuyo nombre se creó el Premio Sájarov hace más de tres décadas.
Riesgos y efectos secundarios
En las últimas semanas se escucharon algunas objeciones acerca de las consecuencias indeseadas, e incluso peligrosas, que podría tener el Premio Sájarov para los valerosos bielorrusos. Se dijo que el galardón podría ser utilizado por la maquinaria de propaganda de Lukashenko como una prueba de que la oposición contra la dictadura está siendo manejada a control remoto por la Unión Europea. Eso es tan descabellado como la afirmación abstrusa de Lukashenko sobre que la OTAN planea un nuevo ataque contra Bielorrusia. Pero el dictador aprovecha cualquier recurso para difamar a sus oponentes.
Y luego está Rusia, con sus intereses multifacéticos en la región. El ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, repite irritado desde hace semanas que las protestas en las calles de Bielorrusia no son por más democracia y por los derechos humanos, sino que solo se trata de geopolítica, de zonas de influencia y esferas de intereses. En una situación como esta, plantean los objetores, ¿debe otorgarse un premio de derechos humanos a la oposición en Minsk, irritando innecesariamente a los poderosos en Moscú? Más aún considerando que el Premio Sájarov lleva, para colmo, el nombre de un disidente ruso de los tiempos soviéticos.
Volver a las raíces
Sin embargo, se trata de todo lo contrario. Este Premio Sájarov recuerda justamente a la élite neoimperial en el Kremlin que, para los eurodiputados, lo importante no es una Europa definida por el poder político, sino algo más grande, inmaterial. Se trata de una Europa en la que las reglas de la convivencia están sujetas a valores y normas supraestatales.
En esa misma dirección pensaban los reformadores soviéticos en los años 80. Mijail Gorbachov no hablaba, una y otra vez, en vano de Europa como la "casa común”. De esa época de cambios proviene el Premio Sájarov, y por eso, al distinguir con él ahora a la oposición bielorrusa, es como si el premio volviera a sus orígenes.
Claro que todo esto también lo entiende Alexander Lukashenko, un defensor confeso de la época soviética. Hacia afuera, el gobernante de Minsk se muestra impasible, pero está ávido del reconocimiento político de Occidente. Con este Premio Sájarov, él y su régimen están cada vez más lejos de obtener ese reconocimiento.
Pero el mensaje de hoy también es este: mientras Svetlana Tijanóvskaya lleva adelante en Europa conversaciones políticas como excandidata a presidenta de Bielorrusia, mientras el Consejo de Coordinación de la oposición busca organizar los próximos pasos a dar, otros opositores siguen en las cárceles de Lukashenko. Maria Kolesnikova, una de las tres mujeres líderes de la oposición, fue secuestrada y encarcelada en una prisión de Minsk hace ya siete semanas. Ojalá ella también se entere de este premio del Parlamento Europeo.
(cp/ers)